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Hemeroteca: La última hora del tirano Rafael Trujillo Molina

Los acontecimientos y diálogos tienen una lógica interna, llamada verosimilitud, que es fuente de credibilidad.

(Este artículo fue publicado originalmente en nuestra versión impresa el viernes 30 de mayo de 1997)

Los acontecimientos y diálogos tienen una lógica interna, llamada verosimilitud, que es fuente de credibilidad.

Casa de Trujillo

Las 8:40 de la noche del 30 de mayo del 1961. En estancia Radhamés, la casa de Trujillo (donde hoy está el Teatro Nacional), todos estaban en calma, menos el secretario del Jefe, Miguel Ángel Báez Díaz, quien permanecía atento a los movimientos del dictador.

Báez Díaz: ¡Hey, Cabo!, ¿el Jefe no ha vuelto de San Isidro?

Cabo: Sí señor, acaban de llamar del Palacio que está allá y de ahí viene para acá.

Báez Díaz: Pero el Jefe va siempre para San Cristóbal hoy.

Cabo: Sí señor. El carro ya está listo, se va en ese.

Se refería al Chevrolet Belair, modelo 57, azul pálido, de cuatro puertas con unas cortinas azules en el vidrio trasero de bandas blancas en los neumáticos. El Jefe lo utilizaba en sus viajes y paseos solitarios. En ese momento llega Trujillo acompañado del general Pupo Román.

Trujillo:…Mire, Pupo, y le digo más. Yo sé que hay mucha gente conspirando. Pero todavía no ha nacido ese que pueda acabar conmigo.

Pupo: Jefe, si alguien estuviera conspirando, digamos alguien con fuerza, ya lo sabríamos.

Trujillo: Hay, hay mucha gente. Pero eso no me quita el sueño. Hay muy pocos hombres con pelo en pecho. No es cualquiera que tiene cojones para enfrentárseme.

Pupo: Jefe, no creo que nadie esté pensando en que se muera el Benefactor de la Patria.

Trujillo: Yo digo que nadie en este país ha hecho más que yo y, ¡carajo!, siempre aparece un ingrato. El único que se puede comparar conmigo en la historia es Lilís, después todos fueron mierda, y después de mí va a ser más mierda. (Dirigiéndose al capitán Zacarías) ¡Zacarías, prepare todo que nos vamos a San Cristóbal! Pupo, dígale al coronel Marcos Moreno que no quiero a nadie atrás de mí, que se quede la escolta (se refería al coronel jefe de la escolta).

Dos semanas atrás se habían suspendido la vigilancia –patrullaje de los carros del SIM, Servicio de Inteligencia Miliar–, los famosos “cepillos”. Una medida tomada por orden del dictador,

Miguel Ángel Báez Díaz alcanzo a oír a Trujillo y, acto seguido, se montó en su “cepillo”, dirigiéndose a la Feria, en el camino poco faltó para que se tragara un vehículo del Ejército por la rapidez que llevaba. Casi de sorpresa se presentó ante los conjurados causándoles un sobresalto y aumentando la tensión.

La Feria

(Hoy Centro de los Héroes)

Báez Díaz: ¡Hey, no se asusten! Soy yo, Báez Díaz. Trujillo no tarda, va a pasar por aquí, es seguro que viene. Adiós y buena suerte. Se despiden.

Feria Ganadera

Huáscar Tejeda y pedro Livio Cedeño se van el Oldsmobile, y se estacionan después de la Feria Ganadera, donde ya no había faroles de luz en la autopista. La vía no presentaba entonces la división de árboles que hoy tiene, así que la visibilidad era ideal. El carro fue colocado del lado contrario y en dirección hacia la capital, para no levantar sospechas.

Pedro Livio: Aquí estaremos bien. Ojalá que no se tarde mucho.

Huáscar: Vendrá, vendrá…

Pedro Livio: Me preocupa Roberto Pastoriza, hoy está solo.

Huáscar: Imagínate, todo ha sido muy rápido. Ovín Filpo no apareció a tiempo para haber ido con él, y los otros De la Maza están preparando lo de Moca.

