SIN PAÑOS TIBIOS

Una eternidad más tarde…

La presentación no pudo quedar mejor. El presidente dio la información en su tradicional encuentro, y, a seguidas, los medios tenían en físico y digital no sólo la nota de prensa, sino también material de apoyo en gráficas, estadísticas, opiniones de expertos, y un resumen comparativo de experiencias internacionales que avalaban con historias de éxitos la pertinencia de la medida.

A pocos minutos de haber terminado el encuentro la oposición hizo lo que le correspondía hacer: cuestionar con opiniones de sus expertos la medida presidencial… pero fue en vano. De nada sirvieron los memes, refritos del pasado y tendencias inorgánicas que coparon las redes sociales. Era demasiado obvio que el interés no era aportar con opiniones expertas y alternativas diferentes, sino más bien hacer guerrilla y generar ruido sin nada de sustancia. Eso sin contar que el gobierno llevaba años dominando el relato de la ineficiencia y corrupción anterior, mostrando resultados reales de ejecutorias que en su momento se vendieron como panacea, pero que, en los hechos, no mejoraron la calidad de vida de la gente.

Para nadie era un secreto que la oposición siempre iba detrás, que el gobierno no sólo dominaba los medios, sino también el relato. Que actuaba en función de un mapa de actores –formales e informales, tradicionales y rupturistas–, y que, más allá de caer en la tradicional política de colocación de anuncios a manera de pago o cooptación de opinantes (cara e ineficiente), había implementado una estructura de gestión de medios que cultivaba relaciones primarias a diferentes niveles (individuales y grupales); reforzando políticas de encuentros; suministrando informaciones sobre cada tópico; cambiando la colocación tradicional de anuncios por campañas de publicidad sobre temas políticamente correctos como el tránsito, violencia contra la mujer, explotación sexual de menores, medio ambiente, salud, agricultura, educación, etc.

Y es que el gobierno entendió desde el primer día la necesidad de cultivar y fortalecer los lazos con la prensa más allá de lo económico, estableciendo canales de comunicación permanentes y periódicos, sin renunciar a interactuar genuinamente en los medios tradicionales y redes sociales a través de la participación de todos sus funcionarios, los cuales –una vez a la semana– recibían insumos, orientaciones y marcaban activamente el relato, logrando que la ciudadanía los percibiera como presentes y cercanos; y aunque el mayor desafío desde el inicio fue centralizar la información servida por todas las dependencias del Estado –para garantizar unidad, veracidad, rigor y formato–, a pesar de los egos y el canibalismo político inherente al partido de gobierno, se logró el control de la información gracias a una coordinación y supervisión constante.

Una vez más la oposición perdía su tiempo intentando confundir a la gente, pues la información era tan concisa, precisa, ajustada y oportuna, que no había necesidad de exponer al presidente a un desatino –faltando tan poco para unas elecciones–, ni mucho menos explicar otra vez lo que recién se acababa de informar, precisamente porque se había informado correctamente.

En eso sonó la alarma y me levanté.