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Estabilidad de Las Américas y defensa de la soberanía

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Rafael G. Guzmán FermínSanto Domingo, RD.

El pasado 16 agosto conmemoramos el 159 aniversario de la gesta patriótica de la Restauración de la República, fecha épica en la que nuestros legendarios héroes emancipadores, con sus acciones, le recuerdan al pueblo dominicano su estirpe de libertad, independencia y soberanía, sin importar las circunstancias imperantes.

El desmoronamiento de Haití, que lo ha convertido en un Estado fallido e infuncional, sumergido en un eterno círculo de caos y anarquía impuesto por las bandas armadas que se disputan el control territorial, está presionando más a su población, que ya se encontraba desde hace años desesperada por estar padeciendo una grave crisis alimentaria.

En este sentido, el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA) advirtió recientemente que Haití está entre los ocho países del mundo declarado en “alerta roja” debido a la crisis del hambre junto a Kenia, Etiopía, Somalia, Sudán del Sur, Malí, Burkina Faso y Nigeria. Actualmente la mitad de la población de Haití, unos 4.5 millones de personas, está pasando hambre.

La imperante situación de calamidad que acosa les asedia, empujándolos a emigrar a otros destinos con mejor porvenir, por lo que están en el umbral de un estallido migratorio de consecuencias catastróficas e inimaginables para el continente americano, y de manera directa para la República Dominicana.

Ante este dantesco escenario, hoy los dominicanos debemos estar conscientes de los graves peligros que asechan y enfrenta la nación en el futuro inmediato. En estos momentos, más que nunca, cada ciudadano está obligado a renovar el compromiso de fidelidad a nuestros símbolos patrios y la Constitución, bajo fe de juramento, de continuar el legado que nos dejaron Duarte, Sánchez y Mella, reafirmado en la Guerra de la Restauración.

En tal sentido, los dominicanos estamos compelidos a reflexionar sobre el trascendental momento histórico que vivimos, de cara a fortalecer y ejercer nuestra ciudadanía en procura de cumplir y respaldar el sistema democrático, asegurando la soberanía y promoción del desarrollo nacional.

La Constitución consagra en sus artículos 2 y 3, asuntos atinentes a la soberanía nacional, que me permito citar, para ilustrar las alarmantes debilidades que los diferentes gobiernos han tenido, y que no han cumplido a cabalidad con el juramento a la Carta Magna ante la Asamblea Nacional, cito:

“Artículo 3.- Inviolabilidad de la soberanía y principio de no intervención. La soberanía de la Nación dominicana, Estado libre e independiente de todo poder extranjero, es inviolable. Ninguno de los poderes públicos organizados por la presente Constitución puede realizar o permitir la realización de actos que constituyan una intervención directa o indirecta en los asuntos internos o externos de la República Dominicana o una injerencia que atente contra la personalidad e integridad del Estado y de los atributos que se le reconocen y consagran en esta Constitución. El principio de la no intervención constituye una norma invariable de la política internacional dominicana”.

Como podemos observar, no hay que ser inteligente para darnos cuenta de que estamos padeciendo desde hace décadas de una marcada injerencia exógena, unas veces directa y otras indirecta, que ha logrado una permisividad migratoria, principalmente de ciudadanos haitianos a través de una porosa frontera, con la complicidad de sectores empresariales, funcionarios estatales, y algunos destacados miembros de la llamada “sociedad civil”, quienes han traicionado sus sagrados postulados, siendo estos corresponsables de que hoy tengamos en nuestro territorio aproximadamente tres millones de haitianos ilegales.

Cualquier país soberano del mundo, incluyendo aquellos que ejercen presiones para una descabellada fusión entre los dos Estados que compartimos la isla, se sentirían altamente alarmados al tener dentro de su territorio el 30% de su población integrada por ciudadanos ilegales de un país fronterizo, que constituye una bomba de tiempo a punto de estallar, al ser un Estado desestructurado en manos del narcotráfico internacional y fragmentado por el poder de las bandas del crimen organizado.

Este convulso panorama acrecienta aun más la preocupación internacional, ante las informaciones ofrecidas por el investigador periodístico Michael Smith, publicado por el diario digital “Bloomberg Línea, quien advierte sobre la ponencia de los agentes federales de los Estados Unidos a cargo de la unidad de Investigaciones de Seguridad Nacional de Miami, donde el agente espacial Anthony Salisbury afirmó que “las bandas haitianas están comprando cantidades sin precedentes de rifles de alto poder en tiendas de Florida y las sacan de contrabando, alimentando la ola de violencia que está desestabilizando a la nación caribeña”.

El informe establece que fueron incautados unos cincuenta rifles de alto poder, que son utilizados por los carteles mexicanos para derribar helicópteros militares. Si a esto le adicionamos el testimonio del líder de la temida pandilla 400 Mawozo, Germine Joly, extraditado a los EE. UU. por el secuestro de dieciséis misioneros estadounidenses en Puerto Príncipe, quien confesó a agentes del FBI que existían dominicanos entre las bandas criminales, y que al menos un dominicano era un jefe pandillero.

A esta preocupante situación se agrega también el hecho de que miles de parturientas haitianas ilegales, estén consumiendo gran parte del presupuesto nacional de salud, mientras sus hijos los están inscribiendo en el registro civil ante la “sospechosa” ausencia del registrador del “Libro de Extranjería” bajo la responsabilidad de un delegado de Salud Pública en cada hospital del país, quien tiene la misión de asentar todo nacido extranjero de forma irregular (ilegal).

Pero también las autoridades parecen mirar con indiferencia cómo millares de niños haitianos están ocupando las plazas de estudiantes criollos en nuestras escuelas, a tal punto que el pasado 18 de agosto los padres protestaban frente al Liceo coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó en la Ciudad Juan Bosch, porque no había cupo para sus hijos dominicanos.

Mirando este tétrico escenario, todo parece indicar que obedece a los planes de una astuta conjura perversa con el objeto de inducir una intervención militar internacional a los fines de imponer la descabellada “solución dominicana a los problemas de Haití”, que provocaría una desestabilización en la región del Caribe con sus consecuencias negativas para los Estados Unidos.

Pues hoy el mundo sufre las consecuencias del conflicto geopolítico con la guerra ruso-ucraniana, provocando un enfrentamiento entre Oriente y Occidente, viéndose reflejado en una Rusia buscando fortalecer sus lazos estratégicos con China e Irán y ofreciendo ayuda militar de “todo tipo” a países aliados del África y América Latina.

Me pregunto: ¿Qué ocurriría ante la potencial hipótesis de un conflicto entre la República Dominicana y Haití generado por una estampida migratoria producto de la inestabilidad haitiana? ¿Qué pasaría en la región caribeña, si Rusia y China, por enfrentar a la hegemonía de los EE.UU. en sus narices, dan su apoyo estratégico a Haití junto a una coalición integrada por Cuba, Venezuela y Nicaragua, más el apoyo de “neutralidad” de México, Bolivia, Ecuador, Chile, Perú y eventualmente la gran sobrilla de Brasil?

¡Estamos pues, al borde de una inestabilidad muy peligrosa para las Américas!