La peligrosa combinación de inflación y desempleo

Avatar del Listín Diario
Juan Ariel JiménezSanto Domingo

La inflación y el desempleo son dos gran­des dolores de cabeza que te­nemos los economistas en el manejo de un país o una región. La combinación de alta inflación y bajo creci­miento económico se co­noce como estanflación, y por suerte, en muy raras ocasiones ocurre.

A veces la economía es­tá en auge, se crean mu­chos empleos y aumen­tan los salarios, pero ese dinamismo produce tan alta demanda de mate­rias primas y trabajado­res que se generan incre­mentos en los costos, y en consecuencia las empre­sas aumentan los precios. En esos casos, tenemos bajo desempleo pero alta inflación.

En otras ocasiones la economía está rezagada, las empresas empiezan a despedir trabajadores y comprar menos materia pri­ma, y para no perder clien­tes bajan o mantienen es­tables los precios. En estas circunstancias hay general­mente baja inflación y alto desempleo.

Desde inicios de los no­venta, las principales eco­nomías del mundo man­tuvieron casi siempre bajo desempleo y baja inflación, en lo que James Stock y Mark Watson denominaron “la era de la gran modera­ción”. Durante este período los economistas pensába­mos que “lo sabíamos to­do” y que podíamos poner la economía en “piloto au­tomático”.

Pero como dice la frase célebre, justo cuando pen­sabamos que teníamos to­das las respuestas, nos cam­biaron las preguntas.

En la actualidad, la ma­yoría de los países experi­mentan una alta inflación antes de que sus economías se hayan recuperado ple­namente del COVID19. En Estados Unidos la inflación anual de mayo 2022 llegó a 8.6%, y en el primer trimes­tre de 2022 la economía se contrajo un 1.6%. En igual período de tiempo, Euro­pa ha tenido aumento de precios de 8.1%, y el creci­miento del primer trimestre fue de apenas 0.6%.

A nivel general, el Fon­do Monetario Internacio­nal redujo las proyecciones de crecimiento mundial de 4.4% a 3.6%, y aumentó las perspectivas de inflación hasta 5.7% en economías avanzadas. Y claro, la incer­tidumbre geopolítica por el conflicto Rusia-Ucrania so­lo agrava la situación, aho­ra agravada con el ingreso de Finlandia y Suecia a la OTAN.

Para controlar la inflación los países pueden aumen­tar las tasas de interés o re­ducir el gasto público, pero con cualquiera de estas me­didas se corre el riesgo de la­cerar una economía todavía debilitada por la pandemia. Otra opción es retrasar la re­acción, mantener el impulso monetario y fiscal esperando que la economía se recupere en el resto del año, pero asu­miendo un alto riesgo de que los precios sigan subiendo, aumenten las expectativas de inflación y se genere un espi­ral inflacionario.

De llegarse a esta última situación, tendríamos even­tualmente que resucitar la receta de Paul Volcker, pre­sidente de la Reserva Fede­ral de Estados Unidos du­rante 1979-1987, quien aplicó un fuerte aumen­to de tasas de interés pa­ra reducir rápidamente la inflación, y luego, en un ambiente de mayor estabi­lidad, apostó al crecimien­to económico en el media­no plazo.

A inicios de la década de 1980 la política de Volcker funcionó, aunque tuvo un alto costo inicial, tanto pa­ra Estados Unidos como pa­ra otros países. La crisis de deuda en América Latina es un ejemplo de ello.

Otra opción es ser más creativos, atrevernos a ex­perimentar con políticas de oferta agregada, aun­que admitiendo que éstas son más lentas, menos co­nocidas y más controver­siales. Por ejemplo: ¿Debe­ría Estados Unidos relajar las medidas migratorias pa­ra aumentar la cantidad de trabajadores y moderar los costos de nómina? ¿Debe­ría Europa postergar el cie­rre de plantas de energía nuclear y aumentar la pro­ducción de las plantas ac­tuales? ¿Debería China eli­minar el confinamiento estricto ante brotes de CO­VID19, reduciendo así el problema en sus puertos?

Como se puede apreciar, las posibles medidas para el mane­jo de la disyuntiva inflación-des­empleo son diversas, unas más conocidas que otras, todas con riesgos económicos, sociales y políticos. Hasta el momento, va­rios países han optado por el au­mento de intereses como la me­dida para controlar la inflación. Sin embargo, los economistas vamos a necesitar mayor humil­dad en los próximos años, y más apertura a desaprender y a ex­perimentar.

Y es que las decisiones económicas son hoy más dí­ficiles que hace cuarenta o cincuenta años porque las economías son más com­plejas, están más interco­nectadas y la ciudadanía tiene mayores expectati­vas de bienestar y más for­mas de expresar su des­contento.

Juan Ariel Jiménez

Tags relacionados