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Testimonio de solidaridad, no de odio ni xenofobia

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Carlos R. Altuna TezanosSanto Domingo

El pasado 6 de agosto acudimos al llamado del Instituto Duartiano, acompañado de familiares, amigos e integrantes del Círculo Delta, junto a otros miles de ciudadanos. Confieso, qué, por primera vez participo en una manifestación pública debido a mis principios y convicciones personales, por ser ésta una actividad no política ni partidaria, sino a favor de la integridad de la República Dominicana.

Para nadie es un secreto que la situación sociopolítica de Haití, se torna cada vez más crítica, en una espiral que se extiende por décadas, convirtiéndolo en un Estado con inexistencia de autoridades, donde reina la ingobernabilidad, el desasosiego, la desesperanza y un futuro incierto, que hoy se agrava ante la presencia de grupos armados, quienes imponen el caos y la anarquía como método efectivo para obtener el dominio sobre todas las actividades del quehacer cotidiano en su territorio frente a un seudo gobierno, que solo parece tener control y autoridad en ciertas zonas de Puerto Príncipe y algunas ciudades.

Sin lugar a duda, la desbordante crisis sociopolítica y económica que arrincona a Haití, representa el más serio y gran peligro para la supervivencia de la nación dominicana desde el 1844. Su situación es tan compleja, que en cualquier momento puede explosionar, ocasionándonos daños colaterales directos, y en cierta medida a los demás Estados de la región.

Ante esta situación, el Instituto Duartiano, realizó una convocatoria-marcha en las cuales los participantes reclamamos a la comunidad internacional actuar decididamente ante la crisis que vive Haití. Debo resaltar que en ningún momento se lanzaron epítetos en contra del pueblo haitiano, ni de sus ciudadanos que viven ilegalmente en nuestro territorio. Se corearon al unísono consigna como: “El pueblo unido jamás será vencido”, “Los dominicanos somos valientes” y carteles: “ONU, resuelve tu lío en Haití”, “La nacionalidad dominicana no se regala”, entre otros. El presidente del Instituto Duartiano, Wilson Gómez Ramírez, dijo en su discurso: “Este encuentro patriótico de hoy, debe considerarse como el arranque de un gran movimiento de defensa de la dominicanidad, de resistencia activa, ordenada, legítima y legal”, entre otras cosas. Aseverando que “Haití ha devenido penosamente en un Estado fallido, colapsado, desvertebrado, y sobre todo, lo más triste e injusto, desahuciado y abandonado por la Comunidad Internacional, en especial, por los organismos internacionales: Organización de las Naciones Unidas (ONU), Organización de los Estados Americanos (OEA), así como Estados Unidos, Francia y Canadá”. Gómez, advirtió que es urgente estabilizar la situación por la que atraviesa Haití, porque está a un paso de dejar de ser un “fenómeno migratorio” a transmutarse en un “éxodo invasor y de ocupación”, exhortando a las autoridades edificar con celeridad el muro fronterizo; aplicar con rigurosidad el Código Laboral –80 % de mano de obra dominicana– y el cumplimiento de la normativa migratoria, repatriación sostenida de todos los extranjeros en condición ilegal o irregular.

Sin embargo, días después de esa manifestación de dominicanidad y solidaridad en favor del pueblo haitiano, los principales diarios publicaron la desafortunada y desconsiderada declaración del ministro de Economía, Pável Isa Contreras, en la cual resaltó la necesidad de que la política migratoria dominicana sea más eficiente, aunque deploró a quienes hacen este reclamo desde el desprecio, calificando esta acción de “penosa y peligrosa”. Declaración que hizo a través de su cuenta de Twitter, donde también deploró el hecho de que algunos “aplauden el atropello a la dignidad de las personas” al momento de reforzar las regulaciones migratorias.

Desconocemos el motivo del infortunado tuit, pero fue notorio que dicho funcionario emitiera su precisión un día después de la “marcha patriótica”, en la cual miles de dominicanos exigimos a la comunidad internacional y al mundo, una mayor participación y celeridad para resolver la grave crisis de Haití.

Tal vez, y en beneficio de la duda, suponemos que al parecer el funcionario desconocía, que el presidente Luis Abinader, consciente y preocupado por la imperante situación en Haití, ha aprovechado la oportunidad que le ofrece cualquier escenario internacional para reclamar a la comunidad internacional acudir en “auxilio de Haití” como un estandarte de su política exterior, además de fijar claramente la posición del Estado dominicano, de que “no existe ni habrá solución dominicana al problema haitiano”.

Entiendo, que un funcionario debe poseer tacto, afinidad, pero sobre todo una relación lógica con las políticas trazadas por su presidente, ya que sus declaraciones comprometen una cualidad vital para el buen desenvolvimiento, que es la “coherencia”, para que no se produzcan contradicciones ni oposición entre ellas, como ha sucedido.

En tal sentido, esta convocatoria es claramente un testimonio de solidaridad hacia el pueblo haitiano e indirectamente una reafirmación de compromiso, respaldo y apoyo a la postura de Estado asumida por el presidente con respeto a Haití, y su firme decisión de construir la valla fronteriza, no de odio, ni xenofobia, ni mucho menos de atropello a la dignidad de las personas. Como coincidencia del destino, el día 8 del presente mes, la secretaria general OEA difundió un extenso comunicado –C-045/22– en el cual reconoció que la presencia internacional en las últimas dos décadas en Haití fue uno de los mayores fracasos de la cooperación externa, instando a la comunidad internacional a “pagar la cuenta” para sacar a esa nación del “peor de los mundos” con Estado y sociedad civil débiles tras 20 años de fracasos.

En resumen, esta entidad admitió que la crisis de Haití es el resultado directo de las acciones de las fuerzas endógenas del país y de la comunidad internacional, cuya presencia no fue capaz de facilitar la construcción de una sola institución que pueda responder a los problemas nacionales de ese empobrecido país, y “bajo ese paraguas de la comunidad internacional fermentaron y germinaron las bandas criminales que hoy asedian al país y a su pueblo”.

También advierte: “…Ante este panorama, la OEA considera absurdo pretender que los haitianos solos, polarizados y con menguados recursos, puedan reconstruir o edificar un proyecto de seguridad, institucionalización y desarrollo para sus 12 millones de habitantes. Estamos ante la presencia de un Estado fallido, de una sociedad débil y vulnerable, donde se estima que los haitianos deben resolverlo, pero la comunidad internacional tiene un papel a jugar para salir del atolladero”.

Es la misma OEA que apadrinó la Fuerza Interamericana de Paz (FIP) de 1965, tras la intervención militar del país durante el gobierno de Lyndon Johnson, bajo el pretexto de proteger sus ciudadanos o evitar el comunismo. Hoy guardando la distancia, y producto de la situación imperante en Haití, agobiado por la anarquía que genera una guerra interna entre pandillas, una crisis social, política y económica, que acrecenta el hambre y la miseria en ese país, sin dudas representa un escenario más amenazador al que teníamos nosotros en aquel momento. ¿Qué espera la OEA para intervenir Haití con una “fuerza militar de paz”, integrada por la comunidad internacional de la región, que son Estados miembros? ¡Solo espero no sea tarde!

El autor es miembro fundador del Círculo Delta fuerzadelta3@gmail.com

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