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Nicaragua: Aquí hay chino encerrado

Alguien tiene que ponerle punto final a los horrores de Díaz Canel mandando en Cuba, o Nicolás Maduro en Venezuela, o el dúo nefasto en Nicaragua.

Laureano Ortega Murillo junto a sus padres, Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Laureano Ortega Murillo junto a sus padres, Daniel Ortega y Rosario Murillo.

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Carlos Alberto MontanerSanto Domingo

El matrimonio que dirige Nicaragua con mano de hie­rro tiene fama de no ser inteligente, pero sí muy astuto. No es po­sible culpar al canciller Denis Moncada de la salida del país de la OEA. “El señor Moncada es un monigote de Ortega y de su esposa”, me dice un prominen­te exiliado nica que no quiso dar su nombre.

Detrás de cualquier acción importante que suceda en Ni­caragua está la mano de Daniel Ortega y de su mujer Rosario Murillo, “la Charo”, que es VP de Nicaragua. De manera que es­ta nueva deriva no es excepcio­nal: ambos están metidos hasta las cejas en acusar a Luis Alma­gro, Secretario General de la OEA, sin ninguna imaginación ni prueba, de lamebotas del im­perialismo yanqui.

Ambos han logrado expulsar a la Institución de su sede, con el pretexto de que es “un ins­trumento diabólico”, y de crear en la oficina de 296 metros cua­drados, en un lugar exclusivo de Managua, una especie de “Mu­seo de la Infamia”, con el obje­to de denigrar a la OEA, sin ha­cerle caso a Edgar Parrales, el exjesuita y exdiplomático a car­go de la OEA durante los prime­ros gobiernos sandinistas, que les explicó que esa campaña se­ría totalmente negativa. Ortega, sencillamente, lo encarceló.

De acuerdo con 14ymedio, el diario que dirige desde Cuba Yoani Sánchez, el inmueble per­tenece a las hermanas Luz Ma­rina y María Auxiliadora Nava­rrete Guevara. La primera está casada con Pedro Rioseco, pe­riodista de Prensa Latina (sue­len ser agentes del Ministerio del Interior), a quien conoció en Managua entre el 86 y el 89. El matrimonio vive en Cuba, pero María Auxiliadora vive en Ma­nagua, junto a su marido esta­dounidense.

Se da la circunstancia de que una de las primeras actividades confiscatorias de Ortega, en es­ta segunda etapa (en la prime­ra confiscó todo lo que pudo), sería contra estas hermanas. Pero si no llega a ocurrir, es por el dine­ro de los chinos, que facturarían a sobreprecio la conversión del in­mueble en un museo, pagando con ese dinero “generosamente” la propiedad a sus “legítimos due­ños”. A fin de cuentas, el “negocio” con los chinos lo manejan directa­mente los Ortega-Murillo por me­dio de su hijo Laureano, tenor y coleccionista de caros relojes Ro­lex, designado por Los Angeles Ti­mes como “heredero y sucesor” de su padre. (En la era en que podían explotar a los venezolanos toda la plata pasaba por la caja de Ortega- Murillo. Ahora son “los chinos”).

La primera inversión “seria” que harían los chinos tiene que ver con las viviendas populares. Son cuatrocientos millones de yua­nes o el equivalente de 60 millo­nes de dólares de EEUU. Se da la circunstancia de que existen casas prefabricadas en el mercado nica­ragüense por mil seiscientos dóla­res, con un solo ambiente, y hasta con dos dormitorios y un baño por cinco mil, como llegó a realizar el efectivo alcalde Jaime Nebot en Guayaquil. Previamente, los Or­tega-Murillo, llegaron a la convic­ción de que no valía la pena con­tinuar disfrazándose de “liberales cristianos”. Resultaba más conve­niente justificar esas agresiones a la democracia tildando de “hijos de perra” a cualquier persona que se les opusiera, o de seres “media­tizados por el oro de los gringos”. Incluso, era mejor asumir de una vez el ropaje de dictadores y me­ter en la cárcel a los exsandinistas que se les oponían, como la legen­daria exguerrillera Dora María Té­llez, ex Ministra de Salud durante el primer gobierno sandinista, y a Ana Margarita Vigil Guardián, ambas disidentes, junto a otros revolucio­narios del Frente Sandinista de Li­beración Nacional.

Así las cosas, los 7 u 8 candida­tos que podían fácilmente derro­tar a Ortega y a su mujer, fueron privados de su derecho a aspirar a la presidencia por el procedimien­to de encarcelarlos y acusarlos sin pruebas, o con pruebas amañadas, de emplear dinero malhabido en la campaña, o invocando el pretex­to de la soberanía, puesta en peli­gro “ante el inminente asalto de los yanquis”. Estos fueron los casos de los hermanos Chamorro, Cristia­na y Pedro Joaquín, hijos de Doña Violeta; y del economista Sebastián Chamorro; del historiador Arturo Cruz, a los que se agregan Noel Vi­daurre, Félix Maradiaga, el perio­dista Miguel Mora y el líder cam­pesino Medardo Mairena.

Fue una tragedia que Ortega y Murillo le quitaran su respaldo a Taiwán y se lo vendieran a Chi­na continental. Taiwán es la Chi­na liberal y democrática que ha sido capaz de evolucionar del au­toritarismo a la democracia. Tan pronto Nicaragua traicionó a sus viejos aliados, el 10 de diciembre del 2021, cuando apareció la fo­to de Laureano Ortega Murillo, junto al vice canciller chino Ma Zhaoxu, comenzó una cadena de “locuritas”, como les dicen en Ni­caragua a las conductas lamenta­bles, y el dúo de gobernantes ni­cas se entregó irremediablemente a los peores asuntos, como son la persecución de sus adversarios políticos. En vista de que Améri­ca Latina carece de política exte­rior –salvo las imperiales, aun­que fracasadas, Cuba, Venezuela y Nicaragua–, la OEA es el sitio mejor o menos malo, para que Estados Unidos y Canadá se en­frenten a esa dificultad, como llevan a cabo en la Unión Euro­pea y en la OTAN. Alguien tie­ne que ponerle punto final a los horrores de Díaz Canel mandan­do en Cuba, o Nicolás Maduro en Venezuela, o el dúo nefasto en Ni­caragua. Alguien tiene que decirle a China o a Rusia que no pueden continuar alentando el desorden antidemocrático sin sufrir sancio­nes institucionales y personales. Y ese sitio es la OEA.

Luis Almagro

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