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Regulador del ecosistema digital vs. lucha de poderes

Rafael NúñezSanto Domingo, RD

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, es quien más insiste en la moderación de contenido y regulación de los distintos formatos disponibles en las plataformas de Internet a los fines de garantizar la libertad de expresión y que el acceso a la conectividad no se convierta en un mecanismo de manipulación hegemónica.

Macron, con una agenda proactiva, hizo recientemente una visita oficial a New Orleans en donde, además de pronunciar un discurso acerca de la francofonía, sostuvo una reunión con el propietario de las empresas de capital estadounidense Tesla, de Twitter y de otras grandes firmas innovadoras en los campos de la medicina y la carrera espacial, Elon Musk.

¿Cuál fue el motivo por el cual el mandatario francés sostuvo una amplia conversación, ausente en su agenda, que se prolongó por una hora con el magnate estadounidense de los negocios?

Hay que, en primer lugar, analizar la reunión en el marco de la crisis de todo tipo que afecta a la Unión Europea-sin un liderazgo visible-impactada severamente por la falta de suministro, especialmente de hidrocarburos, de gas del cual el continente depende en un 40 por ciento del abastecimiento Ruso, por lo menos hasta comenzar la guerra Rusia-Ucrania. Por otro lado, en estos momentos algunas de esas economías se ven obligadas a comprar a Estados Unidos con unos costes más altos, segundo fin de la guerra.

A eso se agrega el debilitamiento económico de las naciones europeas como resultado de los reflejos del Covid-19, acentuado por un conflicto bélico, considerado por no pocos analistas como innecesario, pero cuyas consecuencias pasan factura a las democracias del continente con la ocurrencia de estallidos sociales, por un lado y, por otro parte, de frente a una conflictividad que ha prevalecido en los últimos cinco años entre Estados Unidos y China, a pesar de la cumbre Biden-Xi en Bali.

A la desaceleración en el crecimiento de las economías de la Unión Europea, se suma la agitación social en Alemania, en la propia Francia, Italia, Bélgica, Inglaterra y Grecia, en tanto los parlamentos y gobernantes del viejo continente observan con suspicacia que su socio principal, Estados Unidos, otorga a sus empresas nuevos subsidios para vehículos eléctricos y energía limpia, poniendo en desventaja a los locales.

Todo esto se produce en medio de un marco complejo ante el avance de la estrategia de China la “Ruta y la Seda Digital” para el posicionamiento de sus empresas en los mercados europeos, africanos y asiáticos en el campo de la conectividad.

Sobre el tema de los subsidios estadounidenses a sus fabricantes, en detrimento de sus competidores europeos y de otras regiones del mundo, Macron observó durante una reciente visita a la Casa Blanca que los subsidios norteamericanos “son muy buenos para la economía estadounidense, pero no fueron coordinados adecuadamente con las economías europeas”.

Todas estas incongruencias en el juego de trono y de intereses, se producen en un marco complejo mundial en el que se advierte un giro hacia un esquema multipolar de las relaciones internacionales.

La Ruta y la Seda

Mientras China avanza en los mercados europeos, africanos, asiáticos y de América Latina, abriendo puertas a las empresas de tecnologías en la inteligencia artificial y otras ramas, no pocos dignatarios de la Unión Europea muestran preocupación por la estrategia “egoísta” que exhibe su principal aliado: Estados Unidos.

En aquella reunión Musk-Macron, el presidente francés expresó que fue bien claro con el empresario estadounidense respecto a que “para progresar comercialmente en Europa y otras partes del mundo, es imprescindible que Twitter se pliegue a las normas deontológicas y comerciales europeas”.

En los círculos íntimos del presidente francés, luego de la reunión, se asumió un discurso optimista esperando que las medidas coercitivas que pudieran surgir de la UE y los proyectos comerciales e industriales de Francia, pudieran influir positivamente en la transparencia y moderación de los contenidos de Twiter.

Las empresas tecnológicas de capital norteamericano y asiático apuestan a mayor regulación y competencia equitativa frente a las inversión de China, que es potente y agresiva. Es verdad de Perogrullo que el gigante asiático irrumpió en el mercado como una gran súper potencia.

Mientras Estados Unidos se enrosca como el gusano en sus propias debilidades, afectando la acción y la visión estratégica, Europa se percibe a la defensiva con una China agresiva. La UE, por su lado, hereda el deterioro de la relación transatlántica bajo la administración Trump.

El estancamiento del conflicto bélico en territorio europeo, en el que tomaron partido casi todos sus miembros, retrasa los proyectos a futuro de afianzarse como Unión y definir una política común hacia China, en tanto ésta continúa fortaleciendo su estrategia geopolítica de reforzamiento del comercio de mercancías e industrial.

De acuerdo con informaciones oficiales de la Unión Europea del 2017 acerca del déficit comercial total de sus miembros con China, éste sobrepasó los 176 mil millones de euros, y en incremento, mientras la inversión directa del país asiático en Europa fue de 700 millones de euros en el 2008, 20 mil millones en 2015 y 35 mil millones de euros en 2016, cifras que se redujeron levemente los dos años siguientes como resultado de la disminución de la inversión directa de los chinos en todo el mundo en procura de atenuar sus flujos financieros hacia el exterior para controlar sus reservas en divisas.

Si de algo estamos convencidos, es de que China sabe lo que quiere de cara al futuro. Su estrategia es correcta de convertirse en líder entre las potencias industriales del mundo, basado en tecnología moderna: información, automatización, robótica, aeroespacial, aeronáutica, ingeniería oceanográfica, transporte marítimo, tren de alta velocidad y equipos de producción eléctrica.

En tanto, Estados Unidos se pierde por las ramas y se percibe sin un norte claro, solo enfocado en exigir a sus Estados satélites tomar medidas para no aceptar inversión de los chinos en áreas estratégicas.