La República

Pan para hoy y hambre para mañana

El presidente de México no fue el único ausente. Tampoco estuvieron los presidentes de Guatemala, El Salvador y Honduras, el famoso “triángulo norte” de Centroamérica. (Famoso por sus crímenes y su volumen de exiliados).

1) Nayib Bukele, presidente de El Salvador. 2) Alejandro Giammattei, presidente de Guatemala. 3) Xiomara Castro presidenta de Honduras.

Carlos Alberto MontanerESTADOS UNIDOS

Se terminó la Nove­na Cumbre de las Américas. La mayor controversia susci­tada fue la amenaza (cumplida) de Andrés Manuel López Obrador de no asistir… si no invitaban, aunque esta­ban deshechas, a las tres dic­taduras latinoamericanas que quedan en pie: Cuba, Vene­zuela y Nicaragua. No las invi­taron, y el Santo Patrón de las tiranías se quedó con los mo­ños hechos. Eso sí: envió a su canciller, un personaje mucho más presentable que él mismo: Marcelo Ebrard. Los estado­unidenses respiraron aliviados. Tenían el mejor de los mundos posibles. El gobierno de AMLO, sin AMLO.

Pero el presidente de México no fue el único ausente. Tampo­co estuvieron los presidentes de Guatemala, El Salvador y Hondu­ras, el famoso “triángulo norte” de Centroamérica. (Famoso por sus crímenes y su volumen de exilia­dos). La Novena Cumbre, afortu­nadamente, tuvo un cronista ex­cepcional en Héctor Silva Ávalos para Infobae, el primer medio ar­gentino digital.

Alejandro Giammattei, el de Guatemala, no acudió a la Cum­bre indignado por las acusacio­nes de corrupción. Nayib Bukele, el salvadoreño, primero, porque había pactado con las maras la go­bernabilidad del país, y, segundo (palos porque bogas y palos por­que no bogas), por los malos tra­tos a los miles de mareros pre­sos, cuando estos continuaron asesinando en las calles del dimi­nuto país. (Bukele tiene el apoyo de un porcentaje mayoritario de la nación en su política de “mano dura” contra las maras). En cuan­to a la presidenta de Honduras, la señora Xiomara Castro, espo­sa del líder político Manuel (Mel) Zelaya, porque se siente más có­moda en la proximidad de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y porque su marido quería agradecerles a estas dictaduras los favores pres­tados.

En México, simultáneamen­te a la Cumbre de Los Ángeles, se está organizando la “madre de todas las marchas”. Recuerdo el origen de esa frase: “la madre de todas las batallas”. Era el espectácu­lo que prometía Sadam Hussein si los Estados Unidos se atrevían a en­cabezar el ataque tras la ocupación de Kuwait por el ejército iraquí. Un diario alemán sacó la cuenta de las armas que tenían los dos conten­dientes y concluyó que “la madre de todas las batallas” probablemen­te sería ganada por Sadam Hussein. A las fuerzas de la coalición, dirigi­das por EEUU, le bastaron unas po­cas horas para demostrar que los periodistas alemanes habían subes­timado a George H. W. Bush (el pa­dre, para entendernos), y al general Norman Schwarzkopf, el jefe de las FF.AA. norteamericanas durante la ‘’llamada” Guerra del Golfo. En rea­lidad, fue un paseo.

Muchos de los que intentan “la madre de todas las marchas” son cubanos, venezolanos y per­tenecientes “al triángulo mayor de Centroamérica”, precisamen­te los que no tienen un presiden­te que los representen: salvadore­ños, guatemaltecos y hondureños. ¿Qué se debe hacer con ellos? Por supuesto, dejarlos entrar y darles “papeles” para que paguen im­puestos y se hagan ciudadanos en cuanto puedan. No hay na­da más ridículo que suponer que son “espías”. Los espías entran de otra manera. A los cubanos en to­do momento les han permitido la entrada y esto ha sido muy con­veniente para el país receptor. Un 99.99% viene a trabajar. No es po­sible defender la libertad y negarles la entrada cuando la necesitan. Na­die abandona su tierra por motivos frívolos o persiguiendo un estipen­dio ridículo.

Los cubanos y venezolanos eran receptores de inmigrantes antes de 1959 y del siglo XXI. Cu­ba conoció una pequeña emigra­ción tras la Segunda Guerra Mun­dial: de 1945 a 1955 se “fueron” 35,000 personas, pero en ese mis­mo periodo “llegaron” 211,000 inmigrantes. Me contaba Fernan­do Bernal, diplomático de la re­volución, y luego exiliado, que só­lo en el consulado de La Habana en Roma había 11,000 solicitu­des de peticiones de emigración a la Isla. En cuanto a Venezuela, lo que ha ocurrido en ese país no tiene nombre: de contar con un número creciente de inmigran­tes (portugueses, italianos y cen­troeuropeos), hoy tienen seis mi­llones de exiliados.

¿Por qué se marchan? Esencial­mente, porque no tienen cómo ga­narse la vida y carecen de movilidad social. La idea de que no puedes me­jorar tu calidad de vida, no importa lo que hagas, es un acicate para lar­garse. El tipo de régimen político en abstracto sólo le importa a un míni­mo de personas. Si USA quiere resti­tuir en Cuba y en Venezuela la mo­vilidad social tiene que derrocar al régimen que la provoca. De lo con­trario, es pan para hoy y hambre pa­ra mañana.

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