Veinte años durmiendo en "la bolita del mundo" y ahora es su vigilante
Sin más que su deseo de “echar pa’ lante”, Green Green emigró desde Samaná tras la muerte de sus padres, en el 2000, y mientras caminaba por el Malecón de Santo Domingo sondeaba la esquina o “sombrita” en la que se echaría a dormir para seguir al día siguiente en busca de una oportunidad laboral
Las gotas de lluvia golpeando su frente en las noches y el sol quemando su espalda en las mañanas así pasaba los días Jesús Green Green, un hombre de 52 años que durante los últimos 20, tomó por casa un parque de la ciudad capital, que más tarde se convertiría en la razón de su sustento.
Sin más que su deseo de “echar pa’ lante”, Green Green emigró desde Samaná tras la muerte de sus padres, en el 2000, y mientras caminaba por el Malecón de Santo Domingo sondeaba la esquina o “sombrita” en la que se echaría a dormir para seguir al día siguiente en busca de una oportunidad laboral.
“Era muy difícil porque me decían que por mi edad no me daban trabajo. Yo dejé eso así”, expresó, al tiempo que detalló que con esas respuestas recurrentes y el tener una prótesis en la pierna que limita su movilidad, había perdido “completamente” la esperanza.
A raíz de la dificultad que le supuso encontrar empleo, decidió empezar a parquear carros junto a otros que como él vivían en el Pabellón de las Naciones, en el Distrito Nacional.
Pero esto apenas le daba para comer, “a veces obtenía 1,000 o hasta 1,200 pesos, otras veces 400 o 600” y lo tenía que repartir con otro compañero.
Días de lluvia
Para Green Green lo más difícil de asumir como hogar al Parque Centro de los Héroes o “la bolita del mundo”, como se le conoce popularmente, era enfrentarse los días lluviosos.
“Cuando empezaba a llover mira muchacha…”, enfatizó reiteradas veces sin terminar la idea en ninguno de los casos.
Según explicó, cuando el clima era desfavorecedor para él, se resguardaba en lo que ahora funciona como una estación de vigilancia municipal.
“Nos metíamos ahí. Eso estaba abierto siempre”, especificó.
Por el contrario, cuando el cielo estaba despejado, Green Green se arrastraba por unos arcos de concreto hasta llegar al techo.
“Yo me subía de espaldas como yo podía. Así, arrempujando pa’ atrá’”, describía mientras intentaba acompañar sus explicaciones con gestos.
Sin embargo, pese a los esfuerzos que tenía que hacer, afirmó entre risas que lo valía ya que “ahí arriba hace mucho fresco. Ese era el abanico ahí arriba”.
Un cambio de vida
En la simpleza de sus días, lo que Green Green no se esperaba era que “su casa”, el parque, sería intervenido por la Alcaldía de Santo Domingo (ADN) para su remozamiento, como parte de un plan de rescate de áreas y espacios públicos.
Con tristeza, pero no temor, el señor conversó con la directora de Innovación y Proyectos Especiales del cabildo, Yolanda de la Rosa, quien le dio lo que definió como “un cambio de vida”, un empleo y un nuevo hogar.
“Nos pusieron 15 días de pruebas… Me dijeron busca una habitación y dime cuanto es que cuesta y me alquilaron una habitación”, recuerda Green Green.
“OH! Pero ven acá, yo sentí una alegría grande”, añadió con una sonrisa que no volvió a desaparecer de su rostro durante el resto de la entrevista.
Oficio
De acuerdo con informaciones obtenidas por este medio, ya el ayuntamiento capitalino ha empleado a unas 10 personas con condiciones similares a las de Green Green, que ahora realizan labores remuneradas de supervisión, vigilancia y aseo de los parques en los que antes dormían.
El oriundo de Samaná resaltó que con su primer cheque compró un celular, para poder comunicarse con sus hermanos, que se dedican a labores agrícolas en su lugar de nacimiento, con quienes hablaba algunas veces al año.
“No me comunicaba con mi familia ni na, ni na, porque no tenía teléfono. A veces duraba dos y tres años sin hablar. Ahora hablamos mucho. Todos los días hablo con ellos”, manifestó.