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Atleta, entrenador y fanático, pero sobre todo papá

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Franz B. ComarazamySanto Domingo, RD.

Hoy, ante miles de espectadores, intentaré hacer mi primera narración. En estas líneas quedará plasmada la más excitante de las contiendas. Para mí, el mejor de los encuentros, el más desafiante partido y tal vez, la carrera más intensa, porque atraviesa un delicado circuito plagado de cerradas emociones.

Nuestro transcurrir sucede entre cosas sencillas. Entre tradiciones que se van sucediendo con las campanadas de un cuadrilátero, o completando cada día los cincuenta metros de una piscina que, si bien vislumbra el horizonte pleno, exige brazadas constantes que salpican espíritu de resistencia y esperanza. Él, siempre presente, nos conduce a mejorar la técnica y así alcanzar nuestro mejor tiempo.

A cualquiera le temblarían las piernas si se tratase de enfrentar a tal adversario. Su minucioso proceder, sostenido por un amplio sentido de la justicia y la bondad, ha dejado a muchos boquiabiertos, sin saber cómo responder a tan avasallante ejemplo de altruismo.

Respetar el tiempo, ser constantes y construir hábitos, son aspectos que forman parte de la disciplina de cualquier atleta. Sin darse cuenta, ha instruido a un gran equipo, aunque algunas veces, nos toca sufrir el silbato aleccionador que remite a la práctica. Todo esto, sin mencionar la dieta, que aun disfrutando de la gastronomía más cosmopolita, como “selección nacional”, siempre apega nuestra ingesta a la más pura y simple cocina criolla, con una predilección hacia los finos y largos carbohidratos bañados en salsa roja.

Gracias por inculcarnos el coraje de estar prestos para salir al disparo que da por iniciada la carrera de obstáculos sobre la pista de la vida. Por animarnos a entregarlo todo y pisar con firmeza todas las almohadas del diamante. Por poner de relieve la lectura y la buena educación como factores esenciales en tu campo de entrenamiento, y así lograr que la preparación y las buenas maneras sean nuestra mejor carta de presentación ante los ojos del reclutador más cualificado. Hoy la presea es tuya Roosevelt, la más brillante de todas. Por ser un papá con todas las de la ley. Un fanático empedernido de lo familiar y de esos momentos de descanso en los que nos reconfortas con alguna improvisada historieta que nos funde en una carcajada.

Muchos pisan tus huellas y te toman de ejemplo. Y persiguen esa estela brillante de conocimiento y amabilidad que vas dejando por donde transitas. Con la ilusión de encestar puntos de tres en cada oportunidad, o tener la patada precisa que hace a la tribuna gritar gol. Nosotros, tu equipo, seguimos galopando, ensayando el swing para lograr el hoyo en uno, manteniendo la pelota en un vaivén dentro de la cancha. Claro, respetando los límites de la red, sea alta o bajita, de exterior o de salón, y esforzándonos por mantener encendido el pebetero que nos hace anfitriones y herederos de la fortuna más grande: el amor de un papá “inmortal”. ¡Feliz día, papi!

Gracias por el favor de su sintonía. Estuvo con ustedes, quien todavía se considera un novato.

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