Retos para un político del siglo XXI
En cualquier opúsculo sobre la génesis del derecho, como en la obra de P. Calamandrei, por ejemplo, el derecho surge como una necesidad de ponerle fin a la guerra, de conjurar la rapiña y la violencia producida por ésta, fijando bases justas y normas claras que permitan la convivencia social. Renunciando a la ley del más fuerte, a la venganza y organizando instituciones jurisdiccionales donde dirimir los conflictos.
Todos los políticos venimos de la guerra, ya que nuestras vidas sociales están demarcadas en la lucha política, que es lucha por el poder. Casi podría decirse que somos guerreros; y algunos, verdaderos gladiadores.
Las reglas de la contienda democrática deben estar claras para todos; deberían estar claras en leyes electorales, por ejemplo, que en el fondo son al mismo tiempo normas de competencia política que confieren seguridad jurídica contra el clientelismo que se sirve de los débiles y al mismo tiempo –por una pitanza—los despoja del pleno ejercicio de los derechos políticos.
Ética es la “parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre”; por eso, cuando hablamos de ética nos referimos necesariamente a las acciones humanas en orden a su bondad o a su malicia.
No estamos hablando tampoco, ingenuamente, de un “partido de buenos”, sino de una participación responsable y transparente. Estamos precisados de establecer un consenso ético que nos permita participar transversalmente en la política. Pacto moral con participación transversal, cada quien en el partido de sus simpatías. Los Partidos de Buenos han fracasado en el curso de la historia (caso de Cicerón en Roma), o de los Demócrata Cristianos de Italia. Estamos hablando de Estado de Derecho y Fin del Derecho.
En razón de que no es posible en tan poco espacio proceder a una explicación detallada de todas las virtudes públicas, nos parece conveniente hacer hincapié en este resumen que señalo a continuación, y que podrían servir de objeto para un consenso tendente a unificar a todos los políticos en el propósito del bien común.
1) Verdad: Gandhi hablaba de la “Fuerza de la Verdad”. Las personas no tienen un conocimiento absoluto de la verdad, por eso era opuesto a la pena de muerte, ya que el ser humano, todos los seres humanos, somos capaces de equivocarnos. También decía, que la verdad nos libera del miedo, capacitándonos para una vida digna.
Una cosa es decir dolosamente una mentira; y otra, estar en un error sobre la base de la ignorancia o la falta de información. Un animal no puede mentir. Un hombre podría mentir, de donde la veracidad es un imperativo de humanidad.
La verdad es, en un momento determinado, aquello sobre lo que la comunidad científica ha determinado una certeza después de haberlo comprobado. Las ciencias sociales, que no son ciencias positivas, no han llegado a los niveles de la comprobación empírica absoluta de todas sus formulaciones o hipótesis. El paradigma de la propia Justicia ha sido una que otra vez estremecido por la prédica neoliberal; o, por la Justicia socialdemócrata, conforme a J. Rawls, de permitir determinadas desigualdades en tanto las mismas propicien un bien para la mayoría.
Thomas S. Kuhn en “La estructura de las revoluciones científicas”, deja claro que la historia de la ciencia demuestra que los paradigmas se mantienen vigentes durante un tiempo; pero, que lo que se tenía por irrefutable en un momento determinado, lo que ocupaba el puesto de una verdad absoluta, incluso lo que se tenía por un dogma, había caído como consecuencia de que la “verdad” que sostenía ese postulado resultaba insostenible fruto de la comprobación de una nueva verdad.
2) Justicia: la justicia es la primera de las virtudes públicas. (Platón). Ni siquiera el placer de la verdad supera el placer de la justicia. El Estado de Derecho, que es consustancial a la Democracia, es el estadio donde impera el derecho y la justicia; aun cuando podría haber leyes injustas y antijurídicas.
