No hay luz al final del “Túnel”
Los que sobreviven en “El Túnel” de Capotillo se levantan todos los días con la esperanza de que alguien llegue con una varita mágica a protegerlos y mejorar sus condiciones de vida.
Con basuras por montones, escombros de todo tipo, hojas de zinc oxidadas y olor a heces fecales es como el ‘Túnel de Capotillo’ le da la bienvenida al Año Nuevo. Y también a sus visitantes.
Atados a vivir en condiciones deplorables, los residentes dicen sentirse “desamparados” en aquel callejón perjudicado por la inmensa suciedad que los arropa.
El hambre, las enfermedades, la pobreza y el temor, son algunas de las penosas características que definen la realidad de quienes habitan en el Túnel.
Hogares construidos de block, ‘sin pintar’ y casas de placas de zinc o maderas, constituyen el escenario que, de forma continua, se percibe en cada punto dado entre las callejuelas de este sótano a cielo abierto.
Llegar hasta allí no es una tarea fácil. Para arribar hasta este lugar atípico, marcado por la pobreza y la delincuencia, hay que atravesar estrechos caminos que hacen del trayecto todo un desafío.
Sin embargo, fuera de este espacio, atrapado por la mugre y las ruinas de viviendas en estado crítico, sigue una larga andadura que termina con el famoso Río Isabela, el cual se ve afectado por la enorme cantidad de desechos plásticos que los mismos ciudadanos se encargan de arrojar.
A pesar de lo difícil que podría verse la vida allí dentro, la gente trata de sobrevivir como puede. La mayoría de moradores, para no decir todos, son nacidos y criados en el Túnel de Capotillo, quienes, con el pasar de los años, han hecho de esta infrecuente zona, una gran y olvidada comunidad.
Residentes desamparados
Miguel Hernández de 65 años, quien reside en el lugar desde hace más de 2 décadas, contó que se encuentra desamparado y sin ninguna ayuda. Su única fuente de ingresos era vender gandules, pero tuvo que dejarlo debido a una enfermedad.
“Sobrevivo con lo que me dan los vecinos”, dijo Hernández mientras sus lágrimas caían de sus ojos y mostraba una cebolla, siendo esto ¨lo único que tenía para comer¨.
Ante esto, Miguel narra que sus hijas lo ayudaban con sus gastos, pero tienen alrededor de tres meses que no lo visitan. Especificó que el esposo de una de sus hijas tiene cáncer por lo que ésta “no puede ayudarlo”.
Hernández vive solo en una pequeña casa, descuidada y mugrienta. Solicitó a las autoridades pertinentes una ayuda para sostenerse.
Jensi Joel Pérez, es otro que vive en condiciones inhumanas, quien vive en una casa a punto de derrumbarse, forrada a la mitad con planchas de zinc antiguo.
Pérez, de 44 años, informó que se busca la vida como personal de limpieza en el “Mercado Nuevo” de la Avenida Juan Pablo Duarte.
Pisos de tierra, goteras que traspasan el decrépito techo de zinc, un colchón viejo y una pequeña estufa son los elementos que conforman la vivienda de Joel, quien asegura tuvo que “mandar a sus hijas a vivir con su abuela por la situación que afronta’’. Estos son apenas dos casos de decenas de residentes que existen en el marginado sector, pues, las precariedades forman parte de la vida de las familias que habitan en el lugar.
Inseguridad por falta de uniformados
Los residentes del sitio aseguraron que son huérfanos de autoridades y que ante la ola de atracos que sufren, “los policías solo visitan el área en raras ocasiones”.
El “Destacamento Policial Capotillo III”, en el mismo corazón de El Túnel, estaba vacío. Nadie pudo localizar a los agentes o autoridades aññí destacados.
Sin embargo, vecinos contaron que en el destacamento solo está un policía, el cual no da abasto para enfrentar a los delincuentes del lugar.
“No se puede andar con cartera o prendas, a un muchacho lo atracaron a plena luz del día”, declaró una señora, quien prefirió sea reservado su nombre.
Negociantes
La mayoría de las personas consultadas en el Túnel de Capotillo no son empleados de ninguna institución. Muchos tratan de salir hacia delante por sus propios medios, vendiendo comida o vegetales.
Puestos de empanadas, colmados, venta de huevos hervidos, de auyamas, frutas y vegetales son los puestos de trabajo de los pobladores que buscan llevar el sustento a sus familias.
Una joven de 34 años, quien prefirió no revelar su nombre, contó que ha pasado toda su vida residiendo en este lugar. La joven es la propietaria de un colmado.
Esta expresó que a veces su trabajo puede verse amenazado debido a la delincuencia y, que por esa razón cierra a las seis de la tarde, ya que trabajar de noche es muy peligroso.
Asimismo, hizo un llamado a las autoridades a que intervengan en el lugar, frenar la delincuencia y a ayudar a los lugareños a tener una mejor calidad de vida.
“Nos sentimos marginados” fueron una de las últimas palabras de la comerciante que expresó con el rostro cabizbajo.
Parques en total descuido
Los infantes que viven en el Túnel de Capotillo se ven afectados por el deterioro de los columpios que conforman los dos parques de esta comunidad. Amarrados y sujetados por grandes candados es como se pueden observar, debido a que se dañados y oxidados por completo.
También, tienen a su disposición 2 canchas de baloncesto y, a pesar de que necesitan ser remodeladas, esto no parece ser un impedimento para que los jóvenes logren divertirse y practicar este deporte.