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Más allá de "Hay un país en el mundo", otros poemas de Pedro Mir

Pedro Mir/ fotografia de archivo

Pedro Mir/ fotografia de archivo

Hay un país en el mundo, es uno de los poemas más conocidos del poeta nacional dominicano, Pedro Julio Mir Valentín, en el que describe a un país hermoso y productivo, pero triste y oprimido (…), y en el que, refiriéndose a esta ciudad, dejó plasmado en versos las manifestaciones más dolorosas que en aquellos años luctuosos que le tocó palpar.

Este poemario es un referente de la poesía dominicana, por la denuncia ante el sistema injusto del capital impuesto por las empresas absentistas de la caña y el poder omnímodo de Rafael Leónidas Trujillo, además del lenguaje sonoro y musical tan contagioso que contienen sus metáforas.

Pero, más allá de este popular himno a los dominicanos, Mir, de quien hoy conmemoramos 109 años de su natalicio, escribió otros textos considerados "valiosos aportes" a la poesía y al pensamiento social de la República Dominicana.

Entre estos destacan los cantos líricos «Contracanto a Walt Whitman», «Amén de Mariposas» y «Si alguien quiere saber cuál es mi patria»

Contracanto a Walt Whitman

Fue publicado por primera vez en Guatemala en 1952, este canto lo comienza estableciendo su propia identidad, además hacer referencias de realidades geográficas, lingüísticas y culturales entre el mundo caribeño y el norteamericano, en el que canta en los siguientes términos:

Yo,

un hijo del Caribe,

precisamente antillano.

Producto primitivo de una ingenua

criatura borinqueña

y un obrero cubano,

nacido justamente, y pobremente,

en suelo quisqueyano.

Recogido de voces,

lleno de pupilas

que a través de las islas se dilatan,

vengo a hablar a Walt Whitman.

Un cosmos,

un hijo de Manhattan.

Preguntarán

¿quién eres tú?

Comprendo.

Que nadie me pregunte

quien es Walt Whitman.

irían a sollozar sobre su barba blanca.

Sin embargo,

voy a decir de nuevo quien es Walt Whitman,

un cosmos,

un hijo de Manhattan.

I

Hubo una vez un territorio puro.

Árboles y terrones sin rubricas ni alambres.

Hubo una vez un territorio sin tacha.

Hace ya muchos años. Más allá de los padres de los padres

las llanuras jugaban a galopes de búfalos.

Las costas infinitas jugaban a las perlas.

Las rocas desceñían su vientre de diamantes.

Y las lomas jugaban a cabras y gacelas...

Por los claros del bosque la brisa regresaba

cargada de insolencia de ciervos y abedules

Que henchían de simientes los poros de la tarde.

Y era una tierra pura poblada de sorpresa.

Donde un terrón tocaba la semilla

Precipitaba un bosque de dulzura fragante.

Le acometía a veces un frenesí de polen

que exprimían los álamos, los pinos, los abetos,

y enfrascaban en racimos la noche y los paisajes.

Y era minas y bosques y praderas

cundidos de arroyuelos y nubes y animales.

II

(¡Oh, Walt Whitman de barba luminosa...!)

Era el ancho Far-West y el Mississippi y las

Montañas

Rocallosas y el Valle de Kentucky

y las selvas de Maine y las colinas de Vermouth

y el llano de las costas y más...

Y solamente

faltaban los delirios del hombre y su cabeza.

Solamente faltaban las palabras

mío

penetrara en las minas y las cuevas

y cayera en el surco y besara la Estrella

Polar. Y cada hombre

llevará sobre el pecho,

bajo el brazo, en las pupilas y en los hombros,

su caudaloso yo,

su permanencia

en sí mismo,

y lo volcara por aquel desenfrenado territorio.

III

Que nadie me pregunte

quien es Walt Whitman.

A través de los siglos

irían a sollozar sobre su barba blanca.

He dicho que diré

y estoy diciendo

quién era el infinito y luminoso

Walt Whitman,

un cosmos,

¡un hijo de Manhattan!

IV

Hubo una vez un intachable territorio puro.

Solamente faltaba que la palabra

mío

penetrara su régimen oscuro.

Sin embargo,

el yo que iba a decirla estaba allí

pero cogido

como un pez

en su red de costillas.

Estaba

pero interno, pero adusto y confinado

y amaba y deshojaba sus novias amarillas.