Pedro Livio: Bueno, si no es esta noche, será el sábado en Moca.

Huáscar: Pero de aquí no pasa Trujillo hoy.

Pedro Livio: ¿En qué estará Pastoriza?

Autopista George Washington, km 10

Roberto Pastoriza, solo, estacionó el Mercury amarillo (de Estrella Sadhalá) debajo de unos cocoteros, ligeramente oculto y en posición de ataque, en espera del tirano. Mantenía la pisola Luger “sobá”. Una calma tensa dominaba el ambiente. Pensativo, recordaba lo que tenía que hacer, repasando en su mente cómo actuaría en caso de que el carro del dictador lograra escapar a los primeros dos vehículos.

Pastoriza: (Pensando) “Caramba, y si los otros carros fallan… entonces yo tendré vérmelas solo con Trujillo. Lo que voy a hacer es que, tan pronto lo vea, me le estrello con el carro y después le vacío todos los tiros. Sí, eso es lo que haré. Trujillo, aquí te espero, de hoy no pasas”.

Casa de Angelita Trujillo

Las 9:00 de la noche, quedó atrás. Trujillo había visitado la casa de su madre, ubicada en la Máximo Gómez esquina México, donde está hoy APEC. Luego fue a casa de su hija Angelita, también en la Máximo Gómez, donde pasó unos instantes dialogando con ella. Trujillo vestía su uniforme verde olivo, adornado con medallas y condecoraciones, así como el escudo de armas de República Dominicana.

Las 9:30 de la noche. Trujillo se despide con un beso de su hija Angelita, y monta el Chevrolet Belair manejado por Zacarías de la Cruz.

¡Papá, cuídese!

Angelita: Papá, cuídese.

Trujillo: Ustedes son los que tienen que cuidarse, yo estoy muy bien. ¡Zacarías, a San Cristóbal!

Zacarías: Si señor, Jefe, usted perdone, pero a mí me preocupa que no haya vigilancia camino a San Cristóbal.

Trujillo: Capitán, carajo, ocúpese de sus asuntos.

No se habló más nada. El chofer dirigió el carro por la Máximo Gómez para luego tomar la avenida. Entre tanto, en la Feria, el carro de caza esperaba ubicado en una de las calles perpendiculares a la avenida, cercana al Teatro Agua y Luz. Dentro del Chevrolet Biscayne permanecían a la expectativa Antonio de la Maza, Imbert Barrera, al volante, y en el asiento de atrás, del lado izquierdo, Estrella Sadhalá del lado derecho, el teniente Amado García Guerrero. Algunos fumaban. Esta era la cuarta vez que esperaban al tirano.

Antonio: Hay que estar preparados. Amadito (el teniente Amado) recuerda lo de las gomas, dispara a las gomas.

Tte. Amado: Correcto. (Ahora reflexivo). Ese pendejo hace de cualquier mierda un general y de cualquier general un mierda.

Continuaron hablando simplicidades como forma de calmar los nervios, pero todos pendientes de la avenida por donde debía llegar el dictador.

Trujillo llevaba 31 años en el poder al que había llegado después de ser declarado presidente de la República, precisamente un 30 de mayo, en 1930; coincidencia.

A lo largo de todos esos años mantuvo su estilo de gobierno: eliminar físicamente a la oposición, si no se dejaba comprar. Su jugada más espectacular en sus inicios fue el asesinato de Virgilio Martínez Reyna y de su esposa embarazada con cinco meses. Trujillo dio la orden del crimen a un militar de confianza, José Estrella, tío de Rafael Estrella Ureña. La causa fue motivada por una recomendación que había hecho Martínez Reyna al presidente de la República, Estrella Ureña, un año antes, para que retirara al oficial Rafael Trujillo de la jefatura del Ejército. Trujillo se vengó.

Por la fuerza se mantuvo en el poder y por la fuerza hubo que quitarlo.

Son las 9:40 en el reloj de Antonio de la Maza.

