Provincias

Trayectoria de un maestro y su arte

El museo de Cándido Bidó en la ciudad de Bonao es un activo centro cultural donde se muestran las obras del maestro y se realizan iniciativas en beneficio de los jóvenes y artistas locales.

Estatua erigida en honor al maestro de la pintura dominicana, Cándido Bidó.

Odette SaldívarMonseñor Nouel, R.D.

Cándido Bidó, por lo general, es conocido por sus mujeres. No es que haya sido ningún faldero, más bien su obra se reconoce por su clara tendencia a retratar féminas. Si se busca su nombre en la red de redes, lo que más aparecen son imágenes de estas doncellas, plasmadas sobre la tela con los colores más optimistas del Caribe. Son marca país, como las Limé.

De miles de puntos de colores positivos impregnaba lienzos este hombre, de aquel pueblo entre San Cristóbal y La Vega, con gran destreza del pincel. Hacía propios los tonos lúdicos del amarillo, el naranja y el rojo, y las gamas de calma del azul. El artista plástico bonaense tenía una forma inconfundible de pintar, que donde sea que se vea hoy su creación, será identificada.

“Yo pinto sobre las cosas y gente de mi pueblo”, llegó a decir, porque sus cuadros son representaciones de su tierra tropical, a la que baña constantemente el sol; esa misma de la que habla Pedro Mir en su poema. Dibujaba la naturaleza, como un fiel amante; y en muchas ocasiones dejaba volar sobre ella una que otra paloma, como una alegoría de la paz y la buena voluntad que anhelaba; tranquilidad que le caracterizaba, según comentan los que le conocían.

Sin embargo, ni una ni la otra es la particularidad de la que se suele percatar, inicialmente, cuando se descubren las obras de este señor. Son las mujeres, que se exhiben erguidas en sus cuadros, vestidas y desnudas, de perfil, de frente o dando la espalda; con flores, pañuelos y sombrillas. Señoras con niños y con aves, de día o noche. De todas las maneras las pintaba. Es difícil no fijarse en que uno de los elementos representativos del arte de Bidó, a parte de su afán por todos los matices del color azul, cosa que él mismo decía que era parte intrínseca de sus dibujos, y las palomas, son las muchachas que protagoEn una exposición de muñecas de trapo llevada a Francia, en un momento que el gobierno francés le hizo un reconcomiendo especial, se resalta la mujer con un enfoque de carácter sociológico y antropológico. Es una representación de la realidad sociocultural de la dominicana. Por mencionar uno de los varios ejemplos.

Algo bastante interesante sobre las producciones del “Maestro del Azul”, como suelen llamarlo, es el hueco negro y vacío que tienen por ojos. Es como si vivieran totalmente aisladas de la vida de los simples mortales. “Él prefería no hacerle ojos a sus figuras, porque el mundo estaba lleno de muchas injusticias sociales”, señala Julio Valentín, director de la Plaza de la Cultura de Bonao. Según este, esas mujeres eran ciegas al maltrato, a los niños sin alimento, a las familias sin techo, entre otras amargas situaciones del mundo. Así que ellas vivían sumergidas en su distopía, donde imperaba la felicidad.

Vida del artista

Llevó a sus muchachas a recorrer el mundo, porque tuvo fama fuera de Quisqueya, y nunca se vanaglorió con ellas. Las expuso en toda la región del Caribe, en Estados Unidos, en varios países de Europa, incluso llegó a exhibirlas en el continente asiático. “Papá hizo más de 30 exposiciones a nivel internacional, pero para mí el gran legado de mi padre es la creación de la Plaza de la Cultura, Museo Cándido Bidó en Bonao”, es lo que destaca Paúl Bidó, uno de los cuatro hijos del pintor, explicando que gracias a esa iniciativa hoy cientos de alumnos se forman en danza, pintura, teatro, entre otras artes a las que antes era difícil de acceder en aquel pueblo. Es decir, sobre toda creación, siempre se mostró preocupado por compartir sus conocimientos de artista, enseñando a varias generaciones.

“Cándido sabe que hizo una gran obra, pero jamás se imaginó que esa obra iba a perdurar en el tiempo con el nivel de apego que tiene esta nación”, sostiene Valentín, sobre el legado antes mencionado.

Dulzura, candidez, nobleza y humildad son algunas de las características que destacan de su persona. Valentín lo rememora como un hombre “extremadamente alegre”. “Yo no recuerdo al Cándido triste”, afirma. Inclusive sus pinturas testifican sobre la alegría que otros veían en él. Muy pocas fueron las obras creadas con tonalidades sobrias. “Aún en los momentos de tristeza, Cándido procuraba que tuviera (sus creaciones) una cuota de esperanza”, continúa expresando el director de la plaza en Bonao.

Tal vez lo que influyó en su inclinación a pintar señoras, fueron las mujeres de su vida. Nació en 1936, y desde los 12 años vivió con su madre, tras perder a su padre, un humilde zapatero, cuando se adentraba en la adolescencia. Eran seis hermanos. A la partida hacia la capital del mayor y la lamentable pérdida, los únicos hombres en su casa eran él y otro hermano de menor edad. Por lo tanto, desde muy temprano se convierte en el protector y proveedor de sus tres hermanas.

Quizás fue luego, en Santo Domingo, cuando en el colegio Serafín de Asís trabajaba bajo la guía de la Madre Superiora sor Julia y las hermanas Franciscanas. Es allí cuando Sor Julia descubre su ineludible talento y le permite prescindir del trabajo, una o dos veces a la semana, para ir a formarse en su vocación en la Escuela Nacional de Bellas Artes.

Quién sabe si la razón fueron sus parejas. Se casó, en primera instancia, con Modesta Vargas. Con ella formó una familia; tuvo sus cuatro hijos: Mayra, Paúl, José Luis y Karina. “Siempre fue muy amoroso, muy cariñoso”, comenta Paúl, el mayor de los hermanos, refiriéndose al rol de padre del artista. Cuando queda viudo, decide darse otra oportunidad y conoce a la también artista Inés Jáquez, su último amor.

Bidó y la mujer

Sea cual fuere la razón que motivó esta tendencia, las damas de sus pinturas hacen un homenaje a la fémina como portadora de vida. Según Valentín: “El maestro trabajó mucho el tema de la maternidad”.

Además, esas damas no están pintadas de manera convencional, más bien el maestro tuvo la intención de hermosear a cada una de ellas. Le pone flores, pañuelos, pájaros planeado sobre la cabeza, entre otros elementos que multiplican su belleza.

Formó parte de varias entidades y patronatos de protección de estas. El director del museo explica que “Cándido estaba consciente de que proteger a la mujer era proteger a la sociedad”. Además, colaboró con muchas causas sociales que procuraban la difusión del trabajo de la dominicana dedicada a la artesanía y el arte en todas sus expresiones.

Un lunes siete de marzo de 2011, todas sus mujeres se vistieron de luto. Muere luego de ser diagnosticado con un síndrome coronario severo. A medida que se acercaba ese día de marzo, en sus últimos años, pintó y lo hizo siempre con la misma alegría, que incluso su cripta adornó de vibrantes colores. Actualmente, aunque ya su risa no puede ser vista, su obra permanece inmortal.