Afuera estaba el firme sistema de la Ley.

Estaba la celosa

regulación de la conducta.

La ley del algodón, la Ley.

la Ley del algodón, la Ley del sueño,

la Ley inglesa, dura y definitiva.

Y apenas

un breve yo surgía entre dos párpados,

se iluminaba el cumplimiento de la Ley.

Y entonces,

cada cual derogaba su yo desestimado

entre el musgo, la sombra, la amapola

y el buey.

V

Y un día

(¡Oh, Walt Whitman de barba insospechada...!)

al pie de la palabra

yo

resplandeció la palabra

Democracia.

Fue un salto.

De repente

el más recóndito yo

encontró su secreto beneficio

Libertad de Trabajo. Libertad de Conciencia.

Libertad de Palabra. Libertad de Camino.

Libertad de aventura, proyecto y fantasía.

Libertad de fracaso, de amor, y de apellido.

Libertad sin retorno ni vértices ni ortigas.

Libertad de quererme y mirarme en su pupila.

Libertad de la dulce asamblea que tengo en mi

corazón

contigo y con toda la infinita humanidad que rueda a

través

de todas las edades, los años, las tierras, los países,

los credos, los horizontes... y fue la necesaria

instalación de júbilo.

Las colinas desataron luceros y luciérnagas.

Las uvas se embriagaron de vino y de perennidad.

En todo el territorio

se hizo la gran puerta de la oportunidad

y todo el mundo tuvo acceso a la palabra

mío.

VI

¡Oh, Walt Whitman de barba sensitiva

era una red al viento!

Vibrada y se llenaba de encendidas figuras

de novia y donceles, de bravos y labriegos,

de rudos mozalbetes, camino del riachuelo,

de guapos con espuelas y mozas con sonrisa,

de marchas presurosas de seres infinitos,

de trenzas o sombreros...

Y tú fuiste escuchado

camino por camino

golpeándoles el pecho

palabra con palabra.

¡Oh, Walt Whitman de barba candorosa,

alcanzo por los años tu ropa llamarada!

VII

Los hombres avanzaron con su suerte

robusta y masculina

sudorosa. Pilotearon los

barcos

y los días. En la ruta pelearon con los indios

y las indias. En las noches contaron sus historias

y ciudades. En la brisa colgaron sus camisas

y caminos. En el valle pusieron diligencias

y ciudades. En la brisa colgaron sus camisas

y el olor de los pechos precedentes del hacha

y a veces se extraviaron en las sombras

de los vientres de muchachas...

Aquel territorio fue creciendo hacia arriba

y hacia abajo.

Rascacielos

y minas

se iban alejando de la tierra,

unidos y distantes.

Los más fuertes, los más iluminados, los más

capaces de violar un camino, fueron adelante.

Otros quedaron atrás. Pero la marcha

seguida sin sosiego, sin volver la mirada.

Era preciso

confianza en sí mismo.

Era preciso

fe.

Y suavemente se forjo la canción:

yo el cow-boy y yo el aventurero

y yo Alvin, yo William con mi nombre y mi suerte de

Baraja,

y yo el predicador con mi voz de barítono

y yo la doncella que tengo mi cara

y yo la meretriz que tengo mi contorno

y yo el comerciante, capitán de mi plata

y yo

el ser humano

en pos de la fortuna para mí, sobre mí,

detrás de mí.

Y con el mundo entero

a mis pies, sometido a mi voz,

recogido en mi espalda

y la estatura de la cordillera yo

y las espigas de la llanura yo

y el resplandor de los arado yo

y las orillas de los arroyos yo

y el corazón de la amatista yo

y yo

¡Walt Whitman

un cosmos,

un hijo de Manhattan...!

VII

¡Secreta maravilla de una historia que nace...!

Con aquel ancho grito

fue construida una nación gigante,

Formada de relatos y naciones pequeñas

que entonces se encontraban como el mundo

entre dos grandes mares...

Y luego

se ha llenado de golfos, islotes y ballenas

esclavos, argonautas y esquimales...

Por los mares bravíos

empezó a transitar el clíper yanqui,

en tierra se elevaron estructuras de aceros,

se escribieron poemas y códigos y mármoles

y aquella nación obtuvo sus ardientes batallas

y sus fechas gloriosas y sus héroes totales

que tenían aun entre los labios

la fragancia

y el zumo

de la tierra olorosa con que hacían su pan

su trayecto y su equipaje...