Llegó la hora. El carro de Trujillo se acerca a la Feria. El dictador va tranquilamente senado en la parte de atrás del Chrevolet, con el brazo izquierdo encima del costado del asiento. En la cintura, un inseparable 38. Zacarías manejaba el auto a unos 90 kilómetros por hora. En el piso de vehículo yacían dos metralletas Thompson.

El primero en advertir la presencia del carro de Trujillo es el teniente Amado.

La cacería

Tte. Amado: ¡Es él… es Trujillo… ahí viene! ¡Prepárense!

Imber Barrera, tenso, enciende rápidamente el carro, prende las luces y avanza.

Trujillo, despreocupado, ve cuando un vehículo a distancia enciende las luces y marcha en la misma dirección que ellos, pero no presta mayor atención. Zacarías aumenta la velocidad a unos 100 kilómetros por hora, pasando ya el Teatro Agua y Luz, por donde están los conjurados.

Antonio: ¡Rápido!, que se va…

Imbert: ¡ya, ya, ya! No te apures, que a mí no se me va…

Las gomas rechinan sobre el pavimento. Rápidamente el carro alcanza los 120 kilómetros por hora, pero reduce cuando alcanza al carro de Trujillo por los frentes de la Feria Ganadera.

Huáscar y Pedro Livio advierten la acción.

Huáscar: Ahí vienen dos carros, parecen ellos, pero solo dieron dos cambios de luces…

Pedro Livio: ¡Son ellos, coño, arranca que se va el cabrón!

Huáscar enciende y arranca a toda velocidad, dando vuelta en U. Zacarías da paso a Imbert, luego de los cambios de luces, pero el carro se mantiene atrás.

Antonio de la Maza se pone en posición de tiro con la escopeta recortada (los cartuchos llevan bolas de acero de carro en lugar de perdigones, y tienen doble carga de pólvora). El Tte. Amado sostiene la M-1, toma su posición, es zurdo, apunta a las ruedas del carro de Trujillo. Son las 9:45 de la noche. El carro de Trujillo va del lado derecho de la autopista y por la izquierda se acerca el carro de los conjurados. Pocos metros los separan. Tranquilidad en el carro de Trujillo, tensión en el carro de caza. Antonio inicia el combate con grito de guerra.

Antonio: ¡Trujillo, soy yo Antonio de la Maza y vine a matarte!

Dispara certeramente al carro de Trujillo volando la ventanilla trasera del auto y llevándose de encuentro el brazo y parte del hombro derechos del Jefe. Varias bolas de acero han roto el brazo y el hombro y de las heridas la sangre brota profusamente.

El Tte. Amado dispara una ráfaga y perfora los neumáticos del carro de Trujillo, haciendo que Zacarías pierda el control.

Antonio intenta disparar de nuevo, pero la escopeta se encasquilla, además de que la doble carga de pólvora llena de humo la cabina del carro.

En la confusión, Imbert pasa al carro de Trujillo, dejándolo atrás a considerable distancia.

Zacarías en la sorpresa frena de golpe. Trujillo se queja.

Trujillo: ¡Coño, me hirieron traidores, me hirieron!

Huáscar y Pedro Livio frenan cuando ven la acción de Zacarías.

Imbert frena más adelante y de inmediato se devuelve al enfrentamiento con Jefe ya herido de muerte.

A lo lejos Pastoriza oye los disparos, enciende su vehículo y se lanza a la pista parándose detrás del carro de caza.

El carro de Trujillo está acorralado, delante tiene dos vehículos en posición de ataque y detrás, cerrándole el paso, otro.

Trujillo, aturdido, sólo se queja de la mortal herida, Zacarías al ver al Jefe herido, agarra la metralleta Thompson y dispara en todas direcciones y enciende la sirena. Para la mala suerte de Trujillo, el carro no tiene radio comunicador para dar la voz de alarma. Trujillo está tratando de abrir la puerta de atrás, doblado por el dolor.

