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El majestuoso Titanic zarpó en su primer viaje

Largo como tres canchas de fútbol y 11 pisos de alto, el descomunal Titanic era considerado un crucero imposible de hundir, el trasatlántico más grande conocido en la historia de la navegación.

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Raúl Miranda Investigación y traducciónSanto Domingo

El Titanic, cuya construcción se llevó a cabo en Belfast, Irlanda, costó 7.5 millones de dólares (hoy valdría 400 millones construirlo). Tenía cerca de 300 metros de largo y unos 30 de ancho.

Desplazaba 46,328 toneladas. Era propulsado por dos hélices gemelas de más de siete metros de diámetro y otra hélice, en posición central, de más de cinco metros. Tenía 29 calderas que alimentaban a dos motores de vapor de treinta mil caballos de fuerza. Largo como tres canchas de fútbol y 11 pisos de alto, el descomunal Titanic era considerado un crucero imposible de hundir.

Tenía 28 salones y suites para los pasajeros de primera clase, que podían elegir sus habitaciones decoradas según los estilos Luis XIV, XV, XVI, Imperio, Renacentista, etc. Algunas de las habitaciones tenían incluso chimeneas de carbón en la sala de estar, y camas gigantescas en el dormitorio.

Con comodidades como baños turcos, amplias terrazas con palmeras, alta cocina y la mejor orquesta flotante, el Titanic era un mundo flotante, majestuoso, al parecer indiferente al bamboleo del viento y las olas. De haber continuado a flote, constituiría un museo de otra época.

Los precios de los billetes variaban desde las 870 libras esterlinas (50 mil dólares de ahora) para primera clase, hasta las dos libras esterlinas para un billete en tercera clase. Por supuesto, la mayoría de pasajeros viajaban en tercera clase.

Su tripulación era de 885 personas, quienes, junto a los 322 pasajeros de primera clase, los 277 de segunda clase y los 709 de la tercera clase, sumaban 2,228 personas. Los 20 botes salvavidas disponibles tenían una capacidad para 1,178 personas en total.

Este trasatlántico, que era el barco más grande del mundo, zarpó rumbo a Nueva York el 10 de abril de 1912, ante la expectación de miles de personas alrededor del mundo. Todos confiaban en que el viaje por el turbulento Atlántico Norte no sería difícil.

El único viaje

El Titanic inició el que sería su primer y único viaje, comandado por el capitán E. J. Smith, un marino con una larga carrera a sus espaldas y que había navegado más de dos millones de millas para la White Star Line. Era su último viaje antes de jubilarse, así que tomó especiales precauciones para asegurarse de que todo se desarrollara normalmente.

Partieron desde Southampton (Inglaterra) hacia Nueva York, haciendo breves paradas en Francia y en Queenstown (Irlanda), para recoger otros pasajeros antes de abrirse paso hacia el Atlántico. Los primeros cuatro días de la travesía fueron bastante tranquilos. Esto le permitió a los pasajeros tiempo para pasear y escudriñar las proporciones del Titanic. La gente se paraba en la cubierta y charlaba acerca del buen clima, del futuro de la White Star Line, y de la belleza de la nave. Todo parecía bien excepto por una cosa: barcos que transitaban en la misma ruta estaban enviando mensajes que alertaban contra grandes témpanos de hielo. A estas advertencias no se les prestó mucha atención.

Advertencias en vano

Contra la técnica de navegación actual en aguas con hielo, el Titanic surcó las olas a una velocidad de 22 nudos a noche sin luna del 14 de abril de 1912. Pero desde las 9:00 p. m. de ese frío domingo se habían recibido seis advertencias de otros barcos relativas al hielo.

Primero, un operador de radio del vapor Californian previno al capitán del Titanic, E. J. Smith, quien tomó nota del llamado. Por la tarde, un operador del Titanic entregó a Smith una alerta específica proveniente del Baltic, la cual decía: “Icebergs y grandes cantidades de hielo en latitudes 41 grados, 51 minutos Norte, longitud 49 grados, 52 minutos Oeste”. El capitán turnó el mensaje al director de la White Star Line, Bruce Ismay, quien lo leyó y guardó en su bolsillo. El Californian envió por lo menos otros dos mensajes. “Tres icebergs grandes”, fue el primer aviso del operador de ese barco.

“Oye Viejo”, transmitió por la tarde desde un punto a 30 km del Titanic, “estamos varados, rodeados de hielo”. El operador del Titanic, Jack Phillips, respondió: “Aléjate y cállate. Interfieres mi señal. Hablo con Cabo Race”.

Esta respuesta, que hoy en día sonaría inverosímil, revela las verdaderas órdenes de la comunicación radial a bordo de los cruceros de lujo de la época. Del operador de Cabo Race en Terranova, Phillips recibía mensajes para los pasajeros importantes de su barco. Esa era su prioridad. Phillips y los demás operadores de radio eran empleados de una compañía de telégrafos de la British Marconi; no eran empleados de la White Star Line, ni subordinados del capitán del Titanic.

A las 9:40 p. m., un mensaje informaba: “Vi mucho hielo y varios icebergs grandes”. Si los oficiales del Titanic recibieron este mensaje pudieron darse cuenta de que los hielos estaban justo delante del crucero. Los vigías sabían que en cualquier momento se podían topar con hielo a partir de las 9:30 p. m., pero no avistaron icebergs durante el anochecer. El cielo claro y estrellado sólo revelaba un mar tranquilo y sereno.

La tragedia

A las 11:40 de aquella fría noche, el Vigía Frederick Fleet ha visto un objeto más oscuro que las bardas aguas de la medianoche. Dio voz de alarma tres veces y telefoneó al puente de mando: “Iceberg a la vista”. El primero oficial William Murdoch ordenó de inmediato al cuarto de máquinas dar marcha atrás y dijo a su timonel, cabo Robert Hichens: “Duro a estribor”.