Y aquella fue una gran nación de rumbos y albedríos.

Y el yo

-la rotación de todos los espejos

sobre una sola imagen-

hallo su prodigioso mensaje primitivo

en un inmenso, puro, territorio intachable

que lloraba la ausencia de la palabra

mío.

IX

Porque

¿qué ha sido un gran poeta indeclinable

sino un estanque límpido

donde un pueblo descubre su perfecto

semblante?

¿Qué ha sido

sino un parque sumergido

donde todos los hombres se reconocen

por el lenguaje?

¿Y que

sino una cuerda de infinita guitarra

donde pulsan los dedos de los pueblos

su sencilla, su propia, su fuerte y

verdadera canción innumerable?

Por eso tú, numeroso Walt Whitman, que viste y

deliraste

la palabra precisa para cantar tu pueblo,

que en medio de la noche dijiste

yo

y el pescador se comprendió en su carpa

y el cazador se oyó en mitad de su disparo

y el leñador se conoció en su hacha

y el labriego en su semblante amarillo sobre el agua

y la doncella en su ciudad futura

que crece y que madura

bajo la saya

y la meretriz en su fuente de alegría

y el minero de sombra en mis pasos debajo de ;a

patria...

cuando el alto predicador, bajando la cabeza,

entre dos largas manos decía,

yo

el pueblo entero se escucha en ti mismo

cuando escuchaba la palabra

yo, Walt Whitman, un cosmos,

¡un hijo de Manhattan...!

Porque tú eras el pueblo, tú eras yo,

y yo era la Democracia, el apellido del pueblo,

y yo era también Walt Whitman, un cosmos,

¡un hijo de Manhattan!

X

Nadie supo que noche desgreñada,

un rostro frio, de bajo celentéreo,

se halló en una moneda. Que reseco semblante

se pareció de pronto a un círculo metálico y sonoro.

que cara seca vio en circulación de mano en mano

que seca boca dijo de pronto

yo.

y empezó a conjugarse, a cumplirse y a multiplicarse

en todas las monedas.

En moneda de oro, de cobre, de níquel,

en moneda de mano, de venas de vírgenes

de labradores y pastores, de cabreros y albañiles.

Nadie supo quién fue el desceñido primero.

Mas se le vio otra mana comprar la conciencia.

Y del fondo de los ríos, de los barrancos, de la

médula

de los arbustos, del filo de las cordilleras,

pasando por torrentes de sudor y de sangre,

surgieron entones los Bancos, los Truts,

los monopolios,

las Corporaciones.... Y, cuando nadie lo supo

fueron a dar allí la cara de la niña y el corazón

del aventurero y las cabriolas del cow-boy y los

anhelos

del pioneer... y todo aquel inmenso territorio

empezó a circular por las cajas de los Bancos, los

libros

de las Corporaciones, las oficinas de los rascacielos,

las máquinas de calcular...

y ya:

se le vio una mañana adquirir la gran puerta de la

oportunidad

y ya más nadie tuvo acceso a la palabra mío

y ya más nadie ha comprendido la palabra yo.

XI

Preguntadlo a la noche y al vino y a la aurora...

Por detrás de las colinas de Vermont, los llanos de

las costas

por el ancho Far-West y las montañas Rocallosas,

por el valle de Kentucky y las selvas de Maine.

Atravesad las fábricas de muebles y automóviles, los

muelles,

las minas, las casas de apartamentos, los

ascensores

celestiales,

los lupanares, los instrumentos de los artistas;

buscad un piano oscuro, revolved las cuerdas,

los martillos, el teclado, rompedle el arpa silenciosa

y tiradla sobre los últimos raíles de la madruga...

Inútilmente.

No encontrareis el limpio acento de la palabra

yo.

Quebrad un teléfono y un disco de baquelita,

arrancadle los alambres a un altoparlante nocturno,

sacad al sol el alma de un violín Stradivarius...

Inútilmente.

No encontrareis el limpio acento de la palabra

yo

(¡Oh, Walt Whitman de barba desgarrada!)

¡Que de rostros caídos, que de lenguas atadas,

que de vencidos hígados y arterias derrotadas...!

No encontrareis

más nunca

el acento sin mancha

de la palabra

yo.

