REMINISCENCIAS
Una queja valiosa que me hace recordar
Ahora que se muere Jaya, el río de mi pueblo donde me bañaba de niño, lo recuerdo con sus bríos de entonces, sus charcos enormes, algunos temibles que nos estaban prohibidos por la poca edad, y otros muy amables que servían para la diversión de la muchachada.
Me ha escrito una breve queja un sobrino muy versado en las cuestiones relativas al agua y quiero reproducirla porque el relato es exacto, lo que hace valiosa la observación del Ing. Ramón Bolívar Castillo Sánchez. Veamos:
El otrora caudaloso y cristalino río Jaya, en cuyas riberas naciera y creciera la progresista ciudad San Francisco de Macorís, hoy agoniza lentamente y en silencio siendo víctima de la deforestación de su cuenca, la sobreexplotación de sus caudales y la contaminación causada por el vertido de aguas negras crudas y desechos sólidos en su cauce.
Ese calamitoso proceso sólo podrá ser detenido mediante la implementación de un Plan de Gestión Integral para la protección y el desarrollo sostenible de esa importante cuenca hidrográfica.
Los componentes esenciales de dicho plan deberían ser:
1. Programa de reforestación y reordenamiento de uso y manejo de suelos.
2. Ampliación del alcantarillado sanitario de la ciudad de San Francisco de Macorís y construcción de nueva planta de tratamiento de aguas negras.
3. Prohibición de las tomas directas de agua en su curso para fines agrícolas o industriales.
4. Programa especial de recolección y transporte de basura para los barrios asentados en sus riberas.
Se impone, pues, la necesidad de una acción permanente y coordinada de cuatro instituciones: Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Indrhi, Inapa y Alcaldía Municipal.
No sería ocioso señalar que cualquier plan encaminado en ese sentido estaría condenado al fracaso si no cuenta con la enérgica voluntad política del Gobierno Central y la participación decidida de la población, para lo cual sería necesario un sostenido y permanente programa de educación y concientización acompañado de la firme aplicación, por parte de las autoridades, de todas las disposiciones normativas y reglamentarias.
Hoy, del río Jaya, solo queda un pestilente y oscuro arroyuelo cargado de basura.
¡Tratemos de salvarlo!
Esta reminiscencia de hoy la quiero concentrar en ese tema de tanto interés para la República: el agua. Ya en el año 2012, en ocasión de la puesta en funcionamiento de la planta de tratamiento de aguas residuales de San Francisco de Macorís, le pude decir al presidente Fernández, que asistiera al acto correspondiente, de mi alarma por los estragos que se estaban produciendo en los caudales del río Jaya, y especialmente le sugerí, pese a que le faltaban tan solo unos días para la entrega del poder, que si algún día él volvía a la Presidencia, no olvidara construirle al Macorís creciendo en los barrios de “Vista al Valle” una planta de tratamiento especial con sus debidas infraestructuras de apoyo para la salvación del moribundo río.
Le hice el relato del Balaguer del ´61, disponiendo con mucho empeño aceras y contenes para las inmediaciones del Hospital San Vicente de Paúl, y años después el Balaguer inaugurando la Presa de Tavera, algo que me sirvió como símil para indicarle mi esperanza.
Pero, no ha sido todo. Pelegrín, mi hijo mayor, tuvo poco trato con Balaguer y en los últimos meses de su vida lo pudo visitar algunas veces. Un día llegó asombrado y me dijo: “Oye lo que me recomendó el Dr. Balaguer, el líder que tú has seguido tanto. Es increíble, pues está en cama de muerte, después de tratar la problemática tremenda de Haití se despidió diciéndome: Pelegrín, cuiden el agua.”
Me ha hecho recordar mi sobrino Moncho esos episodios con su queja y quiero transmitírsela, especialmente a la autoridad correspondiente, especialmente a la Alcaldía de San Francisco, para ver de qué modo se puede emprender y terminar esa obra crítica que tanto significaría para un valeroso pueblo de nuestro país, salvar su río Jaya.
Lo que busco promover es una solución y creo que interpreto con ello el anhelo de todo un pueblo, que no es la excepción en la desgracia de ver morir sus ríos como acontece en muchas partes de la República, pero que sí podría tener solución efectiva, dado que la Loma de Quita Espuela ha sido objeto de atención por nobles esfuerzos de particulares, aunque no han dejado de aparecer graves turbaciones en su cuenca. Le queda su enorme población y las aguas residuales de las nuevas viviendas, así como daños provenientes del arrojo imprudente de materiales plásticos irreductibles que se podrían trabajar con esfuerzos educacionales entre los moradores de esas nuevas expresiones de crecimiento.
Sé muy bien que trato un tema fundamental para el futuro dominicano y por eso no siento ninguna inhibición de convocar las buenas voluntades sin miramiento de preferencias políticas.
La administración que asuma la propuesta será siempre respetada y admirada por ese gesto. Así lo espero.
Ojalá que en todo el territorio nacional se pueda iniciar una tarea intensa de concientización sobre eso que Balaguer, antes de partir, le encomendara a mi hijo Pelegrín: ¡Cuiden el agua!