Seis meses de la tragedia de Chiapas: Familias de las víctimas se hunden en la pobreza
El tiempo parece haberse detenido para aquellos que perdieron a algún pariente, en su intento de llegar a Estados Unidos, en una aventura que terminó en tragedia en México
A seis meses de la tragedia de Chiapas, en México, dolor, deserción escolar, 12 huérfanos, deudas, hipotecas y cuestionamientos, ha sido parte del drama humano que viven familiares de al menos cinco de los nueve banilejos, y un artesano de Azua, fallecidos en el accidente de un camión cargado de indocumentados.
El tráiler, que se desplazaba a gran velocidad en el sur de México para avanzar hacia la frontera con Estados Unidos, se volcó en el intento dejando 55 muertos. Doce eran dominicanos (nueve de Peravia, uno de Azua y dos de Monte Cristi). Hubo 2 sobrevivientes.
Las familias lloran “como el primer día”. Cada una con una realidad distinta, aunque el mayor embate cae sobre los huérfanos, por la falta de esa figura paterna que hasta el 9 de diciembre jugó el papel de proveedor y protector.
Se trata de jóvenes de trabajo que se dejaron “envolver” por el llamado sueño americano, pagando de entre 20,000 a 22,000 dólares.
Junto a la fotografía de Juan Alberto Soto, su hija le mantiene unas flores plásticas.
De tener “el mejor padre” a cuidarse solos
“Cuida a tus hermanos, que yo me voy a buscar un futuro para todos, para juntarnos con tu mamá” con este encargo para su hija Lisbeth se despidió el electricista de la comunidad de Cañafístol, Juan Alberto Soto, horas antes del accidente, en una videollamada.
Y es precisamente lo que están haciendo sus hijos, cuidándose unos a otros. Viven solos porque la madre también emigró y trabaja sin descanso para el sustento de ellos.
“No me quejo, son mis hermanos, y él hizo muy buen trabajo por mí. Tenemos que portarnos bien y hacer las cosas bien, porque un hombre como él nunca lo vamos a encontrar. Todo era para nosotros”, con esa madurez habla Lisbeth, de 18 años, de su padre.
En la sala de su casa, construida con base de cemento, cubierta de zinc por los laterales y el techo, en una calle sin salida de Cañafistol, la jovencita explica cómo han sido estos seis meses para ella, sus hermanos de 19 años y el de 11, porque la pequeña de seis años la tiene una tía.
“Hay días que para mí son como el primero y no dejo de llorar”, cuenta la jovencita, quien ya terminó el bachillerado, pero no tiene motivación para continuar en la universidad.
Su hermano de 19, que escucha atento, también dejó de estudiar en el cuarto de bachillerato, dice que lo retomará, pero igual está desmotivado.
Al preguntarle ¿qué pasaría con sus estudios si Juan Alberto estuviera vivo?, los ojos verdes de Lisbeth se nublan de lágrimas y responde que no. “Todo fuera distinto”. En sala de la casa, hay una fotografía enmarcada de él y al lado unas flores plásticas rosadas que ella no le retira en ningún momento “porque yo se las puse a él”.
Yeni Martínez, madre de “Bacalao” y Kenia Maribel Pimentel, mamá de Rafelín Martínez.
Madre enferma y pobre
Las madres no quieren la riqueza que los hijos dicen irse a buscar para ellas a Estados Unidos y un ejemplo es Kenia Maribel Pimentel, mamá de Rafelín Martínez, otro de las víctimas de Chiapas.
“Usted no sabe cuánto daría por tenerlo vivo. Yo viviría debajo de una piedra por tenerlo. ¡Dios! ¿Por qué no me lo dejaste sin una pierna o sin un brazo, pero vivo?
Entre llantos y exclamaciones pasa sus días esta mujer que enfrenta problemas renales. Kenia cuida de su madre postrada en silla de ruedas y de la hija que dejó Rafelín, que en septiembre cumplirá tres años.
Rafelín era un joven artesano, que con sus pilones de madera generaba recursos para mantener a su madre, a su hija y ayudar a los demás. Hoy las deudas que contrajo para el viaje son insostenibles, aunque su único hermano materno trabaja al máximo para ayudar a su progenitor e ir honrando los compromisos económicos.
Éste se queja de que el Gobierno no le repuso a su familia los miles de dólares que gastaron para traer los restos de su hermano, como ocurrió con otros casos.
A Yuniel Mordán Báez sus amigos le prenden velas cada vez que cumple un mes más de su muerte.
Una abuela que no tiene felicidad
La tragedia de Chiapas lleva a cambiar momentos que pudieran ser de alegría por tristeza, como el Día de las Madres en casa de doña Dulce Soto, quien perdió a su hijo Yunior Báez, hace 20 años, tratando de legar a Puerto Rico en una yola y el 9 de diciembre pasado al hijo de este, Yuniel Mordán Báez, de 23.
Doña Dulce recibió en su casa a hijos y nietos y todo parecía ser su tradicional encuentro del último domingo de mayo, hasta que llegó la hora de servir el almuerzo, un cocido de pata de vaca. Comenzó a llorar y no pudo comer. “ella recordaba a Yuniel” dice la nuera acongojada frente al mostrador del negocio donde aún le encienden velas, todos los meses, frente a un afiche con la imagen del joven. Aquí también hay una deuda en la que se incurrió para cubrir los gastos del viaje.
“Bacalao” el prestamista que dejó cuatro hijos
Edison Báez Martínez, (Bacalao), era reconocido como prestamista motorizado, el mismo que todos los días a las 7:00 de la mañana tocaba la puerta de su madre en el barrio Las 20 Casitas de Baní para visitarla, que con su muerte cambió el rumbo de sus cuatro hijos y de sus progenitores.
Don Manolo Carmona y doña Yeni Martínez entre lágrimas recibieron al equipo de Listín Diario. Y según cuentan, nada es igual. Dejó cuatro hijos a los que no les faltaba nada, siempre estaba atento de todo, y ahora sus madres tienen que luchar solas para criarlos, alimentarlos y educarlos.
Casi al frente de los padres de “Bacalo” vive don Catalino Brito, padre de Raymi Brito, que también pereció en la tragedia de Chiapas. Este fue el comerciante que vendió su carro y negocio, y dejó dos niñas y deudas que pagar. Una limitación que señala don Catalino es que el acta de defunción que recibieron fue fotocopiada y para que las deudas con entidades bancarias sean saldadas por los seguros, requieren el documento original.
SEPA MÁS Hay dos banilejos que sobrevivieron
De dos sobrevivientes, cuyos allegados Listín Diario contactó, uno llegó a Estados Unidos, tiene dos hijos en Baní que los cuidan familiares.
El otro que se fracturó las dos piernas y fue operado en un hospital de Chiapas, regresó al país repatriado el 13 de enero pasado en compañía de su esposa, quien recibió una visa humanitaria.
Hoy puede caminar con la ayuda de un andador, pero no trabajar. Desde la habitación de su casa dejó saber que no quiere hablar con la prensa.