Sargazo, ¿problema sin solución para República Dominicana?
Las mayores cantidades de sargazo se observan en Santo Domingo y San Pedro de Macorís, donde estas algas, que desprenden olor fétido al descomponerse, se acumulan en la playa.
Una densa alfombra marrón oscurece el malecón de Santo Domingo, capital de República Dominicana, mientras excavadoras hidráulicas limpian la playa del sargazo, un alga convertida en "una carga" para el vital sector turístico de este paradisíaco destino del Caribe.
Expertos proyectan un considerable aumento de las oleadas de sargazo: 24 millones de toneladas métricas de esta alga llegaron a las costas dominicanas entre enero y marzo, frente a 14 millones en el mismo período el año pasado.
Vinculado con la deforestación y el uso de fertilizantes químicos en la Amazonía, así como con el aumento de las temperaturas por el cambio climático, el fenómeno trae problemas al turismo y golpea la generación eléctrica.
"El sargazo es una carga económica importante. La mayoría de los hoteles sufren con el tema y han hecho inversiones en barreras (para evitar el avance del alga) y para su recolección en agua y en tierra", comenta a la AFP David Llivre, presidente de la asociación local de hoteleros (Asonahores).
"Si sigue creciendo el volumen puede llegar a tener un efecto negativo" sobre la llegada de visitantes, agrega.
Con 10,5 millones de habitantes, Dominicana recibió a 8,5 millones de turistas en 2022.
Las mayores cantidades de sargazo se observan en Santo Domingo y San Pedro de Macorís, donde estas algas, que desprenden olor fétido al descomponerse, se acumulan en la playa, constataron periodistas de la AFP en un recorrido.
Hay menor concentración en La Altagracia -provincia a la que pertenece la famosa Punta Cana- y La Romana.
Fuera de control
El consenso científico atribuye la proliferación de estas macroalgas a la deforestación de la selva amazónica.
Ulises Jáuregui-Haza, coordinador del doctorado en Ciencias Ambientales del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec), explica que en tierras agrícolas en áreas selváticas se utilizan "grandes cantidades de fertilizantes a base de nitrógeno, fósforo y potasio", que al desembocar en el mar "facilitan los fenómenos de eutrofización, es decir, el crecimiento de plantas marinas".
Y el aumento de la temperatura por el cambio climático ofrece un entorno ideal.
"Hace 10 años el sargazo se veía en un período de tres meses, pero ahora se ve casi el año entero, desde marzo hasta noviembre", dice la bióloga marina Andrea Valcárcel, encargada de la División de Laboratorio Oceánico de la Autoridad Nacional de Asuntos Marítimos (ANAMAR).
Los 'bosques de sargazo', no obstante, son ecosistemas protegidos por la variedad de especies que albergan.
Hoteleros y artesanos pagan a brigadas para recoger el alga cuando se acumula en playas de Punta Cana como Bibijagua. El Ministerio de Turismo recibió reportes de sargazo en enero en 25,4% de las playas monitoreadas en esta zona, cifra que subió a 42,5% en abril.
El gobierno del presidente Luis Abinader anunció hace tres años un fondo de 12 millones de dólares -6 aportados por el Estado y 6 por el sector privado- para controlar el sargazo, pero el proyecto se abandonó. Las licitaciones para el plan, que contemplaba limpieza en agua y tierra y construcción de barreras, oscilaban entre 25 y 30 millones.
"Eran medidas paliativas" que no ofrecían una "solución definitiva", dijo a la prensa el ministro de Turismo, David Collado.
¿"Carga" o "valor"?
El sargazo también trastorna la generación eléctrica en Dominicana, donde al menos 1.200 megavatios son producidos en plantas térmicas que utilizan agua de mar.
Hay plantas que deben "salir de operación" o "reducir sustancialmente el nivel de energía que entregan" por "el riesgo de daños interiores como consecuencia de la penetración del sargazo", declaró el ministro de Energía y Minas, Antonio Almonte.
Los meses de mayor proliferación de las algas coinciden con picos de demanda energética por la época de calor.
Tras abortarse el fondo contra el sargazo, el gobierno donó 1 millón de dólares a universidades para investigaciones sobre su eventual utilidad en la producción de combustible, fertilizantes, cosméticos, comida para ganado, colorantes, bloques de hormigón o paneles termoacústicos.
El Intec produce un abono orgánico al que se le busca mercado, de modo que el alga pase a convertirse, como pide Llivre, en algo que "tenga valor".