“No hay segundas oportunidades”
Migración. Una escena sintomática se registró ayer en un operativo de repatriación cuando una joven fue a preguntar por su pareja sentimental.
Ella llegó corriendo, con sus ojos llorosos y una actitud desesperada. Vino en busca de “Maxi”, aparentemente su pareja sentimental, que ya se encontraba acomodado detrás de las rejas de uno de los camiones de cama larga en los que la Dirección de Migración realiza sus operaciones a diario.
Evidentemente, de no cumplir con los requisitos impuestos por el gobierno dominicano para avalar su permanencia en este territorio, Maxi sería deportado hacia su país de nacimiento, Haití.
Su compañera también era haitiana, sin embargo, con premura entregó a Maxi el pasaporte que ella portaba, un teléfono celular y un billete de 100 dólares.
“Morena muévete, que tú no puedes durar tanto ahí”, le reprochó un agente migratorio, a pesar de que no tenía más de 30 segundos parada al lado del vehículo, ubicado en la avenida Winston Churchill con 27 de Febrero.
La haitiana compañera de Maxi se retiró segundos después, aunque los periodistas de este medio presentes al momento del hecho no entendieron en calidad de qué. No obstante, no hizo falta preguntar ni a ella ni a nadie cuando regresó acompañada de dos militares y dos agentes de la Dirección de Migración.
La cara de pánico de la compañera de Maxi era evidente. Para ese momento los hechos en torno a ella habían ocurrido de manera muy rápida para los espectadores, ya que justo ahí la corrida del tiempo se duplicó, aunque seguro que para ella se detuvo el reloj.
Segundas oportunidades
“¡Súbanla! No se puede brincar tanto, se acabaron las segundas oportunidades”, pregonó el mismo custodio migratorio que antes le reclamó por el tiempo que duró hablando con Maxi al lado del camión.
Súplicas, una discusión entre agentes que no alcanzó el minuto. Dudas, un “sube por las buenas, por favor”, una breve consideración de sus posibilidades, un mínimo espacio de puertas abiertas a la espera de su entrada, y la mujer haitiana, a la que no se logró identificar por su nombre y que parecía tener sus veinte y tantos años de edad, privada de su libertad y camino a ser repatriada.
Lo que pasó en el momento en el que fue capturada es desconocido, pero tampoco hay que esforzarse mucho para entender, porque venía hacia “la camiona” custodiada por cuatro personas que la mantenían rodeada, mientras uno de ellos observaba su pasaporte y ella intentaba, desesperada, explicarle su situación.