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Enfoque

Haití: La tormenta perfecta sobre La Española

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Carlos R. Altuna TezanosSanto Domingo

De la noche a la mañana, la República Dominicana es embestida nuevamente por un rosario de perniciosas acusaciones, injustificadas declaraciones e insolentes peticiones, lo cual transcurre ante la mirada indolente de la ONU y OEA, organismos que al parecer prolongan su aletargada repuesta ante la peligrosa crisis que sepulta a Haití, mientras los amigos del descalabrado país –Estados Unidos y Canadá– también prolongan sus estériles discusiones sobre qué nación liderará la fuerza militar interventora y cuáles países integrarán la misma.

En este contexto realizaré una analogía con la película “La tormenta perfecta”, una adaptación del libro homónimo de Sebastian Junger, que narra la historia del barco pesquero “Andrea Gail”, cuyas labores transcurría tranquilamente, de repente sin que ellos lo sospechen o puedan prevenirlo, se forman dos gigantescas tormentas, una de origen frío en el continente y otra de procedencia caliente de la isla Sable. Fusión atmosférica que desencadenó una monstruosa tempestad que se interponía entre el barco y tierra firme, provocando desafortunadamente su naufragio y la muerte de sus tripulantes.

Gracias a Dios, los dominicanos advertimos como en la superficie insular de La Española se configuraban dos escenarios no atmosféricos, uno de origen externo, cuya impetuosa furia trae consigo una retahíla de acusaciones e insinuaciones perversas, solicitudes improcedentes e imposiciones malsanas, fundamentadas en falsas presunciones del trato hacia los haitianos ilegales en el país, invocando siempre la violación de los derechos humanos que en su país ellos ni tampoco esas organizaciones reclaman.

El otro escenario, tiene características descomunales está estacionaria del lado Oeste de la isla, es la explosiva crisis haitiana, que de fusionarse ambos fenómenos –si cedemos a las presiones y pretensiones– podrían engendrar un escenario de consecuencias impredecibles para la República dominicana, con pronósticos reservados para la región.

A diferencia de la sorpresa conjugada en la “Tormenta Perfecta”, hace tiempo que distinguimos esas tempestuosas manifestaciones, que en las últimas semanas han sobrevenido, de manera, que no resulta una casualidad la indiferencia e insensibilidad de la ONU-OEA y la actitud de los amigos de Haití para acudir en su auxilio e intervenirlo, con el objetivo de pacificarlo, controlar y desarmar los grupos pandilleros y su población para devolverles la anhelada paz social, estabilidad y gobernabilidad al convulso país. Tareas, que obligatoriamente deben estar acompañada de un “plan de apoyo administrativo y de capital económico” que permita a Haití convertirse en un Estado viable.

Aunque no somos pesimista, hoy observamos ciertas eventualidades preocupantes que podrían ensombrecer el porvenir del pueblo dominicano, que resaltó a continuación:

El pasado 27 de octubre, la subsecretaria estadounidense de Seguridad Ciudadana, Democracia y Derechos Humanos, Uzra Zeya, en su vistita al país instó al gobierno promover los derechos humanos, enfrentar la corrupción, fortalecer los derechos laborales, combatir la trata de personas y prestar servicios a todas las personas vulnerables, específicamente a los haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana.

El 3 noviembre, el Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR), Filippo Grandi, expresó que debido a la “devastadora crisis humanitaria y de seguridad en Haití, insta a los Estados de la región y de otras zonas para que suspendan el retorno forzado de la población haitiana a su país”. Aunque los Estados Unidos, México, Cuba, Bahamas, Islas Turcas y Caicos, y otros Estados hacen caso omiso al pedimento, a la República Dominicana se le “exige detener” las repatriaciones de ilegales, un derecho soberano que nos asiste, igual al de los Estados mencionados.

