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¿Estamos unidos?

Estados Unidos tiene relaciones diplomáticas con nuestro país desde 1884. Tenemos un tratado de libre comercio y es nuestro principal socio. Es nuestro aliado en la seguridad de la Cuenca del Caribe. Anualmente recibimos más de 3 millones de turistas estadounidenses y 300 mil residen en República Dominicana. Más de 2 millones de dominicanos residen en USA y cada año emigran 50 mil. El comercio bilateral supera los 23 mil millones de dólares y sus inversiones acumuladas (stock) en el país los 42 mil millones de dólares. En los últimos 5 años, la inversión anual estadounidense se acerca a 900 millones de dólares y las remesas a 6 mil millones de dólares.

En el ámbito geoestratégico, nos encontramos en la zona de mayor vulnerabilidad del gigante del norte: el acceso al Mississippi. Somos un punto de acceso al canal de Panamá. Somos el puente del 90% de la cocaína que se envía a Estados Unidos a través del Caribe.

Históricamente no todo ha sido color de rosas. Hemos sido dos veces invadidos por los Marines de USA, lo que dejó cicatrices en el alma nacional.

Un entramado de esta naturaleza requiere de una gestión seria e inteligente de la relación bilateral.

República Dominicana es un país libre y soberano, que actúa en el plano internacional con libertad y gestiona de forma soberana sus asuntos internos, especialmente nuestra política migratoria.

Somos un país abierto y amigable, pero rechazamos la imposición de agendas extranjeras. Tenemos una identidad y valores nacionales arraigados. Somos solidarios, pero tenemos líneas rojas: No somos la solución al problema haitiano y no aceptamos campos de refugiados. No estamos dispuestos a tolerar que se nos imponga, a través de métodos fraudulentos o subterfugios, aceptar la existencia de apátridas en nuestro territorio. La “Integrated Country Strategy” publicada en abril de 2022 por la misión estadounidense, respecto a la cuestión haitiana, es inaceptable. No es cierto la existencia de 300,000 personas en condición de apatridia en el país. Tampoco el nacionalismo dominicano está arraigado en aspectos raciales. De estas concepciones, se derivan medidas desacertadas como lo son la alerta turística y la sanción impuesta, sin previo aviso, al Central Romana.

Esto resulta contraproducente. La legación diplomática de Estados Unidos, en su afán de complacer la agenda de ciertos grupos, quizás sin el debido cálculo, afecta el clima necesario para asegurar su principal prioridad de Seguridad Nacional: evitar la expansión de la influencia de la República Popular China. La misión diplomática al parecer no está valorando apropiadamente el efecto que forzar la mano en este tema podría tener en lo que ellos consideran su principal activo: una opinión pública ampliamente favorable.

La misión diplomática actual, y quizás el Departamento de Estado, deberían aprender de sus mejores prácticas que contribuyeron a generar ese clima de opinión pública. Robin Bernstein, realizó un extraordinario papel y puso un toque maravilloso a nuestras relaciones diplomáticas.

Al iniciar su gestión utilizó una frase que conectó con el sentimiento de simpatía mutua que marca la relación bilateral: “Tenemos una historia y relación únicas, que tienen mucho más que ver con nuestra gente y sus conexiones que con nuestros gobiernos. Estamos entrelazados, la verdad es que estamos unidos”. “Estamos Unidos” fue el título de su discurso de 2019 en la Cámara Americana de Comercio que conquistó el corazón de los dominicanos. Ese discurso fue ampliamente ovacionado.

La postura actual tiene a muchos preguntándose si efectivamente ¿Estamos Unidos? El desaire del empresariado y la resolución del Senado sobre China son sólo muestras. El pueblo dominicano no renunciará a su soberanía. Dialogar es de sabios.