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IX Cumbre de las Américas y la integración hemisférica

Willians De Jesús SalvadorSanto Domingo, RD

La ciudad de los Ángeles, Estados Unidos, será la sede de la novena Cumbre de las Américas, a celebrarse del 6 al 10 de junio de los corrientes, donde se darán cita los líderes del hemisferio, jefes de Estado y de Gobiernos, y además se realizarán el Noveno Foro de la Sociedad Civil, el Sexto Foro de Jóvenes de las Américas y la Cuarta Cumbre de CEO de las Américas.

Hasta la fecha no han sido invitadas Cuba, Nicaragua y Venezuela. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, expresó su deseo de que nadie se quede fuera de este importante conclave, agregando que insistirá al presidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden, para que Cuba participe en las mismas calidades que el resto de países americanos.

Hay otros países que se han adherido a este llamado. Entre ellos, el Estado Plurinacional de Bolivia ha expresado su decisión de no asistir por las exclusiones. En ese mismo sentido, hace dos semanas, el embajador de Antigua y Barbuda en Estados Unidos, Ronald Sanders, manifestó en un seminario web auspiciado por un Centro de la Universidad de Florida y el Caribbean Policy Consortium, que los estados caribeños no participarán en la cumbre, a la vez que solicitó una cumbre entre EE. UU y Caricom.

El subsecretario de Estado de EE. UU para el hemisferio occidental, Brian Nichols, le tiró un balde de agua fría al expresar “que existe poca probabilidad de que se invite a estas tres naciones latinoamericanas; No nos parece conveniente incluir a países que no respetan la democracia”.

La agenda estará dominada por gobernanza democrática, salud y resistencia a las pandemias, transacción energética limpia, futuro verde y transformación digital, compromisos fundamentales para comprometer a los líderes continentales y sus respectivos países. Se abordará el tema de la desinformación, “fake news”,

Esta fuera de discusión el déficit democrático existente en Cuba, Nicaragua y Venezuela. No obstante, excluirlos en las actuales circunstancias, es fragmentar al continente americano, y, por lo contrario, es tiempo de impulsar la integración hemisférica, y discutir sobre los problemas comunes y trazar un plan general a nivel continental para mejorar el bienestar de todos los ciudadanos, sobre todo en países agobiados por el enorme peso de su deuda externa, acrecentada por la pandemia de la covid-19.

La inflación afecta a todos y se hacen necesarios acuerdos de cooperación para asegurar la seguridad alimentaria, hay que hacer esfuerzos colectivos para que no se disparen los niveles de pobreza y hambre en la región Centroamérica y el Caribe.

La política exterior de los EE. UU debe empezar a dar un giro, a la luz de las realidades geopolíticas globales, y consolidar su liderazgo en todo el hemisferio americano. En tiempos de la guerra fría existía una lucha entre capitalismo y comunismo, entre la izquierda y la derecha, en la actualidad este enfrentamiento no existe, lo que separa y une los países son los intereses económicos, la capacidad de generar riqueza, América Latina y el Caribe es una región con más de 40 países, 629 millones de habitantes, su PIB es de 4,8 billones de USD.

Desde hace más de una década, China ha aumentado su presencia en la región, como socio económico y comercial. En enero pasado, la Administración General de Aduanas de China reportó que el valor total del comercio en Latinoamérica y el Caribe registró en el año 2021 un volumen de más de 450,000 millones de dólares, lo que constituye un máximo histórico. A China no le importa que los gobiernos sean de derecha o izquierda, democracias o dictaduras, solo le interesan las relaciones diplomáticas y comerciales.

Lo que preocupa a los países de la región, la inflación, la inseguridad alimentaria, el aumento de los índices de pobreza, pérdida de la calidad de vida, la amenaza de un regreso de la pandemia, el deterioro del medio ambiente por los efectos invernaderos por las toneladas de CO2, por la tardanza de la reconversión industrial en América, los incendios forestales que están destruyendo grandes cantidades de bosques, la garganta de los ríos que se están secando y la depredación de las riquezas naturales.

Todos estos factores debilitan las democracias latinoamericanas, y conducen al quiebre de sus instituciones. Es hora de que EE. UU se aproxime más a su hemisferio, fortalezca su liderazgo, aproveche las actuales circunstancias internacionales y ponga en marcha un Programa de Asistencia Económica, para aliviar el impacto brutal de la inflación y la deuda externa de los países del área.

Este Programa podría revelarse insuficiente, si no es acompañado por acciones que miren al fortalecimiento endógeno de nuestras capacidades. No se pueden ver nuestros países, en particular los de nuestra región, solamente como metas turísticas, mercado y proveedores de servicios secundarios, eso no responde a nuestras necesidades y ambiciones. No asegura nuestra estabilidad democrática, ni la fidelidad a un sistema de alianzas que, como muestran las reacciones mencionadas anteriormente, presenta grietas.

Se necesitan acciones visibles y que no sean una simple repetición de las últimas décadas, hay que replantear una nueva estrategia de desarrollo en nuestra región, debe fortalecerse la capacidad científica y tecnológica, mayor inversión en investigación y la instalación de empresas tecnológicas, incentivar ciudades del conocimiento. Una gran enseñanza nos que dejó la pandemia fue la falta de empresas biotecnológicas, las vacunas fluyeron con lentitud y a un alto costo.

Esta IX Cumbre de las Américas no debe ser un foro donde solo se haga una declaración protocolar por los jefes de Estados y Gobiernos, el resultado de este trascendental conclave debe ser un “Nuevo Pacto de las Américas”, para dar respuestas a los retos de estos nuevos tiempos.

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