XII

Ahora,

escuchadme bien:

si alguien quiere encontrar de nuevo

la antigua palabra

yo

vaya a la calle del oro, vaya a Walt Street.

No preguntéis por MR. Babbitt. Él os lo dirá.

- Yo, babbitt, un cosmos,

un hijo de Manhattan.

Él os lo dirá

- Traedme las Antillas.

sobre varios calibres presurosos,, sobre cintas

de ametralladoras, sobre los Caterpillar es de los

tanques

traedme las Antillas.

Y en medio de un aroma silenciosa

allá viene la isla de Santo Domingo

- Traedme la América Central.

Y en medio de un aroma pavorosa

allá viene callada Nicaragua

- Traedme la América del Sur

Y en medio de un aroma pesarosa

allá viene cojeando Venezuela.

Y en medio de un celeste bogotazo

allá viene cayendo Colombia.

Allá viene cayendo Ecuador.

Allá viene cayendo Brasil.

Allá viene cayendo Puerto Rico.

En medio de un volumen salino

allá viene cayendo Chile...

Vienen todos. Allá vienen cayendo.

Cuba trae su dolo envuelto en un estremecimiento

de comparsas.

México trae su rencor envuelto en una sola mirada

fronteriza

Y Haití, Uruguay y Paraguay, vienen cayendo.

Y Guatemala, El Salvador y Panamá, vienen cayendo.

Vienen todos. Vienen cayendo

No preguntéis por Mr. Babbit, os lo he dicho.

- Traedme todos esos pueblos en azúcar, en nitrato,

en estaño, en petróleo, en bananas,

en almíbar.

traedme todos esos pueblos.

No preguntéis por Mr. Babbitt, os lo he dicho.

Vienen todos, vienen cayendo.

XIII

Si queréis encontrar el duro acento moderno

de la palabra

yo

id a Santo Domingo.

Pasad por Nicaragua. Preguntad en Honduras.

Escuchad al Perú, a Bolivia, a la Argentina.

Dondequiera hallareis una cápita sonoro

un yo.

Un jefe luminoso

un yo, un cosmos,

Un hombre providencial

un yo, un cosmos, un hijo de su

patria.

Y en medio de la noche fragorosa de la América

escuchareis, detrás de madureces y fragancia

mezclada con sordos quejidos, con blasfemia y

gritos,

con sollozos y puños, con largas lágrimas y largas

aristas y maldiciones largas

un yo, Walt Whitman, un cosmos,

un hijo de Manhattan.

Una canción antigua convertida en razón de fuerza

entre los engranajes de las factorías, en las calles

de la ciudad. Un yo, un cosmos en las

guardarrayas,

Y en los vagones y en los molinos de los centrales.

Una canción antigua convertida en razón de sangre y

de miseria

un yo, un Walt Whitman, un cosmos,

¡un hijo de Manhattan...!

XIV

Porque

¿qué ha sido la ventura de los pueblos

sino un cambio continuo, un movimiento

eterno,

un fuego infinito que se enciende y que se

apaga?

¿Qué ha sido

sino un chorro incontenido,

espejo ayer de oteros y palmares,

hoy nube blanca?

¿Y que

sino una brega infatigable

en que hoy manda un puñado de golosos

y mañana los puños deliciosos,

fragantes y frenéticos del pueblo

innumerable?

Por eso tú, innúmero, Walt Whitman,

que en mitad de la noche dijiste

yo

y el herrero sonoro se descubrió en la llama

y el forjador y el fogonero

y el cuidador del faro, celeste de miradas

y el fundidor y el leñero

y la niña celeste colando la alborada

y el pionero y el bombero

y el cochero y el aventurero y el arriero...

Tú,

que en medio de la noche dijiste

Yo, Walt Whitman, un cosmos,

un hijo de Manhattan

y un pueblo entero se descubrió en tu lengua

y se lanzó de lleno a construir su casa

hoy,

que ha perdido su casa,

hoy,

que tiene un puñado de golosos sonrientes y

engreídos,

hoy

que ha cambiado el fuego infinito que se

enciende y que se apaga

hoy...

hoy no te reconoce

desgarrado Walt Whitman,

porque tu signo está guardado en las cajas de los

Bancos,

porque tu voz esta en las islas guardadas por

arrecifes

de bayonetas y puñales,

porque tu voz inunda los decretos y los centro de

Beneficencia

y los juegos de lotería,

porque hoy

cuando un magnate sonrosado,

en medio de la noche cósmica,

desenfrenadamente dice

yo

detrás de su garganta se escucha el ruido de la

muchedumbre

ensangrentada explota refugiada

que torvamente dice

tu

y escupe sangre entre los engranajes,

en las fronteras y las guardarrayas...

