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La defensa indefensa

Rafael G. Guzmán FermínSanto Domingo

Antes de desarrollar este artículo, quiero señalar que el tema de defensa no es mi ámbito profesional, sino de gestión de seguridad interior o ciudadana, por lo que intentaré realizar un análisis prospectivo de la situación ante la posibilidad de una defensa en un conflicto de baja intensidad con Haití.

Hace días, el general de brigada ® Damián Arias Matos PN hizo viral un audio con un análisis técnico sobre la supuesta situación del sector defensa, sus capacidades y falencias, destacando un eventual conflicto armado con Haití, resaltando las supuestas debilidades de las Fuerzas Armadas ante la hipótesis de la llegada de una eventual poblada haitiana y operación de bandas criminales armadas en posición más allá de la porosa línea fronteriza.

Históricamente el tema haitiano ha sido prorrogado por todos los presidentes dominicanos desde que se instauró el sistema democrático como forma de gobierno en el país, sin embargo, debemos recordar, que desde nuestra independencia –1844– hasta la fecha, solo dos gobiernos militares, el del General Horacio Vásquez (1929) y el Generalísimo Rafael Trujillo (1936), se encargaron de establecer la división territorial definitiva de la frontera.

El primero estableció el “Tratado Fronterizo”, que no fue realizado durante nuestro proceso de consolidación de la independencia (1844), sino por el auspicio del Vaticano y los Estados Unidos, firmado por los presidentes Horacio Vásquez y Louis Bornó, donde se fijaron las fronteras entre ambos Estados y, mediante la cual, la República Dominicana cedió a Haití 4,572 km². No obstante, aun así continuaron las transgresiones hacia el país.

El segundo, Trujillo, logró terminar con el desorden fronterizo, con entrada de ciudadanos ilegales, robos de ganadería, agricultura y depredación haitiana, y quien logró establecer definitivamente el límite fronterizo que hoy poseen ambos Estados insulares. Con la ratificación del Tratado del 1929, Trujillo delineó la frontera terrestre de unos 391 km con la construcción de los bornes marcadores de dicha línea, y a su vez cedió 1,628 km² correspondientes al área de La Miel, que estaba ocupada por ciudadanos haitianos. Los límites fronterizos fueron firmados por los presidentes Rafael Trujillo y Stenio Vicent, el 14 de abril de 1936.

Aunque la República Dominicana y Haití no han realizado nunca una cumbre bilateral para estudiar los desafíos comunes, que conozca, ni mucho menos públicamente existe un análisis comparativo de las capacidades de ambos Estados ante un hipotético escenario de conflicto armado, que simplemente partiendo de la evidente asimetría existente entre ambas naciones en cuanto al desarrollo nacional alcanzado, cuyos factores del “poder nacional” –social, político, económico y militar– nos muestran una gran desigualdad que no aguanta análisis de ninguna índole.

Como introito, reconocemos que el gigantismo armamentista heredado de la dictadura, en el tiempo de la democracia fue consumido por las fuerzas de seguridad, pues sus gobernantes aquilataron un principio de que el gasto militar era un “malgasto” innecesario, sin embargo, es todo lo contario, pues no es un gasto sino una inversión.

En tal sentido, estoy convencido de la máxima militar que reza: “es mejor tener unas Fuerzas Armadas y no necesitarlas, que necesitarlas en un momento determinado y no tenerlas”.

Actualmente, el Estado dominicano cuenta con una fuerza de seguridad destinada para la defensa y seguridad, integrada por tres componentes (Ejército, Armada y Fuerza Aérea), unificados bajo el Ministerio de Defensa, que cuenta con aproximadamente unos 65 mil efectivos y 155 mil en la reserva, destinados a preservar la defensa e integridad territorial y su soberanía; mientras que la seguridad interior o ciudadana recae bajo el Ministerio de Interior y Policía, que tiene bajo su autoridad a la Policía Nacional, cuya responsabilidad es la seguridad interior o ciudadana y cuenta con unos 39 mil efectivos y 21 mil reservistas.

En cuanto al poder militar de Haití, en 1995 sus fuerzas militares fueron desmovilizadas por el presidente Jean-Bertrand Aristide luego de ser reinstaurado en el poder tras la ocupación militar norteamericana. En la actualidad, esta nación cuenta con una policía nacional de unos 15 mil efectivos y, en el 2017 el asesinado presidente Jovenel Moïse volvió a restaurar sus Fuerzas Armadas, que apenas conforman una pequeña fuerza militar de unos 8 mil efectivos.

Como podemos observar, la desigualdad del desarrollo social, económico, político y militar, no tienen comparación. Haití no representa una amenaza militar para la República Dominicana, ni sus anárquicos grupos pandilleros, que no tienen la más mínima organización, entrenamiento y logística que puedan sostener un esfuerzo bélico contra nadie.

Sin embargo, su población sometida a las barbaries productos del caos e inseguridad pública y a la hambruna, sí representa un peligro que debemos estar atentos a enfrentar, y para eso las FF.AA del país están preparadas, y tienen los diferentes planes de contingencias para enfrentar las posibles hipótesis que puedan acontecer en un determinado momento.

A pesar de habernos consumido el excedente armamentista de Trujillo, nuestras fuerzas de seguridad están listas y prestas para enfrentar cualquier tipo de situación de emergencia o circunstancias que atente contra la integridad territorial, soberanía, estabilidad y gobernabilidad o cualquier otro aspecto que quebrante la paz y sosiego del pueblo dominicano, siempre estarán disponibles, junto a la Policía Nacional, en aquellos momentos que la Patria las necesiten, sin temor alguno.

Aunque hay que señalar, que poseen ciertas debilidades en cuanto a los bajos salarios, un personal militar en tareas policiales que desvirtúan su capacidad misional y confusión de doctrina, niveles de corrupción en la frontera en connivencia con funcionarios consulares, y además una bajo liderazgo militar -con honrosas excepciones- que sean verdaderos paradigmas a imitar.

Debemos destacar, que estamos obligados a cohabitar insularmente ambos Estados, con historias compartidas de encuentros y desencuentros, con grandes diferencias ancestrales, culturales y religiosas, a pesar de la anomia sociopolítica haitiana ante la inexistencia del Estado, entre otros aspectos.

En este contexto, Haití no representa una amenaza militar, pero su población sí es un peligro para nuestra nación, y más a sabiendas de la existencia de un “Plan de Contingencia ante flujos masivos de haitianos”, firmado en noviembre de 2019 con la ONU, que reposa en el Instituto Nacional de Migración (INMRD), que nos obliga a recibir, no como ilegales, sino en calidad de “refugiados” a todo haitiano que entren al territorio dominicano y que se presenten a los campos de refugiados que estarían ubicados en Pedernales, Jimaní, Elías Piña, Dajabón y Montecristi.

En fin, en un mundo de alto riesgo, nuestra política de defensa está definida, pero la migratoria es aún difusa, hecho que en sí mismo constituye una amenaza para la defensa; de manera, que le tomamos la palabra al presidente Luis Abinader cuando dijo en Dajabón: “La República Dominicana no aceptará refugiados de Haití si la crisis del vecino país llegase a requerirlo, de ninguna manera aceptaría asentamientos de refugiados en la República Dominicana”, pues de no ser así, la amenaza son hechos reales que socavarán el escenario idílico del ambiente de paz que hemos vivido por casi un siglo, condición imprescindible para el desarrollo nacional.