Enfoque
Tiemblan las democracias americanas
Este 6 de enero 2023 se conmemoró el segundo aniversario del “Asalto al Capitolio de los Estados Unidos”, el cual sucedió cuando partidarios del presidente, Donald Trump, irrumpieron como horda incoercible a la sede del Congreso violentando la solemnidad y burlando la seguridad, ocupando áreas de las instalaciones del edificio durante varias horas.
En ese momento se celebraba una sesión conjunta del poder legislativo en la que se realizaría el conteo del voto del Colegio Electoral, para posteriormente proclamar el candidato presidencial ganador Joe Biden en las finalizadas elecciones presidenciales de 2020.
Todo empezó temprano en la mañana del 6 de enero. Una multitud enardecida en el parque público de la Elipse, la cual se congregó en el mitin Save America, donde los oradores fueron el presidente Donald Trump, Rudy Giuliani y Donald Trump Jr. denunciaron que el Partido Republicano y su candidato presidencial habían sido víctimas de un fraude electoral y exigían la nulidad de las elecciones.
El presidente Trump, no asumió el poder de jefe de Estado para resguardar el orden y la institucionalidad democrática, todo lo contrario, agitaba sus bases denunciando al vicepresidente Mike Pence argumentando que “no hizo lo que debería haberse hecho para proteger a nuestro país y nuestra constitución”, que era rechazar los resultados que daban la victoria al presidente Biden. Este argumento de Trump, tropieza con el primer principio del republicanismo, es que la “lex majoris partis es la ley fundamental de toda sociedad de individuos en igualdad de derechos: considerar la voluntad de la sociedad enunciada por la mayoría en una única votación es tan sagrada como si fuera unánime…” Para Jefferson, el dominio de la mayoría popular era la característica definitoria de una república. Cita: Jefferson, Political Writings, p. 42
En horas de la tarde, cuando el daño a la democracia y sus instituciones estaba hecho, Trump, a través de la plataforma Twitter, pidió a sus seguidores que se vayan a la casa en paz, que ellos eran el partido del orden y la ley, a la vez que les proclamaba como patriotas. Como diría el escritor Miguel de Unamuno, los políticos son mejores utilizando el recurso de la ironía, que el mejor de los escritores.
El balance de los disturbios creó alarmas en toda la sociedad norteamericana, que estremeció a los mercados, mientras el mundo contemplaba impávido un acontecimiento insospechado en la democracia modelo del mundo contemporáneo, y cuyo país se había convertido en el guardián de la democracia global. Washington no había vivido una escena similar desde 1814 cuando los británicos durante la guerra quemaron esa ciudad.
La historia contemporánea recordará estos disturbios como el “Asalto al Capitolio de EEUU”. Este acto de insurrección y terror fue calificado por los miembros de la OTAN de intento de “golpe de Estado”, Donald Trump, como el anticristo de la democracia norteamericana, quien parece desconocer que la República tiene la capacidad de garantizar el orden de la democracia, la transferencia del poder, siempre sujeto al orden institucional, la constitución y el soporte intransigente de las leyes, que está por encima de la egolatría y la multitud desquiciada.
Hablemos de la soberanía de los Estados Unidos, retrocediendo a los tiempos de la revolución norteamericana, que constituyó un gran momento de innovación y ruptura en la genealogía de la soberanía moderna, como afirman Michael Hardt y Antonio Negri, en su fabulosa obra “Imperio”. El proyecto constitucional de los Estados Unidos, surgido de las luchas por la independencia y formado a través de una rica historia de posibilidades alternativas, se abrió como una flor rara en la tradición de la soberanía moderna, proclamada por The Federalist, los constituyentes norteamericanos dotaron esa nación de una constitución capaz de resistir el tiempo y las embestidas producto de las veleidades por la lucha del poder. Este tipo de acontecimiento, como el intento de golpe de Estado en Estados Unidos, propio de grupos neofascistas, son susceptibles de repetirse en cascada, por ejemplo, el domingo 8 de enero del 2023, miles de seguidores de Jair Bolsonaro invadieron el Congreso, la Presidencia y el Supremo Tribunal en Brasilia capital de Brasil, según varias fuentes noticiosas.
Los graves acontecimientos que sacudieron al gigante país suramericano, caracterizado por el intento de acceder al Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo del Brasil, solicitando una intervención militar y la renuncia de Luiz Inácio Lula da Silva, quien tomó posesión del cargo el 1º de enero del presente año, debe ser sancionada de manera ejemplar, para desalentar al movimiento fascistoide que emerge en el hemisferio americano, no se pueden desligar los movimientos internos que suceden en cierto momento de la historia de los países, con hechos lúgubres similares ocurridos en otras naciones, porque en el mundo posmoderno, estos fenómenos y fuerzas son productos del artificio de corrientes retrógradas, que nunca han abandonado la pasión por los tiempos en que las dictaduras o gobiernos de facto constituidos por una minoría opresora, negadora de la democracia, la libertad y los derechos del pueblo. En el Perú fue depuesto el presidente Pedro Castillo democráticamente electo por su pueblo, ahora el intento es en Brasil.
Exhortamos a todo el hemisferio americano a expresar su solidaridad con el demócrata presidente Luiz Inácio Lula Da Silva.
Estos grupúsculos fascistas no pasarán, nuestro hemisferio aprendió a vivir en democracia, la cual ha hecho grandes progresos, todavía tiene muchas imperfecciones, la corrupción, desigualdades e inequidades, también tiene grandes fortalezas, es el mejor de todos los sistemas, es la única forma de garantizar la libertad y los derechos humanos del pueblo.
Conversando con el senador Carlos Gómez por la provincia Espaillat, manifestó sus preocupaciones por las agresiones cada vez más frecuentes a las sedes de los Congresos, como los casos que nos ocupan de Estados Unidos y Brasil, como miembro de la comisión de Relaciones Exteriores del Senado de la República, va a plantear un proyecto de resolución de solidaridad con el presidente Lula Da Silva y el pueblo brasileño.
El senador me manifestó la posibilidad de sugerir una reunión de los Congresos de Centroamérica, América del Sur y el Caribe, para discutir el papel del Congreso Latinoamericano en la democracia contemporánea, y la necesidad de fortalecer la seguridad de los Cámaras Legislativas, rechazar los intentos golpistas a Estados Unidos de América y a la República Federativa de Brasil.