¡Oh, Walt Whitman de barba interminable!

XV

Y ahora

ya no es la palabra

yo

la palabra cumplida

la palabra de toque para empezar el mundo.

Y ahora

ahora es la palabra

nosotros.

Y ahora,

ahora es llegada la hora del Contracanto.

Nosotros los ferroviarios,

nosotros los estudiantes,

nosotros los mineros,

nosotros los campesinos

nosotros los pobres de la tierra,

los pobladores del mundo

los héroes del trabajo cotidiano

con nuestro amor y con nuestro puños,

enamorados de la esperanza.

Nosotros los blancos,

los negros y amarillos,

los indios, los cobrizos

los moros y morenos

los rojos y aceitunados

los rubios y los platinos

unificados por el trabajo

por la miseria, por el silencio,

por el grito de un hombre solitario

que en medio de la noche,

con un perfecto látigo,

con un salario oscuro,

con un puñal de oro y un semblante de hierro,

desenfrenadamente grita

yo

y siente el eco cristalino

de una ducha de sangre

que decididamente se alimenta en

nosotros

y en medio de los muelles alejándose

nosotros

y al pie del horizonte de las fabricas

nosotros

y en la flor y en los cuadros y en los túneles

nosotros

y en la alta estructura camino de las orbitas

nosotros

camino de los mármoles

nosotros

camino de las cárceles

nosotros...

XVI

Y un día,

en medio del asombro más grande de la historia,

pasando a través de muros y murallas

la risa y la victoria.

encendiendo candiles de júbilo en los ojos

y en los túneles y en los escombros,

¡Oh Walt Whitman de barba nuestra y definitiva!

Nosotros para nosotros, sobre nosotros

y delante de nosotros...

Recogeremos puños y semilleros de todos los pueblos

y en carrera de hombros y brazos reunidos

los plantaremos repentinamente

en las calles de Chile, de Ecuador, y Colombia,

de Perú y Paraguay

de El Salvador y Brasil,

en los suburbios de Buenos Aires y de La Habana

y allá en Macorís del Mar, pueblo pequeño y mío

hondo rincón de aguas perdidas en el Caribe,

donde la sangre tiene

ciertos rumor de hélices quebrándose en el río...

¡Oh Walt Whitman de estampa proletaria!

Por las calles de Honduras y Uruguay.

Por los campo de Haití y los rumbos de Venezuela.

En plena Guatemala con su joven espiga.

En Costa Rica y en Panamá

En Bolivia, en Jamaica y dondequiera,

dondequiera que un hombre de trabajo

se trague la sonrisa,

se muerda la mirada.

escupa la garganta silenciosa

en la faz del fusil y del jornal

¡OH, Walt Whitman!

Blanqueciendo el corazón de nuestros días delante de

nosotros,

nosotros y nosotros y nosotros.

XVII

¿Por qué queríais escuchar a un poeta?

Estoy hablando con uno y con otros.

Con aquellos que vinieron a apartarlo de su pueblo,

a separarlo de su sangre y de su tierra,

a inundarle su camino.

Aquellos que lo inscribieron en el ejército.

Los que violaron su barba luminosa y le pusieron un

fusil

sobre sus hombros cargados de doncellas y pioneros.

Los que no quieren a Walt Whitman el demócrata,

sino a un tal Whitman atómico y salvaje.

Los que quieren ponerle zapatones

para aplastar la cabeza de los pueblos.

Moler en sangre las sienes de las niñas.

Desintegrar en átomos las fibras del abuelo.

Los que toman la lengua de Walt Whitman

por signo de metralla,

por bandera de fuego.

¡No, Walt Whitman, aquí están los poetas de hoy

levantados para justificarte!

" - ¡Poetas venidos, levantaos, porque vosotros debéis

justificarme!"

Aquí estamos, Walt Whitman, para justificarte.

Aquí estamos

por ti

pidiendo paz.

La paz que requieras

para empujar el mundo con tu canto.

