Tribuna del Atlántico

Lula, las izquierdas y las lecciones

El espectacular retorno de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil, luego de las reñidas elecciones del domingo, es el triunfo de la constancia, del fuerte liderazgo del obrero metalúrgico convertido en líder político y una indiscutible vuelta de tuerca a los intentos por lapidarlo.

Lula es, junto con Fernando Henrique Cardoso, una de las figuras más influyentes y de más larga gravitación en el prolongado camino de la transición política brasileña, desde antes de la caída de la dictadura militar en 1985. Cardoso respaldó a Lula en estas elecciones, a quien había derrotado en 1994 y 1998.

Las luchas de Lula, de Cardoso y de los líderes políticos que enfrentaron a los militares durante años y que alcanzó su máximo nivel con la campaña “Diretas Ja”, que procuraba el derecho de elegir directamente a los presidentes en lugar del sistema establecido por los militares en el que los colegios electorales compuestos inicialmente por senadores y diputados.

A partir de su juramentación en 2003, Lula marcó con claridad el camino de una nueva visión de la izquierda, con una fuerte inversión social que permitió a millones de brasileños salir de la pobreza y manteniendo la estabilidad y el crecimiento económico.

Brasil pasó de ser la economía número 13 en el mundo a la sexta para 2011, y actualmente ha descendido al lugar #10, en gran medida fruto de las crisis sucesivas del Covid y de la guerra y a la gestión de Jair Bolsonaro, que parece que aún no se repone de la derrota.

Los gobiernos de Lula y de Dilma Rousseff establecieron nuevos paradigmas para la izquierda, afincados en fuertes y efectivas políticas sociales, pero fomentando el crecimiento y la estabilidad en el marco de un absoluto respeto a las normas democráticas.

Es por eso que hablo de “las izquierdas”, porque no es lo mismo la aproximación de Lula a la de los Ortega, Murillo, en Nicaragua, que ha pesar de que han mantenido una relativa estabilidad económica, su régimen se caracteriza por las violaciones sistemáticas a la libertades públicas y el acoso a sus contrarios políticos.

Ni la de Venezuela que ha postrado la estructura económica de uno de los países con mayores reservas de petróleo del mundo y ha cerrado las válvulas del ejercicio democrático a niveles de espanto. No hablo de Cuba, revolución triunfante devenida en dictadura hace rato.

El Brasil de Lula es el de las conquistas sociales, sin represión ni atentado a las libertades públicas.

Con el retorno al poder, este Lula de 77 años, parece dar muchas lecciones, a quienes desde la “justicia independiente” que estableció la transición política, pretendieron sacarlo del juego bajo acusaciones de corrupción.

Quién duda que, más que como una lucha contra la corrupción, el objetivo principal fuera frenar la creciente influencia de Brasil en el mundo. No niego las prácticas corruptas de Odebrecht, por ejemplo, pero ¿El objetivo era la moral o la influencia de Brasil?

La otra gran lección es que las crisis siguen sacando a los partidos gobernantes del poder.

En el libro Transiciones Democráticas de Sergio Bitar y Abraham F. Lowental, Cardoso afirma que: “Cuando se acerca lo inevitable, surge lo inesperado”

Y por último, ni los años, ni la cárcel sepultan a los líderes que tienen su impronta marcada en su pueblo; la resurrección política existe. Con todo lo que eso implica.