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La ruta del casabe: Cultura, historia y pasión

La ruta del casabe comprende un recorrido por las principales industrias de Monción, provincia de Santiago Rodríguez. Una experiencia que impulsa a consagrar mundialmente a este patrimonio cultural.

Cayena GonzálezSanto Domingo, RD

Me sentí turista en mi primera visita a Monción, Santiago Rodríguez. A pesar de que el trayecto fue largo y cansado, valió la pena. Debo admitir mis bostezos. Entre sueño y sueño, parecía vencida. Cuando mis ojos se abrieron en el Mirador Doña Mechi, la primera parada de la ruta del casabe, todo fue distinto.

Con una impresionante vista a las montañas, salimos del vehículo y nos acercamos a una dama con notable carisma y alegría que saludó con calidez e hizo de anfitriona a lo que ella llama a “la experiencia taina”.

Muchos desconocen la importancia del casabe para el país, principalmente para esta demarcación, pero doña Mechi, no. Y compartió su significado.

El casabe es su vida. Gracias a él pudo levantar a su familia. Y no solo fue su caso particular: todo Monción ha crecido gracias a su fabricación. La región lo ha convertido en un elemento propio y así lo proyectan los visitantes. Es parte fundamental en su día a día, tan imprescindible para su alimentación como el agua.

Cándida Mercedes Castillo, es su nombre de pila. Es la dueña de una pequeña fábrica donde laboran no más de 10 empleados. Con mucho entusiasmo, esta mujer de 68 años se levanta cada mañana a dar lo mejor de sí, para enseñar la historia de ese producto y brindarle a sus comensales una oferta fresca, artesanal y cuidada, llena de su esencia y su amor por el trabajo.

Las montañas no fueron lo único cautivador. El colorido del paisaje obliga a saborear un casabito de coco con mermelada de guayaba. Su sabor me enamoró, quede con deseos de llevarme la fábrica.

Allí también se puede degustar el famoso “jugo de yuca” que aún no se comercializa, pero su sabor es un viaje al olimpo. Al tomarse parece como beber ponche de coco.

El recorrido por la fábrica fue gratificante. Se aprende sobre la historia y la forma en la que nuestros ancestros convirtieron una simple yuca en un alimento tan versátil, en primera instancia, para sobrevivir y transformado, luego, en parte fundamental de su cultura.

Fue una mañana muy dinámica. En un momento nos rodearon unas jovencitas con la cara pintada y vestidas con faldas de hojas naturales. Ellas invitaban a bailar al “estilo indígena”, con doña Mechi dirigiendo la danza alrededor del burén, donde luego nos enseñaría a preparar el bien culinario.

El burén es una estructura de barro donde se coloca leña debajo para poder darle cocción al alimento. Luego del baile, un invitado preparó su propio casabe de coco, aunque estuvo a punto de quemarse.

La segunda parada

La segunda parada de la ruta fue rumbo a la primera fábrica que lo comercializó: Guaraguanó.

Su propietario, Nicolás Almonte, fundó esta empresa a mediados de los años setenta, cuando vio la necesidad de vender el producto que entonces solo era realizado para compartir en familia.

A sus 74 años se ha pasado su vida trabajando con y para el casabe. Contó sus inicios con nostalgia y su orgullo por haber llegado hasta este punto. El pasó de reinventar maquinarias hasta hacerlo industrialmente.

Narró la historia de cómo volvió realidad esa necesidad que había entonces de comercialización. Recorrimos la fábrica, repleta de máquinas sofisticadas, guiados por una joven que iba recitando los procedimientos para la fabricación de este producto y el funcionamiento de los equipos.

Observamos algunos de los procesos y percibimos la diferencia en los modos de trabajo. Fue evidente que por el equipamiento de la fábrica el casabe se producía con mayor rapidez.

Tanto en doña Mechi como en Guaraguanó, existe el mismo objetivo: llevar el mejor casabe a los comensales del país, y mantener nuestra costumbre culinaria.

Luego de Guaraguanó, el recorrido siguió a una escuela de Monción. A nuestra llegada, nos recibió una fila de jóvenes con banderas y carteles con la frase: “Bienvenidos a Monción, capital del casabe”.

Una bus musicalizado nos transportó por el recorrido para conocer la presa de Monción. El cual lucía como un lago infinito, alineandose al final con las montañas y las nubes. El sitio derrochó todo su esplendor, bajo un intenso cielo azul. El brillo iluminaba las aguas. Las fotos no le hacían justicia a semejante panorama.

De allí nos dirigimos a Industria Angavil, que a pesar de que no pertenece a la ruta del casabe, es muy innovadora, por lo cual formó parte del recorrido de la Unesco. Con extrema organización y cuidado nos recibieron en la fábrica y, vestidos como cirujanos, recorrimos las instalaciones.

El ingeniero a cargo de la fábrica nos mostró cómo de forma más automatizada realizaban los procesos de producción y empaque. Llegamos a un laboratorio donde minuciosamente revisaban el casabe para medir su calidad.

Para finalizar, presenciamos su última innovación, un equipo para realizar productos en forma de Snack. Esta máquina reduce casi totalmente la manipulación de los empleados, no para reemplazarlos, sino para facilitar su trabajo y disminuir la exposición al calor al momento de cocerlos.

Por cuestiones de tiempo no pudimos conocer Casabí, la tercera parada de la ruta, pero el recorrido nos permitió acercarnos a parte de la cultura y el trabajo moncionero, además de disfrutar la espectacular vista que nos regaló el municipio.