La vida indigna de los descendientes de la caña
La huella del olvido es la bienvenida a Guerra.
Sumergidos en el lodo y el olvido, las comunidades de “Los Paneles” y el “Batey Brille”, muestran los extractos más bajos de la pobreza en San Antonio de Guerra.
Casas hechas de palos, zinc oxidado, pisos de tierra y hasta sin electricidad son algunas de todas las vicisitudes por las que pasan ambos lugares, donde hasta sus carreteras se han quedado a medias.
La falta de educación primaria y secundaria es evidente en los moradores de más edad, con una población que son descendientes de trabajadores de la caña, varios de ellos alegaron en su momento no tener suficiente acceso a la escolaridad, ya que debían ayudar a sus padres en labores de trabajo.
“Por aquí la gente que resuelve no llega, aquí no hay oportunidades para nada, aquí la mayoría somos hijos de trabajadores de la caña, casi ningunos llegamos a terminar la escuela, yo misma llegué a octavo curso, porque había que ganarse el peso trabajando con papá”, añadió Xiomara German, residente de la zona desde hace 40 años.
Xiomara German Santana, es de esas historias que tocan el corazón de cualquiera que tenga oídos para escuchar y ojos para leer, trabajando desde que tiene uso de razón para ayudar con el sustento de su familia, tuvo hijos a temprana edad y con una vida difícil desde el inicio de sus días.
Un esposo fallecido, un hijo sordomudo y una hija con Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), más una reciente cirugía de clavícula, son de las cosas que afectan a Carmela.
Antes de la llegada del Huracán Fiona, su propiedad paso por un incendió que dejó su hogar casi reducido a las cenizas.
“La nevera de la casa se prendió en fuego y me quemó la casa, yo sola con un trabajito que no gana mucho, es que he podido sacar esto hacia adelante”, contó German Santana.
Xiomara narró que al pasar de Fiona el techo que compone su vivienda se tambaleaba y resoplaba con la fuerza que el viento azotaba la vivienda, los palos de la misma hacían símil con la gelatina de lo mucho que estos se movían.
“Yo me asusté y dije con ese viento se me cae la casa arriba, así que con otros vecinos nos fuimos a refugiar a la escuela, a donde nosotros nunca viene defensa ni nada de eso, aquí el rescate somos nosotros mismo, que entre vecinos no echamos la mano”, argumentó Germán Santana.
Batey Brille
En el “Batey Brille” en pleno siglo 21 no hay internet, luz o agua potable, más de diez casas en medio del lodo y la inmundicia, las gallinas corriendo y el espesor del fango son la bienvenida a los pocos visitantes que observan la zona.
“A veces los vecinos me dan "alguito" o me dicen que le lave ropa, yo voy corriendo para poder darle de comer a los niños”, expresó Melene Terminx.
Allí es la residencia de Melene Terminx, quien con sus cuatro hijos menores de edad, vive de la caridad del vecindario, Melene es sobreviente de violencia doméstica y su verdugo se encuentra en la cárcel de Najayo hombres, siendo su abusador el propio padre de sus hijos, ya que esta fue agredida en varias ocasiones al frente de estos y una hijastra de esta fue quien le puso un alto a los abusos del violento.
“Él me puso a botar sangre delante de los muchachos, siempre me daba muchos golpes y a veces hasta a los muchachos”, comentó Terminx.
Con 15 años de edad llegó Melene, traída por sus padres al país para que trabajara con ellos en el corte, siembra y producción de caña, con una escolaridad pausada y en búsqueda de una mejor vida, continuo desarrollando el ejercicio aprendido de sus padres.
Melene, no sabe leer o escribir, cuando fue cuestionada sobre qué cosas sabía hacer para ganarse la vida, respondió de forma automática, “sé cocinar, limpiar, cortar caña y lavar”.
En la actualidad vive sumergida y subyugada por la insalubridad y la pobreza, más el temor latente de que sus hijos se queden solo en el mundo, ya que fuera del que fue su verdugo no cuenta con parientes, porque sus padres fallecieron hace un tiempo.
“Yo no quiero morirme y dejar mis hijos solos, sin casa y sin nada”, con las lágrimas al borde de los ojos, especificó Melene.
Con una casa construida de palos y zinc, con piso de fango, sin corriente eléctrica y una cama para cinco personas, Melene espera poder brindarles una vida digna a sus hijos antes de morir. Tampoco cuenta con electrodomésticos como lavadora, abanico u otros enceres del hogar.
Melene expresó a este medio la necesidad de que le ayuden a conseguir trabajo, todo para mejorar la calidad de vida de sus hijos, los cuales tiene en la escuela y este año no ha encontrado ni como comprarle algo tan básico como los cuadernos.
El refugio
Con el paso de Fiona, los moradores del “Los Paneles” y el “Batey Brille”, crearon sus propias medidas de salvaguarda, ya que las autoridades correspondientes no llegan hasta la zona.
Tomaron como su lugar de acopio el Centro Educativo Pedro María Ballester, donde luego ellos mismo como parte de su protocolo salieron del sitio. En los frentes pertenecientes al recinto educativo estos se encontraban charlando sobre la situación.
"Yo vine para la escuela porque el zinc me comenzó a sonar y a medio levantarse, y por eso salí para la escuela, pero por aquí nadie vino a ayudarnos", habló Santa Rodríguez.
Los fuertes vientos y el agua que iniciaba a posarse en frente de sus hogares eran los motivos principales por los cuales los 34 ciudadanos abrieron rumbo a la casa de estudios, dentro de ellos se encontraban Xiomara German Santana y Melene Terminx.
"Nosotros buscamos la llave de la escuela para poder entrar, sí, la tormenta llegaba fuerte, no acabará con nosotros", dijo Basilio Marte.