A más de 22 nudos de velocidad, desplazando unas 66,000 toneladas de agua, el Titanic no podía frenarse en el acto. El crucero comenzó a alejarse del iceberg, el aterrado Fleet suspiró aliviado. Pero fue un falso alivio: el iceberg dejó caer un trozo de hielo de 100 m en cubierta, a estribor de la nave.

Cuando el agua irrumpió en el cuarto de calderas número seis, el maquinista Frederic Barrett apenas pudo escapar hacia el cuarto adyacente.

El capitán Smith habló con el diseñador en jefe de la línea, Thomas Andrews. Tras una rápida inspección de la bodega, se enteraron de qué los cinco compartimientos estaban inundados. Al cerciorarse de lo grave del asunto, Andrews estimó que el crucero “imposible de hundir” estaría a flote “hora y media. Posiblemente dos. Pero no más”.

Pocos botes salvavidas

Después de la medianoche, pasando unos 25 minutos del aparente e inofensivo impacto, se ordenó a la tripulación preparar los 16 botes salvavidas y las cuatro bolsas de lona. Cuanto más podrían salvar a 1,178 personas, mil menos del total que ahora se apiñaba en la cubierta.

Las normas requerían que sólo hubiese botes suficientes para 962 pasajeros, pues no se esperaba la construcción de un buque tan gigantesco. Además, nadie consideró la posibilidad de que un barco construido por la White Star Line tuviera que ser evacuado. No todos los salvavidas estaban equipados con señales de luz, comida o depósito de agua dulce, y escaseaban los chalecos salvavidas.

La situación era caótica, pues los pasajeros nunca hicieron simulacros de evacuación ni les fueron asignados cargos. Para calmar a la gente, el director de la orquesta Wallace Henry Hartley hizo a sus músicos interpretar canciones animadas y populares. Se supone que colaboraron a elevar los ánimos de los pasajeros en aquellos amargos momentos, pero la horrible realidad se hizo evidente a las 12:45 a. m., cuándo la primera luz de alarma fue disparada al cielo y el pánico se apoderó de la embarcación.

El Californian no responde

Pocas semanas antes, en una conferencia internacional en Berlín, se había especificado una nueva señal de alarma, el SOS, que el operador Phillips radiaba frenéticamente. Varado en la zona del hielo, El Californian estaba solo a 16 km y algunos de esos tripulantes vieron luces al sureste.

No sabían que era el Titanic, ni que tuviera problemas.

Cansado, el operador del Californian, había apagado su radio, luego de que Phillips los reprendiera por sus “interrupciones” unas horas antes. Estaba dormido mientras el Titanic suplicaba ayuda.

Poco después de la medianoche, el operador del barco de pasajeros del Carpathia, medio vacío decidió llamar al Titanic para consultar algunos mensajes recibidos por el cabo Race. “QCD SOS”, oyó el sorprendido operador. “Vengan pronto. Chocamos con un iceberg”. A más de cuatro horas o 58 millas náuticas del lugar. El Carpathia navegó hacia allá a toda máquina. Los maquinistas del barco cerraron, contra las normas, las válvulas de seguridad para que la velocidad normal del buque, 14 nudos, se elevara a 17. Aun así, no llegaría sino hasta dos horas después de que el Titanic se hundiera.

Mientras tanto, las luces de alarma del Titanic fueron vistas a bordo del Californian, pero el capitán Stanley Lord prefirió no despertar al operador de radio, que había tenido una jornada de 15 horas. Lord envío señales de clave Morse al banco no identificado sin recibir respuesta. Según los cálculos, El Californian pudo haber llegado hasta el Titanic, poco antes de que se hundiera.

“¡No pierdan el tiempo!”

El multimillonario John Jacob Astor rió cuando se ordenó la evacuación. “Estamos más seguros aquí que en un pequeño bote”, dijo. Cuando una dama de sociedad reaccionó de modo parecido, un irritado tripulante dijo: “¡Déjenla si no quiere abordar!”.

Las reticencias cedieron, las bromas cesaron y los pasajeros iniciaron la amarga labor de abordar los botes. Los hombres esperaron mientras mujeres y niños ocupaban las frágiles embarcaciones.

En la confusión, el primer bote con capacidad para 65 personas, salió solo con 28. Otro con capacidad para 40, salió con 12 pasajeros. Mientras el barco se iba a pique, lo que hacía que la cubierta se ladeara, el millonario Bejamin Guggenheim se vistió con su mejor traje y declaró que se hundiría como un caballero. “Ninguna mujer se quedará a bordo porque Ben Guggenheim se haya acobardado”, añadió. A las 2:15 de la madrugada, cuando las últimas balsas estaban a punto de partir, el Titanic se ladeó y toda maniobra fue imposible. Los olvidados pasajeros de tercera clase, se subieron a cubierta para ver lo que pasaba. Nadie les avisó y muchos aún estaban en las cabinas de abajo mientras el barco se hundía.

Más de 1,500 muertos

Cientos de personas se reunieron en la popa mientras esta se alzaba. A las 2:18 el Titanic estaba parado, hundiéndose casi verticalmente. Luego, con un horrendo estrépito, una chimenea se derrumbó, las famosas cámaras herméticas hicieron explosión y todo lo que se encontraba en cubierta, pasajeros, tripulantes y equipo, cayó a las aguas, que estaban cuatro grados bajo cero. Maquinistas que nadaban cerca de ahí se quemaron cuando las explosiones hicieron hervir las aguas.