Aquí estamos

salvando tus colinas de Vermouth.

tus selvas de Maine, el zumo y la fragancia de tu

tierra,

tus guapos con espuelas, tus mazas con sonrisas,

tus rudos mozalbetes camino del riachuelo.

Salvándolos, Walt Whitman, de los traficantes

que toman tu lenguaje por lenguaje de guerra.

¡No, Walt Whitman, aquí están los poetas de hoy,

los obreros de hoy, los pioneros de hoy, los

campesinos

de hoy,

firmes y levantados para justificarte!

¡Oh, Walt Whitman de barba levantada!

Aquí estamos sin barba,

sin brazos, sin oídos,

sin fuerzas en los labios,

mirando de reojo,

rojo y perseguidos,

llenos de pupilas

que a través de las islas se dilatan,

llenos de coraje, de nudos de soberbia

que a través de los pueblos se desatan,

con tu signo y tu idioma de Walt Whitman

aquí estamos en pie para justificarte,

¡Continuo compañero de Manhattan

Amén de Mariposas

Fue publicada en el año 2007 en Santo Domingo, en este el autor interpretó el asesinato de las hermanas Mirabal. Convirtiéndose en una pieza sustancial para entender aquel terrible suceso.

PRIMER TIEMPO

I

Cuando supe que habían caído las tres hermanas

Mirabal

me dije:

la sociedad establecida ha muerto.

(Lapislázuli a cuento de todo emblema ruidoso

mentís en A referido a un imperio en agonía

y cuanto ha sido conocido desde entonces

me dije

y cuanto ha sido comprendido desde entonces

me dije

es que la sociedad establecida ha muerto)

Comprendí

que muchas unidades navales alrededor del mundo

inician su naufragio

en medio de la espuma

pensadora

y que grandes ejércitos reconocidos en el planeta

comienzan a derramarse

en el regazo de la duda

pesarosa.

Es que

hay columnas de mármol impetuoso no rendidas al

tiempo

y pirámides absolutas erigidas sobre las civilizaciones

que no pueden resistir la muerte de ciertas mariposas

II

Cuando supe que tres de los espejos de la sociedad

tres respetos del brazo y orgullo de los hombres

tres y entonces madres

y comienzo del día

habían caído

asesinadas

¡oh, asesinadas!

a pesar de sus telares en sonrisa

a pesar de sus abriles en riachuelo

a pesar de sus neblinas en reposo

(y todo el día lleno de grandes ojos abiertos)

roto el cráneo

despedazado el vientre

partida la plegaria

¡oh, asesinadas!

comprendí que el asesinato como bestia incendiada

por la cola

no se detendría ya

ante ninguna puerta de concordia

ante ninguna persiana de ternura

ante ningún dintel ni balaustrada

ni ante paredes

ni ante rendijas

ni ante el paroxismo

de los progenitores iniciales

porque a partir de entonces el plomo perdió su rumbo

y el sentido su rango

y sólo quedaba en pie

la Humanidad

emplazada a durar sobre este punto

escandaloso

de la inmensidad

del Universo

Supe entonces que el asesinato ocupaba el lugar

del pensamiento

que en la luz de la casa

comenzaba a aclimatarse

el puerco cimarrón

y la araña peluda

que la lechuza se instalaba en la escuela

que en los parques infantiles

Se aposentaba el hurón

y el tiburón en las fuentes

y engranaje y puñal

y muñón y muleta

en los copos de la cuna

o que empezaba entonces la época rotunda

del bien y del mal

desnudos

frente a frente

conminados a una sola

implacable definitiva

decidida victoria

muerte a muerte

¡Oh asesinadas!

No era una vez

porque no puedo contar la historia de los hombres

que cayeron en Maimón

y Estero Hondo

a unos pocos disparos de Constanza

en el mismo corazón del año de 1959

puesto que todo el mundo sabe que somos el silencio

aun en horas de infortunio

No era una vez porque no puedo contar la historia

de este viejo país del que brotó la América Latina

puesto que todo el mundo sabe que brotó de sus

vértebras

en una noche metálica denominada

silencio

de una vértebra llamada Esclavitud

de otra vértebra llamada Encomienda

de otra vértebra llamada Ingenio

y que de una gran vértebra dorsal le descendió

completa

la Doctrina de Monroe

No contaré esta historia porque era una vez no

la primera

que los hombres caían como caen los hombres

con un gesto de fecundidad

para dotar de purísima sangre los músculos de la

tierra.

