Con salida de Balaguer se apagó el servicio municipal honorífico
Consejo de Directores (honorífico) de Utesur aprobó financiación de obra del escritor Otto Milanese.
Nacieron y vivieron para servir, hasta su decadencia total hace más de 40 años. Eran hombres ilustres, una especie de ciudadanos irrepetibles en la dignificante vocación de servicio a favor de sus desfallecidas comarcas.
Se trata de los cuasi olvidados servidores honoríficos de los gobiernos municipales que hacían sintonía con otros que ejercían dirección en entes privados y formas variadas de entidades sin fines de lucro.
Si bien son ya nada más que parte de la historia de una época dorada, un momento ideal cuando aquella gente aun creía en la pureza del alma, en algunos espacios del país el servicio honorifico, si bien ya no en los cabildos, aún vive.
Un caso específico ocurre ahora en Azua, nuestra vecina sureña, dando frutos y negándose a abandonar todo lo humano que cargan sus acciones.
De su parte, la intención de los regidores sin paga era, básicamente, el cuidar en todo lo que pudieran para aportar al mayor beneficio del municipio y procurar su prosperidad y tranquilidad.
En 1805, después de que el general haitiano, Jean Jacques Dessalines, incendió la ciudad durante un intento de ocupación por la incipiente nueva república colindante, el poblado banilejo fue reconstruido en parte y, en 1810, se instaló su primer Ayuntamiento, en la calle Nuestra Señora de Regla.
Desde allí empezaron a desempeñar su labor generosa nuestros concejales,
Por todo esto, aquellos grandes hombres y mujeres de mi pueblo, Baní, aprisionaron siempre mi respeto y admiración, hasta día de hoy. Su grandeza no tiene límites.
Su decadencia empezó justo al final de las tres décadas corridas de gobiernos del doctor Balaguer, en 1978, igual como colapsó la enseñanza de moral y cívica en las escuelas, que enseñaba la calidad de los valores patrios, principios morales y el comportamiento social, y las estrictas pautas del Reglamento 824 que regula los medios audiovisuales y los espectáculos públicos.
Aquellos que vivían más cerca a la casa municipal caminaban hacia las modestas salas de sesiones del Ayuntamiento, fieles con el tiempo, carpetas a mano, con sus apuntes y propuestas, informes y objeciones a temas pendientes.
Mi vida discurría entre las oscuras y polvorientas calles del barrio norteño Pueblo Nuevo, que colinda con el “sepultado” arroyo Güera y el sofocado río Baní, al este, y escapadas hacia el centro de la ciudad, donde de muy pequeño les veia caminar impecables, zapatos bien lustrados, desbarbados, y trajes a la medida de sus portes.
Una característica importante de los regidores era su condición superior económica y social en el conjunto de población.
Basta destacar a estos ciudadanos, y su nobleza, personificados en las figuras de doña Gisela Miniño, Felipe Ortiz Báez, Rafael Ángel Franjul Troncoso, Bienvenido Pimentel Machado, Ramón Antonio Herrera Cabral, Juan Jerónimo Castro, Fernando Herrera Cabral.
Su presencia fue factor clave para la protección de la cultura, el arte, la literatura, la música, la asistencia a grupos sociales desamparados.
Pasaban horas en esas salas aportando tiempo y energía, algunos sacrificando sus negocios, para decidir cuestiones clave sobre el destino de la ciudad y la existencia de la población.
Aunque para unos bienestares y para otros pérdida y retroceso, fue a partir de 1980 cuando empezó la reconfiguración de las salas capitulares y el apetito por el cargo, al convertirse en posición asalariada, además de los ingresos extras por concepto de viáticos y empleos a familiares y amigos. Ahora, para citar casos específicos, los regidores del municipio Santo Domingo Este ganan más de 200,000 pesos al mes; los del Distrito Nacional alcanzan los 120,000, y los de Santo Domingo Norte 160,000.
Es más, un regidor de estos ayuntamientos gana más que el director general de la Policía Nacional, que tiene un salario de RD$100.939.05, y que un diputado, que tiene sueldo nominal de 175,000 pesos.
Azua sigue de pie Un digno evento que marca la resistencia a borrar este desprendimiento personal para servir a las buenas causas de los pueblos tuvo lugar el pasado sábado 28, fecha anterior al Día de las Madres, en Azua.
Allí, la Universidad Tecnológica del Sur (Utesur) brilló con un justo acto de reconocimiento al poeta y cuentista azuano, Otto Oscar Milanese, y su consejo de directores, a la cabeza de su presidente, don Ricardo Vilchez, con todos sus miembros en prestación honorífica, al aprobar la financiación de su obra “Cuéntame un merengue”.
Este libro, que cuenta de 21 narraciones en las que Milanese incluye títulos como El baile, Por Dolores, Que le dejen trabajar, Mataron al comisario, La gallera y De paso por Bonao.
Este libro se suma a ese espacio de ficción que el autor crea para plasmar su realidad, imaginada desde el contenido de canciones hechas merengues que, en diferentes momentos de la historia dominicana, han impactado en el gusto popular.
El acto fue respaldado con la presencia de la periodista y escritora Emilia Pereyra, la poeta, cantautora y psicóloga Olga Lara, el historiador y poeta Apolinar De León Medrano, y Nouel Florián.
Para la ocasión habló la rectora, María del Rosario Melo Muñoz, quien prometió que el centro docente “seguirá impulsando y promoviendo el arte y la cultura de esta región”.
El cuento, como género literario, ha tenido en Milanese uno de sus importantes cultores. Basta mencionar “Tres gotas de misericordia” y “Sueños tras la lluvia”, en los que manifiesta un dominio de la técnica literaria y el cabal conocimiento del canon sobre el cuento latinoamericano. Apolinar de León Medrano dijo de Otto Oscar Milanesse, al presentar la semblanza y legado literario del autor, que pertenece a la generación de los 80, junto a poetas, historiadores, ensayistas, críticos literarios, dramaturgos y otros cultivadores de las letras “que fecundaron el terreno de la azuanía”.
APORTES Todo por nada. La misión de la labor honorífica a favor del progreso de la comunidad, en el ámbito privado, se ejemplifica en Azua con la labor permanente del Consejo de Directores de la Universidad Tecnologica del Sur(Utesur), bajo la presidencia de Ricardo Vílchez Chevalier, junto a Lucía Matos. Luis Naut, Monseñor José Grullón Estrella, Ángela Grey Pérez Díaz, Lía Inocencia Díaz de Díaz, Teane Mejía, Fabiola Céspedes y Salvador Beltré.