El 10 de noviembre, el Alto Comisionado de los Derechos Humanos, Volker Türk, exigió al gobierno dominicano detener las deportaciones forzadas de haitianos hacia su país, advirtiendo: “Hace una semana pedí que se detuvieran las deportaciones hacia a Haití, dada la crisis humanitaria y de Derechos Humanos a la que se enfrenta el país”, además reclamó al gobierno redoblar esfuerzos para prevenir la xenofobia, discriminación e intolerancia, fundamentadas en el origen nacional, racial o étnico, en condición de inmigrante.

Ante tales afrentas, el presidente Abinader respondió a las declaraciones del Alto Comisionado-ONU, señalándole que “La política migratoria de cada país es potestad de cada Gobierno, por lo tanto, esas declaraciones son inaceptables e irresponsables”, rechazando la posición de Türk, asegurándole que no solo continuarán repatriando a los ciudadanos haitianos que se encuentren de manera ilegal en el país, sino que la incrementará.

Como si faltase una pasta de jabón en la sopa, el 19 noviembre, la embajada norteamericana en el país por medio a su cuenta de Twitter, emitió un mensaje de alerta para los “ciudadanos estadounidenses en la Rep. Dominicana o planeando viajar, sobre situaciones que pudieran enfrentar ante reforzamiento en curso de migración”, bajo el supuesto, que sus ciudadanos habían sido sometidos a retrasos o detenciones en los puertos de entrada por funcionarios de migración, basados en el color de su piel.

Comunicado que fue rechazado por todos los actores políticos, económicos y empresariales que inciden en el quehacer nacional, al igual, que cancillería dominicana lo calificó de “manifiestamente infundada, extemporánea e infeliz”. También los congresistas norteamericano Adriano Espaillat y Luis Sepúlveda –ambos de origen dominicano– exigieron al gobierno de los Estados Unidos pruebas que avalen los comentarios sobre el supuesto racismo en el país con respecto a la alerta emitida por su sede diplomática.

El 20 noviembre, en la Cumbre de la Francofonía celebrada en Djerba-Túnez, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, le informó al ministro de Relaciones Exteriores de Haití, Jean Victor Geneus, que una “posible intervención militar canadiense en Haití no puede ocurrir a menos que todos los partidos políticos de la nación estén de acuerdo”, esto a pesar de que el gobierno haitiano requiriera a la ONU ser intervenido por una fuerza militar, lo que deja claro que buscar el consenso entre los haitianos es una tarea difícil.

El 23 noviembre, la Oficina de Aduana y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP), prohibió y ordenó la retención en todos sus puertos la entrada de azúcar y productos derribados producido en el país por la empresa Central Romana Limited (Central Romana), basado en una investigación que identificó ciertos indicadores de trabajo forzoso contra sus trabajadores de acuerdo con la Organización Internacional de Trabajo (OIT).

Como nada es casual, la NBC News reveló la preocupación que tiene el gobierno norteamericano ante el incremento de la migración ilegal, y como responder ante la posibilidad de una migración masiva desde Haití, cuyas opciones son: ampliar la capacidad de Guantánamo-Cuba para retenerlos o buscar un tercer país como destino. Realidad que nos obliga a pensar de querer convertir al país en un “campamento de refugiados”, por razones naturales, estratégicas y geopolítica de compartir la isla con Haití.

Ante estas últimas eventualidades, el encargado de negocios de la embajada de los Estados Unidos, Robert Thomas, orador en el almuerzo mensual de la Cámara de Americana de Comercio, ante una serie de preguntas de los periodistas, respondió: “La República Dominicana tiene el derecho de decidir si acepta o no campos de refugiados en su territorio”, lo cual implícitamente es una admisión de la propuesta hecha por su país.

Finalmente, ante la tormenta perfecta que representa Haití para los dominicanos, solo nos queda el camino de cerrar filas en torno a la postura y medidas asumidas por el gobierno, olvidándonos de las banderías políticas, que esto no sea tema de campaña politiquera, pero tampoco el gobierno ceda ante las presiones, el chantaje e intimidaciones que aún nos falta enfrentar. Hoy la Patria, más que nunca necesita de la unión, del consenso y voluntad de todos sus ciudadanos ante los eminentes peligros que atentan en contra de la salud de la nación dominicana. Dios bendiga a este noble pueblo.