La espada tiene una espiga

La espiga tiene una espera

La espera tiene una sangre

que invade a la verdadera

que invade al cañaveral

litoral y cordillera,

a todos se nos parece

de perfil en la bandera

la espiga tiene una espada

la espada una calavera.

III

Pero un día se supo que tres veces el crepúsculo

veces el equilibrio de la maternidad

tres la continuación de nuestro territorio

sobre la superficie de los niños adyacentes

reconocidas las tres en la movida fiebre

de los regazos y los biberones

protegidas las tres por la andadura

de su maternidad navegadora

navegable

por el espejo de su matrimonio

por la certeza de su vecindario

por la armonía de su crecimiento

y su triple escuela de amparo

habían caído en un mismo silencio asesinadas

y eran las tres hermanas Mirabal

¡oh asesinadas!

entonces se supo que ya no quedaba más

que dentro de los cañones había pavor

que la pólvora tenía miedo

que el estampido sudaba espanto

y el plomo lividez

y que entrábanos de lleno en la agonía de una edad

que esto era el desenlace de La Era

Cristiana

IV

¡Oh dormidas!

¡oh delicadas!

qué injuria de meditar.

El mes de noviembre descendía sobre los hombros

como los árboles aún debajo de la noche y aún

dando

sombra.

¡Oh eternas!

El péndulo palpitaba las horas del municipio

y el pequeño reloj destilaba en silencio gota a gota

veinticinco visiones de un día llamado de noviembre.

Pero aún no era el fin

¡oh dormidas! aún no era el fin

aún no era el fin

SEGUNDO TIEMPO

I

Cuando supe que una pequeña inflamación del suelo

en el Cementerio de Arlington

se cubría de flores y manojos de lágrimas

con insistencia de pabellones y caballos nocturnos

alrededor de un toque de afligida trompeta

cuando todo periódico se abría en esas páginas

cuando se hicieran rojas todas las rosas amarillas

en Dallas

Texas

me dije

cómo era presidencial

el nuevo mes de noviembre

ya millones de acres tocaron lo imposible

ya millones de acres ya millones de estatuas ya

millones

de muros de columnas y de máquinas

comprendieron de súbito

que el asesinato

no ha sido

ni un fragmento de minuto

calculado solamente para las cabezas semicoloniales

y sustantivas

de las tres hermanas Mirabal

sino

que este inédito estilo de la muerte

producto de las manos de los hombres

de manos de hermanos

(para todo el siglo)

muerte sana y artesana

(para todo el mundo)

provista de catálogo

(para todo el tiempo)

de número de serie serial nombre

y venida de fuera o made in u.s.a.

fría inalterable desdeñosa desde arriba desde

entonces

esta muerte

esta muerte

esta muerte

asume contenido universal

forzosamente adscrita a la condición

del ser humano

en cuyo espectro solar figuran todas las fórmulas

personales

y todas las instancias puras

del individuo

tal

como va por la calle

como habitante de la ciudad con todo su derecho

como

continuador esencial del índice de población o séase

representante manufacturero indiferente agente de

seguros repartidor de leche asalariado guarda

campestre administrador o sabio o poeta o portador

de una botella de entusiasmo etílico donde están

convocadas todas las palabras

ciclamen platabanda metempsícosis

canícula Claudia clavicémbalo

cartulario venático vejiga

trepa caterva mequetrefe

primicia verdulero postulante

palabras todas sustitutivas

palabras pronunciables

en lugar de presuntas actitudes

y todas las maldiciones y protestas

y las posiciones geométricas igual

que la rotura del sentido igual

que la rotura de una biela igual

que el desgarrón de la barriga igual

mente todo desquiciado y ron

pido todo maligno y amargo

todo reducido a sombra

y navidad y oscuridad

y estadidad

palabras mentirosas llenas

de contenido impronunciable

y desechos del organismo

de cualquier muchacha igual

que de cualquier cachero igual

que el choque de la portezuela

del catafalco igual

fue esta universal investidura de la que no está exento

nadie nadie

ni yo

ni tú

ni nosotros ni ellos ni nadie

podridamente nadie

nadie

desde el mismo momento en que fueron golpeadas

ciertamente

profesionalmente

maquinalmente

tres de las hermanas Mirabal

hasta llegar

en punto

exactamente

al

fin fin fin

de la Era

Cristiana

(Oigamos

oigamos

esto retumba en el

más

absoluto silencio

muchas unidades navales en todos los océanos inician

su hundimiento después

de deglutir los archipiélagos

de miel envenenada

grandes ejércitos destacados en la entrada del mundo

comienzan a reintegrarse

a sus viejos orígenes

de sudor y clamor

en el seno de masas

populares

en el más

en el más categórico y el más

absoluto

silencio)

