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Enfoque: Política

Suecia y Finlandia entrarán en la OTAN

1) Boris Johnson. 2) Charles De Gaulle.

1) Boris Johnson. 2) Charles De Gaulle.

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Carlos Alberto MontanerSanto Domingo

Boris Johnson, el primer ministro del Reino Unido, dio la sensacional noticia. El miérco­les 11 viajó a Suecia y Finlandia y firmó acuerdos de apoyo mu­tuo con ambos países. Ese apoyo incluye la guerra, en la cual los británicos son grandes expertos.

El ‘todos para uno y uno para todos” vuelve a funcionar como en los libros de Los tres mosque­teros. No se menciona a Rusia, pero es evidente que, en la me­moria de todas las personas bien informadas, está la noticia de que esos dos países querían en­trar en la OTAN, pero Rusia salió con la pachotada de considerar la solicitud de ingreso en el orga­nismo defensivo como un casus belli

Moscú pudo elegir, por ejem­plo, felicitarse porque “ambas naciones escapaban de la ten­tación de fabricar armas nu­cleares”, para lo cual tenían el talento y el dinero requeridos. Lamentablemente, Vladimir Putin prefirió recurrir a la ame­naza, sin advertir que no podía cumplir nada, y tuvo que con­formarse con privar a Europa del gas ruso, que es como dis­pararse uno mismo en el pie.

El Reino Unido cuenta con unas 300 bombas nucleares. Suficientes para destruir to­talmente Moscú, San Peters­burgo y todas las ciudades de más de 50,000 habitantes. Las armas atómicas de Inglate­rra están casi todas en movi­miento a bordo de submarinos y de aviones de largo alcan­ce, de manera que es impo­sible destruirlas “preventiva­mente”. Lo mismo sucede con la “force de frappe” francesa. La fuerza de disuasión creada por Charles de Gaulle, cuen­ta con silos ocultos y con lan­zamientos desde submarinos y de los aviones Dassault Mirage IV. Tiene, como los británicos, unas 300 ojivas nucleares. Se da por descontada la colabo­ración de Estados Unidos con el Reino Unido y con Francia e Israel, aunque no se mencione directamente.

No creo que Putin esté loco. “Si compra un circo le crecen los enanos”, suelen decir los es­pañoles de quien atraviesa una mala racha. Una cosa era enfren­tarse a los georgianos o a los che­chenos en el vasto, apartado y oscuro vecindario del Cáucaso, y otra muy diferente era invadir Ucrania en Europa Central, con luces y taquígrafos, de manera que han quedado registradas ca­si todas las violaciones de los de­rechos humanos (y de las seño­ras y las niñas), y casi todos los crímenes cometidos por un ejér­cito en el que se alentaba ese ti­po de comportamiento, incluido el robo de granos y maquinaria agrícola. Por estos días, precisa­mente, se desarrollará el primer juicio a un soldado ruso acusado de “Crímenes de Guerra”. Lo juz­gará un tribunal ucraniano y es­tá acusado de asesinar civiles en el pueblo de Chupakhivka, al es­te de Kiev. Hay 10,000 víctimas aguardando porque se les haga justicia.

Vale la pena leer Putin’s World de Angela Stent. Ahí es­tán todas las claves de los an­tecedentes de este caballero. Ya no piensa en incorporar a las demás naciones a la lucha de clases –ha entendido que el marxismo fracasó rotunda­mente– pero cree que Rusia tie­ne un carácter excepcional, por su descomunal tamaño, por su situación (es el único país euroa­siático, con la excepción de Tur­quía) y por su historia. Sin em­bargo, realmente cree que la OTAN es el enemigo que debe batir y contra el que ha desata­do la carnicería ucraniana, como antes acabó con la rebeldía che­chena y georgiana. Teme al ca­rácter “ofensivo” de una extra­ña liga de naciones, dirigida por Estados Unidos, que existe sola­mente por su carácter antirruso.

Hay que recordarle a Vladi­mir Putin que sólo dos veces la OTAN, en más de setenta años de existencia, pasó a la ofensi­va. Primera, para evitar que los serbios continuaran asesinando musulmanes en una “limpieza étnica” en Bosnia-Herzegovina, porque nadie ponía orden en ese manicomio. (Así concluyó la ar­tificial construcción de Yugoes­lavia, conseguida por los jue­gos malabares del mariscal Tito, gran titiritero de ese engendro). Y, segunda, en el caso de Libia, arrastrada por los franceses de Jacques Chirac, para la supre­sión de Muammar el Gadafi en octubre de 2011. En ambos ca­sos contaron con el apoyo de los emiratos árabes, especialmente de Qatar.

Es muy importante que Putin –dure lo que dure– entienda que el país más grande del planeta (el doble de Canadá, que es el segun­do mayor del mundo) no debe y no puede interrumpir las incorpo­raciones a la OTAN. Esa es una ex­presión de la soberanía que Moscú debe respetar.

NO CREO QUE PUTIN ESTÉ LOCO. “SI COMPRA UN CIRCO LE CRECEN LOS ENANOS”. UNA COSA ERA ENFRENTARSE A LOS CHECHENOS EN EL VASTO Y OSCURO VECINDARIO DEL CÁUCASO, Y OTRA ERA INVADIR UCRANIA EN EUROPA.

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