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La vida en el ciberespacio

De cómo el dinero se volvió digital (2/3)

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Fabiola M. HerreraSanto Domingo, RD.

En nuestra entrega pasada, concluíamos diciendo que el proceso de pago con tarjetas bancarias lleva muchos años siendo perfeccionado y que los comercios y sus clientes confían en que el dinero llegará a su destino.

Pero la realidad es que el dinero se queda tranquilo en una bóveda bancaria, y lo que ocurre es que se envía una instrucción de pago que queda registrada en un libro contable.

Esa operación contable es la que da fe de que la propiedad de una determinada suma de dinero cambió de manos. Igual ocurre con las transferencias y pagos instantáneos tan en boga hoy en día.

Debes pagar un servicio recibido y, usando el Internet banking de tu banco, o un App bancario o de una Fintech autorizada, envías a la cuenta del receptor el monto adeudado. Esta persona, revisa en su cuenta o en su App y ve que, efectivamente, en su balance está lo que le pagaste, ni un centavo menos.

De hecho, hasta puede ir a un cajero y retirar esa cantidad, en efectivo. En este caso, los sistemas que intervienen en la transferencia (el del banco o Fintech, el que transmite el mensaje del sistema del pagador al del receptor, y el del banco o Fintech de este último) validan en segundos que la operación es legítima y restan el monto de tu cuenta y lo acreditan a la cuenta de la persona a quien lo enviaste.

Igual que el ejemplo anterior, en este caso el efectivo permanece guardado en una bóveda bancaria, pues la transferencia se maneja con registros contables. Y todo el mundo confía en que el proceso es seguro, eficiente y transparente: hay reglas de juego claras, y esquemas de control que garantizan que nadie pierda su dinero y que éste mantenga íntegro su valor.

Por eso, cada vez más, por comodidad, rapidez y garantía, la gente hace sus pagos de manera digital. Sin embargo, no perdamos de vista los tres elementos que han permitido que los sistemas financieros del mundo lleguen hasta aquí: plataformas tecnológicas robustas e interoperables, procesos operacionales eficientes y reglas de juego claras.

Si faltara uno, la digitalización del dinero no fuera posible. Es importante recordar esto, ahora que apenas estamos en los umbrales de esa transformación.

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