Análisis.
Guerra en Ucrania toma giro peligroso para el mundo
Lo que comenzó como una operación especial del Ejército ruso para proteger la población ruso-parlante en el Donbass, desarmar los batallones nazis y destruir la capacidad de agresión desde Ucrania a Rusia, un año después se ha tornado en una amenazante guerra con gran capacidad destructiva.
Convencida de que Estados Unidos y Europa habían engañado a Rusia tras la desintegración de la Unión Soviética y del Pacto (militar) de Varsovia, y además habían saboteado el Acuerdo de Minsk para la paz en Ucrania, el presidente Vladímir Putin les exigió garantías por escrito de que las tropas del pacto militar OTAN no se situarían en sus fronteras terrestres.
La arrogancia de los gobernantes de Estados Unidos y la Unión Europea los cegó de tal manera que en lugar de dar garantías vinculantes y por escrito de que la OTAN no avanzaría más hacia el este de Europa, lo que hicieron fue armar a una Ucrania dominada por la ideología nazi y por un creciente sentimiento anti-ruso, y apoyar de toda forma el exterminio de la población de Donbass, burlándose de los acuerdos diplomáticos de Minsk, que sellaban un camino de paz mediante negociaciones, no por la fuerza militar.
Merkel confiesa engaño
Ahora, a finales de diciembre, la excanciller alemana Angela Merkel, declaró al semanario Die Zeit que el Acuerdo de Minsk sirvió para ganar tiempo para rearmar a Ucrania. “El acuerdo de Minsk de 2014 fue un intento de dar tiempo a Ucrania”, que “también se utilizó este tiempo para hacerse más fuerte (armada), como se puede ver hoy”, agregó.
Entre diciembre de 2021 y el 15 de febrero 2022, las peticiones formales de Rusia de que se les otorgasen esas garantías, fueron ignoradas y en cambio, tanto Estados Unidos como la OTAN se comprometieron a combatir al ejército ruso en el caso de que atacara a Ucrania.
El 24 de febrero de 2022, el presidente Putin ordenó al ejército ejecutar una operación especial para impedir que el territorio de Ucrania se constituyera en una base de la OTAN para agredir a Rusia.
Además de demoler la maquinaria militar y liquidar los más peligrosos batallones que masacraron poblaciones de Donetsk y Lugansk enarbolando el estandarte del criminal nazi Stepán Bandera, las tropas rusas encontraron decenas de laboratorios de armas biológicas que estaban en expansión, con tecnología, financiamiento y expertos de la misma OTAN.
El peligro que representaba para millones de rusos y el mundo una Ucrania en manos de fanáticos nazis narigoneados por la misma OTAN, era grande e inmediato.
Tomando en cuenta las palabras de Merkel, la burla al Acuerdo de Minsk no solo fue para armar con aviones, tanques, blindados, artillería, navíos, adiestramiento, asesoría y despliegue de oficiales extranjeros y soporte de inteligencia, sino también con armas bacteriológicas que estaban en pleno desarrollo.
Ante las primeras acciones del ejército ruso, Estados Unidos y Europa respondieron –no con tropas como habían prometido- sino entregando una descomunal asistencia crediticia y de equipo militar a Ucrania y un carrusel de sanciones económicas, financieras y diplomáticas contra Rusia para destruir su producción, su comercio y su relación con el mundo.
Las sanciones estadounidenses y europeas contra Rusia se extendieron al petróleo y el gas que compraban, y dispusieron la prohibición de vuelos de aeronaves rusas en el cielo de esos países.
El balance es estremecedor: después de las sanciones, Europa compra combustibles mucho más caros en Asia y en Estados Unidos, llevando la inflación a las economías más importantes de esa región y exportándola al mundo en forma de mercancías y servicios.
Escalada de la guerra
A casi un año del inicio de la operación que se ha transformado en una guerra, Estados Unidos y Europa están tratando de provocar una derrota parcial a Rusia que la debilite, sin que ello represente una humillación militar, que sería imposible hacer pagar a una potencia nuclear que además dispone de los mejores, más potentes y más rápidos misiles para atacar cualquier punto del planeta en muy pocos minutos.
Estados Unidos y Europa han impedido –hasta ahora- que Rusia desarme a Ucrania. Las tropas rusas han golpeado la maquinaria militar ucraniana de forma descomunal, con la destrucción de 402 sistemas de defensa aérea S-300, Buk-M1 y Osa; 7,641 tanques y otros blindados, 3,936 cañones de artillería de campaña y morteros, 992 lanzacohetes múltiples.
El Ejército ruso, también, ha destruido 381 aviones de combate ucranianos propios y suplidos por la OTAN, 204 helicópteros, 2,964 drones militares y 8,189 vehículos de uso militar en combate.
Si no fuera por el río de armas que suple Estados Unidos y Europa, principalmente, a Ucrania, la capitulación y la paz estuviera al doblar de la esquina.
La cantidad total de dinero que Estados Unidos ha enviado a Ucrania desde el inicio de la guerra se sitúa por encima de 68,000 millones de dólares, y para este año tiene apartados 45,000 millones en asistencia armamentística de su presupuesto de Defensa de 847.300 millones de dólares.
Lejos de detener el envío de armas y avanzar en el diálogo para acabar la guerra que desangra a Ucrania y desestabiliza la economía en todo el mundo, el pasado miércoles Alemania anunció su decisión de enviar a Ucrania 14 carros de combate Leopard 2, además de autorizar a otros países a que entreguen este tipo de armas.
Junto a ese anuncio alemán, Estados Unidos incrementa el envío de proyectiles de artillería, drones y ahora también entregará tanques Abrams M1, que si bien no representan un problema serio para las tropas rusas que disponen de armamento letal para destruirlos, muestra la disposición de ‘Occidente’ de prolongar la guerra.
Esta obstinación guerrera está persuadiendo a Rusia de que ya no está en una operación especial, sino que opera en una guerra directa contra Estados Unidos y la OTAN que apuestan a provocarle una derrota que resultaría inaceptable para Putin y el Ejército ruso.
Economía y hegemonía
Estados Unidos y Europa lanzaron un carrusel de sanciones diplomáticas, comerciales y financieras contra Rusia, cuyo resultado ha sido frustrante para sus patrocinadores: una insoportable inflación en las principales economías europeas y norteamericana que han arrastrado a gran parte del resto del mundo.
La economía rusa ha sorteado las sanciones comerciales y financieras con un éxito asombroso y mantiene una estabilidad política sorprendente.
A la par, Estados Unidos obliga a Europa –y ella obedece lacayunamente- a comprar todos los combustibles de su industria y servicios a precios mucho más caros de los que se los proporcionaba Rusia.
Los grandes negocios estadounidenses se han apropiado del mercado del gas en Europa a precios duplicados y simultáneamente el gobierno norteamericano le aplica una política de retorno de inversiones a su territorio que hace estragos en las economías europeas.
El resultado es muy claro: Estados Unidos suple el mercado europeo y a la vez estimula a los inversionistas en todo el mundo a retornar con sus capitales al territorio norteamericano.