Asia

Enfoque

Ucrania, un año después

Alejandro HerreraSanto Domingo, RD

Con más de 300 mil fallecidos, millones de personas desplazadas y decenas de ciudades y pueblos en ruinas, la invasión militar rusa a Ucrania arriba a su primer año, enseñoreada como el mayor conflicto bélico en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, que junto a la pandemia del COVID 19, ha perturbado la economía mundial, con repercusiones negativas para todos nuestros países.

Aun cuando aquel 24 de febrero del 2022, nos sigue pareciendo un hecho de ayer, en un contexto de conflicto donde citando a nuestro buen amigo Ignacio Ramonet: “Los medios de masas estuvieron combatiendo –y no informando- en favor de lo que podríamos llamar la posición occidental”, llegar al primer año sin vencedores ni vencidos definitivos, vuelve a colocar el factor tiempo como la variable clave, para que la verdad de los hechos ocupe su justo lugar en la viva realidad de lo que acontece.

Ni la Rusia de Vladimir Putin ha resultado tan fuerte y poderosa militarmente, como el imaginario colectivo pensaba, ni Ucrania con su presidente, el exactor televisivo Volodimir Zelenski, en pie de guerra, ha resultado tan débil como se creyó, y que ayudada por los Estados Unidos y Europa iba, no solo a resistir, sino hasta presentar batalla al gigante euroasiático invasor, al punto de obligarlo a retroceder y quizás a replantearse su plan de invasión, haciéndolo menos ambicioso y abarcador para una Ucrania que no le ha sido fácil dominar.

Hoy Rusia es tan capitalista como Estados Unidos, ¿por qué vuelven a enfrentarse indirectamente en la invadida Ucrania? ¿Por qué la diplomacia y la ONU fallaron en su intento de evitar este conflicto? ¿Por qué la ampliación de la OTAN con la inclusión de países de la antigua órbita soviética es recibida por Rusia como una amenaza y provocación a su soberanía y a su seguridad Nacional? ¿Están los intereses de la Unión Europea supeditados al rol de la OTAN? ¿Por qué no se logró la federalización de Ucrania e integrar a las regiones prorusas de Lugansk y Donestk a un sistema de Estado Federado Ucraniano?

¿Está el presidente Vladimir Putin afectado por un síndrome de grandeza imperial? O como pregunta Alejandro López Canorea en su libro “Ucrania. El camino hacia la guerra”: ¿Es Ucrania el último actor desestabilizado que ya Rusia no podía permitirse perder en favor de Occidente, o solo el primer paso en la reconstrucción de algo mayor?

Esta guerra de Ucrania-Rusia tiene un efecto que va más allá del escenario geográfico en que se desarrolla. Vladimir Putin, de 71 años, con más de dos décadas con el control del poder en Rusia, donde se “habla del putinismo para designar un sistema presidencialista cuya práctica entronca con la autocracia”, y con el despliegue de renacidas lógicas imperiales, alentadas por este gobernante convencido del empeño de devolver al gigante euroasiático su influencia imperial en el mundo.

En la perspectiva de un mundo en tránsito de la bipolaridad a la multipolaridad, para importantes estrategas militares estadounidenses “la Rusia de Vladimir Putin es ya una amenaza aguda, y Ucrania es apenas la antesala de otros grandes conflictos que se avecinan, como el que se gesta en el mar de la China Meridional”. Nuestro mundo será cada vez más inestable y en Ucrania, una potencia nuclear como la Rusia de Putin, enfrenta a un enemigo respaldado y armado por Estados Unidos y otras decenas de países, que le otorgan a este conflicto los componentes de riesgos, para que pueda desencadenarse la Tercera Guerra Mundial de consecuencias imprevisibles para la supervivencia de la humanidad.