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Los apuros de un embajador (II)

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Enmanuel Esquea GuerreroSanto Domingo, RD

Las Naciones Unidas es una de las instituciones donde se manifiesta con mayor fuerza el juego de la política. En esa organización están presentes todos los Estados, y mientras mayor sea la demostración de poder político y económico, más grande será su participación en el gobierno de ese organismo y en consecuencia, más ventajas políticas y económicas podrá obtener en favor de su país.

De ahí que la presencia de un presidente, una primera dama o un canciller con ocasión de la Asamblea General Anual o una conferencia especializada, conlleva un protocolo que se manifiesta en grandes almuerzos, cenas y agasajos que, dependiendo de la demostración de riquezas y poder que el país quiera proyectar, se realiza en los más caros e importantes hoteles y restaurantes.

Uno de los países latinoamericanos que implementa esa práctica es México y por eso, con ocasión de la Conferencia de los Derechos del Niño, su primera dama ofreció un almuerzo en uno de los más exquisitos y famosos restaurant de Nueva York llamado “Le Coup de Fusil”, propiedad de la Condesa Marina de Brantes quien por demás, para la época, era la cuñada del presidente de Francia, Valery Giscard d’ Estaing.

A diferencia de las recepciones, en las cuales usualmente asiste mucha gente, inclusive sin invitación previa, cuando se trata de un almuerzo, sólo las persona sque han sido anticipadamente convocadas, pueden asistir al mismo. La razón de esta formalidad se explica por el hecho de que esta actividad no es de pie sino sentado y además, porque el número de comensales debe ser determinado antes del evento.

Es por lo anterior, que la cantidad de convidados a un almuerzo es regularmente pequeña, aun cuando sea con ocasión de una conferencia donde son muchos los participantes. Fue por lo que la invitación al almuerzo de la Primera Dama de México solo estaba dirigida a la primera dama de cada país y a su Embajador Jefe de Misión.

Cuando la secretaria me informó de esa limitación, comencé a preocuparme porque sabía que doña René viajaba acompañada del embajador Logroño y su señora esposa y adivinaba que ella no querría asistir si ellos no eran invitados.

En cualquier otra circunstancia, se hubiera podido presentar una excusa, pero después del incidente del día anterior, se habría visto como una retaliación y un desprecio a la anfitriona, lo que no era conveniente para ninguna de las personas involucradas ni para el país.

Había que buscar una salida rápido, sin que trascendiera el impasse. Fue entonces cuando tomé el teléfono y llamé personalmente al embajador de México a quien expliqué sin muchos detalles mi preocupación. Después de oírme, el Embajador Muñoz Ledo me respondió: “Embajador, México y la República Dominicana son dos países hermanos, la invitación va para usted, la primera dama y sus acompañantes”. Fue así como esa tarde, pudimos todos degustar el menú de “Le Coup de Fusil”.