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Enfoque

La oposición y su rol electoral

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Andrés Van der Horst A.Santo Domingo

Me atrevo a fijar en mayo del 1996, la fecha en que el país presenció la última discusión sobre cómo abordar el manejo del Estado y tuvo a su alcance distintas propuestas políticas sobre visión, tamaño y orientación de gobierno, cómo manejar la economía, el rol de las instituciones, en fin, una real confrontación de ideas.

Los partidos políticos seguían líneas ideológicas claras, muchas provenientes del socialismo europeo, el pensamiento social cristiano, otras de una visión conservadora de derecha que ofrecían al electorado visiones distintas sobre las políticas públicas. A partir de entonces, lo único que tenemos son propuestas de candidatos electorales y dinámicas de estrategia y alianza electoral, una actividad que se tiende a confundir, por ignorancia o por retórica, con la dinámica política.

Con la llegada al poder del PLD con su primer gobierno encabezado por el Dr. Leonel Fernández, el país ha seguido un rumbo difícil de encasillar bajo los conceptos de izquierda o derecha, porque ondula entre ese espectro muy cercano al meridano. Hacia esa misma época, se había popularizado en las discusiones académicas e intelectuales la noción del fin de las ideologías, por lo que la ecléctica elección de recetas económicas y sociales bien asimiladas por los distintos gobiernos que le sucedieron, convirtió a nuestro país en uno de los de mayor crecimiento económico en las últimas décadas.

Luego, cada dos años prácticamente -hasta la modificación constitucional que volvió a colocar cada cuatro años los procesos electorales- el país ha vivido inmerso en dinámicas electorales vacías de contenido y propuestas políticas. Competencia de candidatos y no de partidos, estrategias para lograr el voto a partir de movilización, logística y espectáculo; una lucha política eminentemente electoral y no Política, esa la de P mayúsculas: la de Estado.

Ese contexto al parecer no variará en la próxima contienda. Mas bien, será de nuevo una guerra electoral donde los afamados consultores electorales y de mercadeo toman protagonismo por encima de los que un día fueran los pensadores económicos, sociales, intelectuales de la política. Llega de nuevo una guerra de narrativas, de juego de palabras, de imagen, de relatos y sobre todo llena de promesas por parte de la oposición y de hechos concretos por parte de quienes gobiernan.

Por más seguimiento que demos a las recientes elecciones en Chile, Brasil, Colombia o los casos europeos donde se disputaron posiciones diametralmente opuestas en materia de visión de gobierno, esas no son propuestas para la mesa dominicana. No obstante, si puede esperarse una polarización del discurso y una guerra de promesas entre quienes aún no las cumplen y los que debieron haberlo hecho antes.

Por eso, la oposición buscará por todos los medios evitar que el gobierno de Luis Abinader avance en ejecutorias, ya sea bloqueando nuevas formas de ingresos fiscales, satanizando aún mas el endeudamiento, llamando privatización a las Alianzas Publica-Privadas que tanto exaltaron y criticando instrumentos de gestión como los Fideicomisos Públicos, que en su momento impulsaron para acelerar desarrollo habitacional como Ciudad Juan Bosch o captar los recursos de los peajes para desarrollar la infraestructura vial.

El papel del gobierno no puede ser otro que ejecutar sus políticas con determinación y llevar a cabo los proyectos prometidos utilizando los mecanismos legales y legítimos para alcanzarlos a sabiendas de que el rol de la oposición será impedir que lo haga. Esa dinámica electoral es la trampa que amenaza la sostenibilidad del desarrollo del país y en la que no podemos caer quienes creen en y apuestan a un país mejor.