Cambio climático, una real amenaza
Quiero en primer lugar y con mucha satisfacción, reconocer el hecho de que en nuestro país tengamos una institución como el Consejo Nacional para el Cambio Climático, encabezado por el Presidente de la República.
Son pocos los países del mundo que tienen una institución al máximo nivel político para tratar el tema del cambio climático.
El Consejo ha sido y es, un espacio de diálogo y comunicación permanente, que facilita la interacción entre los sectores públicos y privados, algo obligado cuando hablamos de los efectos del calentamiento global.
¡Qué bueno que estemos todos juntos! Reunidos por primera vez bajo su liderazgo, señor Presidente. Algo que nunca había sucedido, al contrario, siempre hubo competencia entre las instituciones, que incluso llegó a situaciones vergonzosas en los escenarios locales y los organismos internacionales.
En estos momentos, se hace urgente que el Consejo de Cambio Climático, junto con el Consejo Nacional de Medio Ambiente, asuman la coordinación de las acciones que desarrollamos en esta lucha desigual, o más bien, en este pase de factura que nos está dando la naturaleza.
Señoras y señores: hace 14 años inscribimos a Sur Futuro como organización observadora ante la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Siempre nos llamó la atención que por muchos años éramos la única organización de la sociedad civil registrada.
Desde entonces, hemos asistido a las denominadas conferencias de las partes, o COPs, ya sea como ONG observadora o dentro de la delegación oficial.
Hemos tenido la oportunidad de presentar a ese nivel, por ejemplo en Varsovia, los avances en la formación de miles de maestros en cambio climático, y en la UNESCO de París presentamos la experiencia de las cabañuelas, nuestros campesinos que son expertos observadores climáticos.
Yo misma estuve en Copenhague en 2009.
Todavía recuerdo aquella experiencia agridulce, al ver reunidos a los principales líderes del mundo con la esperanza de que finalmente íbamos a controlar los combustibles fósiles para limitar el calentamiento global, y yo estuve ahí, viendo eso volverse sal y agua.
Desde entonces, ya nos decían que íbamos en camino “hacia un terreno desconocido”, como aquellos exploradores que se lanzaron al descubrimiento de América, o del polo norte, sin mapa ni rumbo, y que era asunto de 50 años o más, algo muy lejano.
Hoy, tan solo 14 años después, resulta que ya estamos donde no queríamos estar, ya estamos dentro de un terreno desconocido, sin mapa ni rumbo.
Si no es así, díganme ¿cómo vamos a enfrentar las olas de intenso calor que hoy padecemos; como enfrentar la reducción de las lluvias, las sequias y la caída repentina de la lluvia de un mes en pocas horas, como sucedió hace apenas 6 meses en Santo Domingo y en el Este con Fiona.
Nuestros campesinos esperan que el agua vuelva a correr por los arroyos como antes, para dar de beber a sus animales, para regar sus cultivos, y para nutrir los acueductos que hoy no tienen ni gota de agua. Ellos esperan que mayo vuelva a ser el mes de la lluvia, algo que no será.
Díganme ¿qué vamos a hacer con la subida del nivel del mar y el avance de la costa hacia adentro, derribándolas matas de coco, llevándose nuestra arena, afectando hoteles, carreteras y aeropuertos, amenazando una de nuestras más importantes fuentes de divisas?
Díganme ¿qué vamos a hacer con las masas de sargazo que están llegando a la costa en este mismo momento, matando los corales, paralizando las plantas de generación de energía, incluyendo Punta Catalina, y convirtiendo nuestras hermosas playas en espacios repulsivos.
Estamos ante una nueva y real amenaza. No tenemos tiempo que perder y no podemos esperar a la burocracia internacional, la cual tiene 27 años discutiendo lo mismo. Los prometidos fondos internacionales que nunca llegan, llámese Fondo Verde del Clima o Fondo de Adaptación. Hasta ahora, no han sido más que un espejismo para los países vulnerables como el nuestro.
Nosotros tenemos que prepararnos ya. Necesitamos un Plan Nacional de Riesgos Climáticos.
Algunas de las acciones de ese Plan ya están fuera de discusión. Ya basta de seguir hablando sobre lo mismo.
Por ejemplo, 1) la reforestación es la mejor medida de adaptación; 2) fortalecer el liderazgo de las mujeres en la acción climática, pues son las más vulnerables entre los vulnerables; 3) impulsar la educación y la conciencia entre los jóvenes, pues para ellos esto será asunto de vida o muerte muy pronto; y 4) fundar una nueva gobernanza del territorio, sobre todo en las cuencas, de modo que los pobladores se conviertan en protectores y vigilantes de un medio ambiente sano para todos.
Señor Presidente, a diferencia de lo sucedido con la pandemia del COVID 19, con el cambio climático no hay camino de vuelta a la normalidad de antes.
Esta vez, avanzamos hacia la llamada “nueva normalidad climática”.
Finalmente, y con toda la fe que nos da nuestra formación espiritual, no olvidemos la encíclica Laudato Sì: sobre el cuidado de la Casa Común, publicada por el Papa Francisco en el 2020, y su otra encíclica, Hermandad Total, o Fratelli tutti un año más tarde, en 2021.
En ellas, el Papa propone una hermandad global, entre todos los seres humanos y todos los demás seres vivos de la naturaleza.
Esta hermandad planetaria se basa en un concepto nuevo, llamado por él, el amor social, un bello concepto que se manifiesta en una fraternidad sin fronteras y en un dialogo social sincero.
Como dice el Papa ante la nueva situación: “esta vez estamos en el mismo barco, o todos nos salvamos o no se salva nadie”.