Porque

hay columnas de mármol impetuoso no rendidas al tiempo

y pirámides absolutas erigidas sobre las civi1izaciones

que no pueden resistir la muerte de ciertas mariposas

y calles enteras de urbes imperiales llenas de

transeúntes

sostenidas desde la base por tirantes y cuerdas de

armonía

de padre a hija de joven a jovenzuela de escultor a

modelo

y artilleros atormentados por la duda bajo el cráneo

cuyas miradas vuelan millares de leguas sobre el

horizonte

para alcanzar un rostro flotante más allá de los mares

y camioneros rubios de grandes ojos azules

obviamente veloces

que son los que dibujan o trazan las grandes

carreteras

y transportan la grasa que engendra las bombas

nucleares

Y portaviones nuevos de planchas adineradas

invencibles

insospechablemente unidos al rumbo del acero y del

petróleo

y gigantes de miedo y fronteras de radar y divisiones

aéreas

y artefactos electrónicos y máquinas infernales

dirigidas

de la tierra hacia el mar y del cielo a la tierra y

viceversa

que no pueden

resistir

la muerte

de ciertas

mariposas

porque la vida entera se sostiene sobre un eje de

sangre

y hay pirámides muertas sobre el suelo que

humillaron

porque el asesinato tiene que respetar si quiere ser

respetado

y las grandes imperios deben medir sus pasos

respetuosos

porque lo necesariamente débil es lo necesariamente

fuerte

cuando la sociedad establecida muere por los cuatro

costados

cuando hay una hora en los relojes antiguos y los

modernos

que anuncia que los más grandes imperios dcl planeta

no pueden resistir la muerte muerte

de ciertas ciertas

debilidades amén

de mariposas

partida la plegaria ¡oh, asesinadas!

SI alguien quiere saber cuál es mi patria

Aquí nuestro poeta nacional hace referencia a los recursos naturales, a la lucha cotidiana, a la vida, a la gente y cultura dominicana, donde afirma que más allá.

Poema:

Si alguien quiere saber cuál es mi patria

no la busque,

no pregunte por ella.

Siga el rastro goteante por el mapa

y su efigie de patas imperfectas.

No pregunte si viene del rocío

o si tiene espirales en las piedras

o si tiene sabor ultramarino

o si el clima le huele en primavera.

No la busque ni alargue las pupilas.

No pregunte por ella.

(¡Tanto arrojo en la lucha irremediable

y aún no hay quien lo sepa!

¡Tanto acero y fulgor de resistir

y aún no hay quien lo vea!)

No, no la busque.

Si alguien quiere saber cuál es mi patria,

no pregunte por ella.

No quiera saber si hay bosques, trinos,

penínsulas muchísimas y ajenas,

o si hay cuatro cadenas de montañas,

todas derechas,

o si hay varios destinos de bahías

y todas extranjeras.

Siga el rastro goteando por la brisa

y allí donde la sombra se presenta,

donde el tiempo castiga y desmorona,

ya no la busque,

no pregunte por ella.

Su propia sangre, su órbita querida,

su instantáneo chispazo de presencia,

su funeral de risa y de sonrisa,

su potrero de espaldas indirectas,

su puño de silencio en cada boca,

su borbotón de ira en cada mueca,

sus manos enguatadas en la fábrica y

sus pies descalzos en la carretera,

las largas cicatrices que le bajan

como antiguos riachuelos, su siniestra

figura de mujer

obligada a parir

con cada coz que busca su cadera

para echar una fila de habitantes

listos para la rueda,

todo dirá de pronto dónde existe

una patria moderna.

Dónde habrá que buscar y qué pregunta

se solicita. Porque apenas

surge la realidad y se apresura

una pregunta, ya está la respuesta.

No, no la busque.

Tendría que pelear por ella…