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Ocuparon un plantel escolar en construcción

Son específicamente 389 familias, entre ellos más de 200 niños, los que hace más de un año residen entre los edificios sin terminar de “La escuela de los desalojados”

La escuela en construcción fue ocupada por los desalojados, quienes viven en condiciones infrahumanas. jorge martínez/ lstín diario

La escuela en construcción fue ocupada por los desalojados, quienes viven en condiciones infrahumanas. jorge martínez/ lstín diario

El llanto incesante de los niños que corren sin saber qué hacer, mientras se es víctima de maltrato y saqueo inesperados.

Despertar desorientados por el ruido a lo lejos, inexplicable sobre lo que estaba pasando, pero que hicieron colectiva la desesperación y dolor de cientos de familias que vivieron aquel seis de marzo de 2021, cuando fueron, no solo desalojados, sino también desamparados.

Parece una escena digna de una película titulada “El Apocalipsis”; sin embargo, no es más que la triste realidad de los que hoy se llaman a sí mismos “Los Desalojados del Barrio Freddy Beras-Goico”, quienes se han hecho propietarios de una escuela en construcción en el barrio Los Coquitos, en el municipio Los Alcarrizos.

“Hemos sido obligados a vivir en una máxima y brutal condena. Esto es condenar a personas a vivir sin calidad de vida. Muchos fueron obligados a vivir en casas prestadas, alquiladas, en marquesinas y nosotros que no teníamos a nadie, mira cómo estamos viviendo aquí, en una escuela”, expresó dolido Manuel Trinidad, vocero de los desalojados.

Son específicamente 389 familias, entre ellos más de 200 niños, los que hace más de un año residen entre los edificios sin terminar de “La escuela de los desalojados”, albergando la esperanza de que algún día, por lo menos una, de todas las promesas que han recibido del gobierno, vea la luz.

“Señor Presidente, usted dice que no miren atrás, pero cómo vamos a mirar hacia adelante si hemos sido estropeados, abusados y obligados a vivir sin calidad de vida”, expresó Trinidad, quien además añadió que hace tiempo que Luis Abinader les prometió que había un terreno para ellos.

En una situación que no podría despertar más que lástima, conviven entre la miseria, niños, jóvenes, adultos y ancianos.

En pequeñas aulas que han habilitado como si fueran casas, algunas con área separadas por cartón firme que definen una cocina, una sala y una habitación; habitan de cinco a siete familias, incluidos niños.

Las horas del día resultan más ligeras con decenas de ellos que salen a trabajar, sin embargo, las noches entre sus cuartos son un verdadero tedio cuando llega el momento de tirar los colchones al piso y amontonarse para descansar.

Después del saqueo masivo en el que resultó su desalojo del barrio Freddy Beras-Goico, las pertenencias de muchas de las familias que viven en la escuela se redujeron; sin embargo, los espacios no les son suficientes para resguardar en una sola aula lo que corresponde a siete líneas filiales.

“Nosotros tratamos de habilitar esto aquí, hicimos nuestra propia estufa, hicimos estos gabinetes para poder enganchar un poco de trates”, contaron Rosanna y Julio, una pareja que, la necesidad de espacio, cerró con hojas de zinc la parte del pasillo correspondiente aula que llaman casa.

Aunque pareciera que se han acostumbrado a vivir ahí, impregnando de su esencia los apartados galardonados con sus cuadros, fotografías y quizás algunos premios, la realidad es que la desesperación por recibir la respuesta de que les será entregado algo mejor, no les abandona. Viven sin privacidad y a algo a lo que nunca podría acostumbrarse es al fatídico trajín que significa ir al baño.

Sin privacidad

Algo a lo que nunca podría acostumbrarse es al fatídico trajín, que significa ir al baño.

Sus necesidades básicas son cubiertas en siete baños portátiles que una vez les fueron donados, ubicados al final de los tres bloques de aula y propulsando un hedor que a veces resulta insoportable.

Sin embargo, nada se compara con la hora de lavado y cuidado personal.

“Como esto es una escuela, aquí no hay duchas, lo que tenemos son esas tres llaves y tenemos que bañarnos ahí, al aire libre. Las mujeres nos ponemos algo cubierto arriba y las niñas. Cuando comienzan a bañarse las mujeres, los hombres se van y después lo hacen ellos. Todo el mundo con ropa”, expresó la señora Lucrecia, de 51 años.

El dolor de las madres

Dos posaderas de agua detrás y entre los edificios del que se supone sería un centro educativo, son fuertes criaderos de mosquitos y foco de contaminación, además de las pilas de basura entre ellos y las pocas posibilidades de saneamiento, mantienen a las madres preocupadas.

“Nuestros niños lo están pasando muy mal, alrededor de esta escuela hay lagunas y toda esa agua, esta contaminación tiene a uno enfermo. Hay muchas ratas, muchos mosquitos, esto no está apto para vivir”, expresó Winifer Laurel, quien tiene dos niños.

Entre el mal olor, las pertenencias sin lugar apiladas y las posaderas de agua, las decenas de niños que fueron desalojados junto a sus padres, incluso alguno que nació en la escuela, hacen vida de juego escuela en ese lugar que solo puede catalogarse como infrahumano.

“Al señor presidente que por favor tome cartas en el asunto, que nosotras somos madres y nuestros niños se nos han enfermado y ya tenemos seis muertos, aquí en esta escuela”, Raisa Díaz, con cuatro niños.