Es el combate. Amadito dispara al carro de Trujillo. Imbert cubre a Antonio que se desliza para acercarse más a Trujillo. Antonio va disparando una pistola calibre 45. Una ráfaga disparada por Zacarías hiere a Antonio, a Imbert y al teniente Amado.

Imbert: ¡Hay que eliminar a Zacarías!

Concentran el fuego hacia la puerta del carro donde se escuda el chofer hiriéndolo en las piernas. Sin embargo, Zacarías sigue disparando.

Huáscar dispara desde mejor posición. Pedro Livio también dispara, y se acerca tratando de sacar a Trujillo del carro, aferrando sus manos con violencia al cuerpo de éste.

Pedro Livio: ¡Trujillo, soy yo, Pedro Livio Cedeño, sal que te voy a matar!

Trujillo, sin responder, eligió defender su vida, disparándole, revólver en mano e hiriendo a Pedro Livio en el vientre, siendo arrojado al pavimento. Finalmente el tirano sale del vehículo y Pedro Livio avisa a Huáscar.

Pedro Livio: ¡Coño! Huáscar, no lo dejes ir, míralo ahí.

Huáscar, en el carro, que permanece encendido, alcanza a Trujillo dándole con el frente y tirándolo al suelo.

Antonio de la Maza, herido levemente en un brazo, se acerca a Trujillo. Lo levanta del suelo, lo pega contra el carro y pistola en mano (la pistola de Juan Tomás Díaz) le apunta debajo de la mandíbula.

Antonio: Trujillo, cabrón, ¡tú mataste a Tavito! ¡Tú mataste a las Mirabal! ¡Cabrón! ¡Tú acabaste con este país!

Trujillo gime de dolor.

Antonio: ¡Grita, coño! Llora como un chivo, ¡pendejo! Y ahora toma esto…

Le dispara por debajo de la mandíbula haciéndole saltar una prótesis (puente) de la boca. Lo deja caer pesadamente. Todos los conjurados se han acercado al cadáver de Trujillo.

Antonio: ¡Este guaraguao ya no va a matar más pollitos!

Frase lapidaria para un tirano que terminó allí su vida tal como la vivió: a sangre y fuego. Eran las 9:55 de la noche. Se había cumplido la misión. Todos se sentían como si se hubieran quitado un peso de encima.

Le habían quitado al país un yugo de 31 años. Pero el tiempo avanzaba. Se preguntaron por el chofer, Zacarías. Antonio De la Maza, pistola en mano, se acerca al cuerpo de Zacarías y le dispara a la cabeza, dándolo con eso por muerto.

Estrella: Déjenlo, déjenlo, debe estar muerto. El que está herido, muy mal herido es Pedro Livio Cedeño, en el brazo y en el vientre.

Ahora, Pastoriza y Estrella levantan el cadáver del tirano y lo meten en el baúl del carro de caza, el Chevrolet Biscayne de Antonio de la Maza. El carro de Trujillo está agujereado por todo el lado izquierdo, tiene 54 orificios de balas y bolas de acero. También están agujerados por balas el Biscayne y el Oldsmobile.

Recogen algunas pertenencias de Trujillo que están dentro del carro del Jefe, entre éstas el maletín con las iniciales RLTM, conteniendo más de 100 mil pesos.

Dentro también está un revólver 38 con el que Trujillo llegó a disparar cuatro veces.

Todos debaten el caso de Pedro Livio Cedeño, herido de gravedad.

Pastoriza: ¿Qué haremos con Pedro Livio?

Antonio: Para mí todo es igual, pero hay un acuerdo... I

Estrella: Pero ya todo pasó

Pastoriza: El trato fue que el que saliera herido lo mataríamos.

Antonio: Toma la pistola y acaba con Pedro Livio.

Estrella: Esperen, Trujillo ya está muerto, ya no hay que acabar con nadie.

Antonio: Aquí todos estamos corriendo los mismos riesgos. El que saliera gravemente herido iba a ser muerto.

Estrella: Pero también están herido Imbert y Amadito.

Pedro Livio: ¡No se apendejéen! ¡Esto fue un trato de hombres!

Estrella: ¡No es necesario» y me opongo!