Cumbre de Las Américas de un liderazgo deteriorado
En unos días, del 6 al 10 de junio, tendrá lugar en California la Cumbre de las Américas que desde la primera en 1994 celebrada en Miami, reúne cada tres o cuatro años a los presidentes y primeros ministros de las democracias del continente americano, sin Cuba, excepción que tiene lugar porque se constituyó en requisito para ser parte tener una democracia electoral; esta cita hemisférica que este año convoca como anfitrión, Estados Unidos, probablemente, será la de participación y asistencia más precaria, puesto que según parece Brasil no asistirá y México ha puesto como condición que no haya exclusiones refiriéndose particularmente a Cuba. Algunos de los que asistirán, como El Salvador, Chile y Argentina, no están precisamente alineados con los hermanos del norte y, aunque Duque de Colombia, si lo está, no así su sucesor más probable.
Paradójicamente esta evidente debilidad del liderazgo político norteamericano en esta parte del mundo, que es su patio trasero, se da en el momento en que es más sólida e influyente -en los últimos 70 años- su presencia en Europa y el mundo, puesto que fruto del error ruso, con la invasión a Ucrania, tiene a su otrora competidor tras las cuerdas, acorralado militar, política y económicamente y a sus aliados más cohesionados que nunca.
Estas cumbres fueron una iniciativa de Bill Clinton para discutir principios, valores democráticos y fortalecimiento de las instituciones; surgió como una reacción comercial a la conformación del bloque europeo y, a la incursión de China con la OMC, entonces, Estados Unidos que había olvidado a América Latina tras la democratización -1978-1986- relegando su presencia a los temas migratorios y de narcotráfico, en sentido general y a la guerrilla, en el caso colombiano, quiso crear en el continente un Área de Libre Comercio –ALCA – cuyo fracaso –lamentablemente - financió Hugo Chávez, a partir del año 2001, ya con Bush, hijo, en el cargo.
El Presidente venezolano estuvo de visita en el país en el mes de marzo del 2001, días antes de la reunión de ministros de comercio en Argentina, previa a la Cumbre en Canadá y, el presidente dominicano me asignó llevarle a conocer al expresidente Balaguer.
De regreso al Palacio Nacional, en donde le dejaría para un almuerzo y para tomar un vuelo a Buenos Aires, me sugirió que al llegar conversara con su ministra de Comercio, quien tenía instrucciones, junto a ministros de otros países, de oponerse a varios temas contenidos en corchetes en el borrador de declaración ministerial; aprovechaba además el desconocimiento de los norteamericanos de cómo tratar a las islas, que – aunque muy pequeñas - sumaban una considerable cantidad de votos.
La idea norteamericana de una América uniforme no era práctica y, por vía de consecuencia, con propensión al fracaso, así se lo había hecho saber días antes a Robert Zoellick, recién designado jefe del Departamento de Comercio.Las naciones integrantes de Mercosur tenían una línea comercial que las vinculaba más a Europa y por razones distintas, también las pequeñas islas caribeñas dependientes de la cooperación de Bruselas que las ataba a su comercio. Estados Unidos con quienes mantenía lazos preferentes era con República Dominicana, Centroamérica, Colombia, Chile y México.
En el marco de esa realidad, Chávez en cuyo bolsillo viajaba el Tesoro venezolano, sin ningún control abultado por la crisis petrolera que llevó los precios de USD$ 9.00 el barril en el 2008 a USD$ 130.00 dólares en el 2008, ejercía una notable influencia en la política regional.
Tras la Cumbre celebrada en Canadá, el 1 de mayo del 2001 recibí, primero una llamada y luego la visita del agregado comercial de Estados Unidos para comunicarme que Zoellick había convocado a los oficiales de comercio a los fines de iniciar la discusión de los acuerdos regionales de comercio sugeridos por RD: El Alca, como originalmente se deseaba, había sido abandonada; Chávez había ganado la batalla, pero perdería la guerra, pues gran parte de América se beneficiaría mientras Venezuela se aislaba; el Alba, planteada por él, no era solución comercial, ni siquiera política: el mercado al que la mayoría deseaba acceder era el norteamericano.
Lamentablemente otra que se quedó inicialmente fuera fue la nación que planteó la solución, pues semanas después el Presidente traspasó las negociaciones comerciales del Ministerio de Industria y Comercio a la Cancillería y, por ese motivo, renuncié; al Canciller nunca le recibieron y RD quedó originalmente fuera de las discusiones y negociaciones del que hoy es el DRCAFTA. Luego hubo que rogar la inclusión pura y simple.
En esos primeros días del nuevo milenio América contenía democracias liberales en tránsito – en algunos casos – hacia estados sociales y democráticos de derecho- con apoyo muy alto en la población que dos décadas atrás, habían salido de dictaduras. Hoy, 20 años después, el apoyo a las democracias ha decaído notablemente, la clase política y las instituciones tienen poco respaldo y los gobiernos dictatoriales o autocráticos no son de derecha, sino de izquierda.
La presencia de los organismos multilaterales – FMI, BM, BID – es menos trascendente, no sólo por los condicionamientos de sus facilidades, a veces traumáticos, sino porque los países prefieren ir a los mercados de capitales a saciar su sed de dinero o a buscar cómo llenar sus necesidades y, eso, combinado con la poca cooperación norteamericana, ha reducido notablemente su influencia hasta los niveles que se observan en esta convocatoria a la Cumbre de las Américas en California, a la que por excepción, se invita – sabiamente - a España.
El pretexto de México, no puede ser más absurdo – que inviten a Cuba – que nunca ha participado por carecer de una democracia; Brasil, ni siquiera inventa un motivo, simplemente, no tiene interés y, esas son las dos naciones más pobladas de América Latina; insertan adicionalmente a Venezuela y Nicaragua, dos naciones cuyos regímenes, la mayoría en la OEA y en otros foros, incluso la Unión Europea, han cuestionado por la ausencia de democracia.
En el juego del ridículo, La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP)– compuesta por Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, y Santa Lucía, ha cerrado en La Habana una “cumbre alterna”, que sin Fidel Castro y Hugo Chávez, no tiene simbolismo histórico ni chequera. Ojalá que esta Cumbre produzca un reencuentro entre los países democráticos de América.