La maestra Cheng Yen

La maestra Cheng Yen, muchos años atrás.

La maestra Cheng Yen, muchos años atrás.

Avatar del Listín Diario
Shaddai EvesVilla Hermosa, La Romana

Todo comenzó con la pregunta que durante décadas se hace la humanidad, ¿Qué pasa cuando las personas mueren y a qué lugar van? La maestra Cheng Yen, había perdido a su padre producto de un derrame cerebral y esto la sumergió en una profunda tristeza. Este hecho marcó el inicio de su contacto con el ser y se encaminó en el Dharma.

Cheng Yen, oriunda del pueblo Ching Suei (Taichung, Taiwan) fundó la Asociación de Mérito Budista Tzu Chi, convertida en el legado que dejo en ella su maestro Yin Shun “Por el budismo, y por los seres vivientes” en inspiración para los voluntarios de la Fundación Tzu Chi en República Dominicana, que día a día crece firme, y también para las personas que se adentran en su historia.

Fue criada por su tío que no tenía hijos y vivía cómodamente al oeste de Taiwán. Según la voluntaria Mariana Ju, siendo una joven decidió convertirse en monja y escapó a un templo. En su primer intento, su mad´re la encontró y la trajo de regreso a casa. Se volviescapó de casa en una segunda ocasión, pero a esca[ar, esta vez al este de Taiwán, donde encontró una maestra.

Cheng Yen se afeitó la cabeza ella misma antes de ser monja. Después de viajar por un largo tiempo se dio cuenta de que necesitaba ser ordenada. Fue a un templo para convertirse pero fue rechazada por no tener un maestro.

Saliendo del lugar y bajo la llevia, se encontró con Yin Shun, a quien le pidió que fuera su mentor y este aceptó, relata Mariana.

La presencia de su legado por el mundo y en República Dominicana queda palpable en las enseñanzas y prácticas que llevan a cabo sus voluntarios y ella misma, quien a pesar de tener una avanzada edad, se levanta temprano y pone en marcha sus enseñanzas budistas en el templo. Comienza a recibir personas desde tempranas horas de las mañana y a veces no tiene tiempo ni para desayunar.

“Enojarse es una locura temporal”, “Si das amor, siempre te seguirán dando amor”, “No hay gente tan pobre que no pueda dar, quizá yo no sea rico, pero sí de tiempo para brindar amor”, son algunas de las frases que acuñan sus voluntarios.

“Es algo mágico, mucha gente cuando la ve comienza a llorar, no sabemos la razón, pero se dice que es por la paz que transmite. Mucha gente afirma que la maestra es como una madre de sabiduría. Uno tiene una madre biológica, pero ella es la madre de sabiduría”, describe Mariana.

El amor por los demás

“Lo que inspira es el amor, y el amor implica servicio. Hay muchas organizaciones que lo hacen, pero en la fundación la maestra siempre ha querido que sus voluntarios no solamente se centren en hacer el bien, sino que dediquen su tiempo a ellos mismos y vayan mejorando”, expresa Mariana.

Tzu Chi no solamente se enfoca en el resultado de la ayuda, sino que enfatiza en la bondad de los seres humanos. Su principio filosófico significa que mientras se educa se deben apreciar las bendiciones que se tienen.

Los voluntarios de Tzu Chi han llegado a 100 países, distribuidos en 60 de ellos, sin diferencia de raza, nacionalidad, idioma o religión. En estos sitios han ofrecido consuelo y amor a los necesitados, deseando la purificación de la mente y que las sociedades respectivas se llenen de armonía para que el mundo se libere de los desastres.

“Y ese es el fin de la fundación que ha construido la maestra en todos los países, unir más personas. No importa su nacionalidad, puede ser un haitiano que vive en la República Dominicana. Si tú estás en esa tierra, tú tienes que hacer algo por esa tierra sin importar de donde provienes”, cuenta la voluntaria.

El ahorro es importante

En 1966, la maestra Cheng Yen y sus primeras cinco discípulas, mientras hacían zapatillas de bebé, cultivaban campos de arroz para comenzar la misión de caridad.

Inspiraron a 30 amas de casa ahorrando 50 centavos diarios en las alcancías de bambú. Con ese aporte, se inició el fondo para ayudar a los necesitados.

Desde la ciudad de Hualién en Taiwán, se expandió la filosofía de la Era de la Alcancía de Bambú al mundo entero. “Con pocos recursos pueden lograrse grandes trabajos”, afirma la Maestra.

Esta idea permitió que los pobres también pudieran ayudar con lo poco que tenían que simboliza el amor hacia los seres humanos.

El inicio de la Fundación Tzu Chi fue con las amas de casa y la alcancía de bambú.

Hasta el día de hoy, siguen las donaciones en las alcancías de bambú. “Tú lo puedes hacer simbólicamente: Alcancía de arroz, agua, hay muchos tipos”, puntualiza Mariana.

Cuidar el Medio Ambiente

La maestra Cheng Yen hizo un llamado para usar las manos que aplauden para contribuir con el medioambiente, en una de las charlas que da en diferentes lugares mientras contaba que un día paseaba por un mercado tradicional donde vio mucha basura.

“Si pudiéramos usar esas manos que aplauden para recoger esa basura y reciclarla, el mundo va a ser mejor”, fueron sus palabras textuales.

La Protección Ambiental es uno de los pilares de la Fundación Tzu Chi, junto al vegetarianismo para reducir el calentamiento global.

“El pantalón de uniforme de los voluntarios de Tzu Chi es hecho a base de material plástico”, comenta Mariana.

Ayudar donde hay necesidad

La primera ayuda de Tzu Chi fue en Asia, específicamente en Bangladés. Aunque Taiwán y China tienen una relación política tensa, en los años 80 hubo una fuerte inundación. Tzu Chi asistió en ese país y en ese momento recibió críticas.

Relata Mariana que el pueblo de Taiwán cuestionaba por qué la Fundación ayudaba a China.

“Si China tiene los misiles mirando a Taiwán, cómo vamos a ayudar a un país enemigo, pero la maestra dijo: No! (…) “Hay que ayudar donde haya necesidad”.

La Educación

“La educación es una obra de esperanza para las próximas generaciones”. Desde 1989, Tzu Chi está ayudando a construir escuelas.

En los últimos años, Tzu Chi ha construido 226 escuelas en 16 países en lugares arrasados por la pobreza, inundaciones y terremotos, con el fin de ofrecer educación continua a los niños.

En el año 2000 se construyó la Escuela Primaria Tzu Chi en Villa Hermosa, una empobrecida comunidad rural de La Romana.

El centro educativo comenzó con una matrícula de 300 niños, y en poco tiempo aumentó a más de 1000 entre niños y adultos.

En el año 2005 se realizó la primera graduación. La escuela graduó a estudiantes de octavo curso.

La maestra Cheng Yen a principios de siglo.