Política

Una donación histórica: Balaguer y Antonio Fernández Spencer

Cándido GerónSanto Domingo, RD

El 19 de marzo de 1992, me llamó por teléfono el con­sagrado filólogo y escritor Antonio Hernández Spencer para pedir­me auxilio ante la amenaza de desalojarle de la casa que ocupa­ba en el sector de Villa Mella, en esta capital.

Me dijo que allí se encontra­ban dos ayudantes fiscales y tres policías que trataban de tirar sus ajuares a la calle e igualmen­te a su esposa e hijos y ante esa desconcertante situación les pe­dí que me pusieran en contacto urgente con uno de los ayudan­tes fiscales encargados de aquel operativo.

Entonces, al conversar con la autoridad responsabiliza­da del aquel acto inhumano, le expresé que “el inquilino al que ustedes tratan de desalo­jar, es un símbolo de la litera­tura dominicana y un hombre muy querido por el entonces presidente Joaquín Balaguer y quien le habla se comunicará inmediatamente con el gene­ral Luis María Pérez Bello para que le lleve esta noticia direc­tamente al presidente”.

La respuesta mecánica e in­mediata de aquel fiscal con­sistió en negar su responsa­bilidad directa en ese caso, porque se trataba de una or­den de sus superiores en el Ministerio Público y nalo úni­co que estaba autorizado a ha­cer era cumplir la ley. Aún así le pedí que me concediera una tregua de una hora a los fines de entrar en contacto directo con el general Pérez Bello.

Entonces, llamé al alto oficial, le comuniqué la situación y su respuesta fue inmediata y efec­tiva: puso en conocimiento del Presidente del caso que afecta­ba al poeta y amigo Fernández Spencer. Veinte minutos después recibí la llamada del general Pé­rez Bello y me informó la grata noticia de que el desalojo había sido detenido y que el presidente nos esperaba, a Spencer y a es­te servidor, al día siguiente a las dos de la tarde en su despacho del Palacio Nacional.

Allí estuvimos a la hora seña­lada y Balaguer se sintió regoci­jado con la presencia de su ami­go personal, Antonio Fernández Spencer, a quien no veía desde hacía muchos años y le pidió que le narrara con lujo de detalles la situación del desalojo a que esta­ba siendo sometido.

Al responder a la petición de Balaguer, Fernández Spen­cer le explicó su grave situa­ción económica; cómo sus re­cursos habían menguado y se encontraba a merced de una circunstancia aciaga para él y su familia.

Balaguer, entonces le expre­só: “Cómo es posible, poeta, que usted esté atravesando por esa difícil situación teniéndome co­mo amigo”. Entonces, Balaguer instruyó al ingeniero Hernán­dez entregar a Fernández Spen­cer un nuevo apartamento en un sector de la capital.

Al día siguiente, acompañé a Fernández Spencer al lugar de la nueva residencia asignada por Balaguer y tres días después, el filólogo y consagrado maestro de la literatura, estaba instalado allí junto a su familia por la es­pecial amistad que lo unía con el Presidente de la República por la obra creada y su labor constan­te en beneficio de la cultura na­cional.

Balaguer, como escritor, sen­tía gran respeto por las gran­des figuras de las letras nacio­nales que hacían su trabajo en silencio, que no lo molestaban pidiéndole favores constante­mente y por cuya labor deja­ban un meritorio resultado en el país que enrquecia la cultura nacional. Y Fernández Spencer era uno de esos agraciados que contaba con su respeto y admi­ración.