Justicia es la voluntad perpetua de darle a cada uno lo suyo; darle a cada uno lo que se merece. (Justiniano). Tanto una retribución como un castigo o reprimenda.
Justicia es, equilibrio, igualdad ante la ley; rectitud, objetividad. Respetar el medio ambiente. No hacer acepción de personas, no torcer el derecho que es prevaricación, por complacencia, dinero, amiguismo o por el lazo que crean las dádivas.
Así como una calumnia es un arma de guerra. La mejor de las leyes podría ser desfigurada en sus propósitos. Y la venganza siempre es una caricatura de la justicia.
“Sed Justos primero, si queréis ser felices”. Juan Pablo Duarte. Es que hay una felicidad en la justicia, una bienaventuranza en la justicia. Existe una válida aspiración a la felicidad; pero, la felicidad sin obras de Justicia no es posible.
Y qué decir de la Regla de Oro: “No hagas al otro lo que no te gustaría que te hicieran a ti”.
La necesidad de justicia va más allá de la amabilidad. A veces vamos donde un funcionario a buscar justicia, y recibimos peligrosas sonrisas de amabilidad; pero, no la prestación que demandamos y merecemos.
El anteriormente citado, Mahatma Gandhi decía, que los bienes con que Dios ha provisto el mundo alcanzan para todos; pero, todos los bienes de este mundo no alcanzan para la codicia de unos pocos.
3) Honor: cualidad moral que nos lleva al cumplimiento de nuestros deberes respecto del prójimo y de nosotros mismos.
¡Quién no quiere ser llamado honorable! Honorable es el que cumple con su deber, y porque redime lo que debe, se beneficia de una buena reputación, de buen nombre y fama.
La honorabilidad nos viene a consecuencia de cumplir todas nuestras obligaciones. Familiares, religiosas, profesionales y políticas.
4) Transparencia es: “Sinceridad manifiesta en la acción visible”.
Es del mundo de la política y de la lucha por el poder una doble moral, entroncada en el arte de disimular y las hipocresías, cuando nuestra conducta aparece determinada por las ceremonias y gestos del poder. Verbigracia, aparentar clemencia; o, recurrir a una extrema parsimonia, que como diría Maquiavelo: “Ayuda a reinar”.
Ilustrativo el caso de César, que después de su victoria en la conquista de Las Galias, en la apoteosis, hizo desfilar en la entrada triunfal a Roma, al líder galo Vercingetorix, para finalmente hacerlo estrangular.
Juan XXIII decía que en su experiencia diplomática como Nuncio Apostólico en Turquía y en París, su arma secreta diplomática siempre fue la sinceridad, que lo sacó de muchos apuros en ambientes hostiles.
La transparencia nos protege de nosotros mismos, de nuestras debilidades, porque hace posible que la comunidad política nos acompañe, y eso nos ampara de nuestros propios excesos.
5) Templanza: hemos dejado de último la templanza. La templanza es una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en moderar los apetitos y el uso excesivo de los sentidos, sujetándolos a la razón.
Hay una necesidad de que permanezcamos sobrios, austeros. Muchos podríamos desquiciarnos al alcanzar una función pública. La borrachera del poder; la parranda del poder podría destruirnos y llevarse por delante la familia y estropear el ejercicio para el que hemos sido electos.
Siempre se habla en términos abstractos acerca de la comida del boa. El boa debe comer para que duerma, para que no haga daño; pero, es difícil que en el mandato público nosotros nos planteemos la situación de que el boa seamos nosotros mismos, y que, al mantenernos ahítos, hartos, no realicemos la misión que nos fue encomendada. ¿Seré yo el boa?
Finalmente, queremos proponerles a todos… a todos los que tenemos vocación a los asuntos públicos—y, para que se salve la Democracia—un acuerdo moral fundado en: verdad, justicia, honor, transparencia y templanza.
Para que siendo justos seamos felices, y hagamos felices a nuestros hijos y a los hijos de sus hijos.