Los afectados siguen esperando la asistencia oficial
Alejado de la blanca arena y el azul turquesa del mar que componen las paradisíacas playas de Samaná, se encuentra la gente, los que realmente sufrieron por el paso del huracán Fiona.
El fenómeno atmosférico no solo causó estragos materiales, sino que reveló la grieta que existe entre la clase trabajadora de Samaná y los turistas. Un reflejo de la sociedad y como los sectores marginados se aferran a la ayuda gubernamental que en algunas zonas ha llegado a medias y en otras ni siquiera se ha percatado de su necesidad.
Así intentan sobrevivir comunidades como El Cangrejo, Cacaveli, Loma Colón, Obdulia y hasta zonas aledañas a la carretera, agarradas de la esperanza de que en algún momento, desde alguna institución pública, los ayuden a reconstruir sus hogares.
“Claro, aquí en Samaná vino el presidente (Luis Abinader), Obras Públicas y muchos funcionarios, pero no vinieron al barrio, vinieron al municipio cabecera, a las playas y todas esas zonas turísticas”, reclama Ricardo Martínez, morador de Cacaveli.
Ricardo considera que, para el resto de la comunidad de Cacaveli y zonas cercanas, la visita del presidente y de funcionarios se quedó en eso, en una visita alejada de la realidad que viven las zonas marginadas y que a su vez fueron las más afectadas.
“Cuando se volaron los techos de zinc sabía que iba a perder todo”, dijo Ricardo, y con su comentario coincidieron al menos cinco vecinos que se acercaron a un equipo de este medio mientras recorría la zona.
Según cuentan los vecinos, los efectos de la tormenta comenzaron a verse a la 1:00 de la tarde y una hora después, ya todos habían abandonado sus hogares para refugiarse bajo techos de concreto.
Los fuertes vientos del huracán Fiona dieron paso a que las torrenciales lluvias hicieran de sus hogares zonas inhóspitas, inundadas, deterioradas y sin salvación para ninguno de los muebles.
Entre los habitantes de este sector, a pocos kilómetros del centro de Samaná, se repite el mismo comentario: “Lo perdí todo, solo los escombros quedan”.
Sin trabajo ni hogar
Sánchez, en Samaná, es un municipio de tradición pesquera, a pocos metros de mar y apartado de los grandes focos turísticos de la provincia.
Allí, justamente cerca del muelle de pesca, se encuentra el barrio El Cangrejo, una zona que fue azotada por el fenómeno atmosférico que azotó el país en categoría uno y donde sus habitantes mantienen la esperanza de ser socorridos.
A pocos metros de la entrada al barrio, se encuentra la casa de Benjamín Santana. Tanto él como su esposa tuvieron que abandonar su casa, luego de que el huracán se llevó su techo de zinc y hasta la puerta que daba entrada a su vivienda.
Mientras intentaban proteger a los seis hijos y calmarlos de los efectos de la tormenta, el techo fue desprendido de la estructura, salió volando y quedaron desprotegidos, lo que provocó que Benjamín tomara la decisión de buscar refugio en la casa de unos vecinos.
“Aquí se voló el techo, no sabemos dónde fue a parar, entonces ni siquiera puedo volver a ponerlo y por eso no podemos vivir aquí. Vinieron unas personas de la junta de vecinos a ver los daños y anotar en una lista, pero nada ha pasado”, comentó.
A más de una semana del fenómeno atmosférico, Benjamín y su familia se resguardan en una casa que les prestaron temporalmente, pero justamente ayer los dueños les exigieron que la desocuparan.
Sumado a esto, tanto Benjamín como un compañero que estaba junto a él, coincidieron en que la pesca “está caída”. El sustento de muchas familias de El Cangrejo depende de lo que el mar pueda proveer y tras el paso de Fiona el agua aún permanece turbia y sin presencia de especies marinas.
“A nadie le gusta vivir en casa ajena, pasando necesidad y hasta vergüenza por uno no poder arreglar su casa al no tener tampoco trabajo”, lamentó Benjamín.
Cinco “chapas” de zinc
Al borde de la carretera camino a Las Terrenas, por donde desfilan diariamente vehículos de alto cilindraje, se ubica una comunidad que ni sus propios residentes han definido con un nombre específico. Algunos dicen que es Obdulia y otros Come Pan, pero en sí ellos le restan importancia.
Sobre una loma, al lado de la carretera, se ubica lo que en algún momento fue la casa de Epifanio Green o “Nico” como es conocido entre sus vecinos.
Unas cinco chapas de zinc, sostenidas por algunos palos de árboles, formaban lo que parecía un refugio temporal para cubrirse solo del agua y en el área que protegía solo había algunas de las pertenencias que le quedaron a Nico tras la tormenta.
Justamente esas cinco chapas fue lo único que recibieron tanto él como sus vecinos de una institución del gobierno, la cual ni siquiera supieron decir cuál era. “Aquí vinieron unas gentes del gobierno y dieron 200 y pico de chapas de zinc para todos los que perdimos nuestras casas. Ellos las dejaron y se fueron, pero dijeron que dizque volvían para reparar las casas”, dijo esperanzado Nico.
Claves
Intento.
Y es que Nico no sabe cómo “construir” una casa con cinco chapas de zinc, al igual que otros moradores, por lo que se las arreglaron para intentar colocarlas de manera tal que se pudieran cubrir al menos del agua y de las inclemencias del clima.
Optimismo.
Pese a que perdió su casa y pertenencias, y a que también ya ha pasado una semana sin noticias, desde las promesas de ayuda del gobierno, Nico mantiene la sonrisa. Esperanza.
Así como los casos de Benjamín, Ricardo y Nico, son cientos de familias en la provincia Samaná, y más específicamente en las zonas marginadas, que mantienen la esperanza de ser ayudados por las autoridades para volver a recuperar sus casas y sobre todo sus vidas.