Tribuna del Atlántico
La Policía y la Hidra de Lerna
A medio camino entre la visión pesimista de la realidad dominicana encarnada en pensadores como José Ramón López y quienes, a lo largo de la historia, tienen una visión más optimista del país, la cruda realidad se nos impone en un sentido y en otro.
A raíz de la publicación del libro “El gran cambio. La transformación social y económica de la República Dominicana 1963-2013”, del historiador Frank Moya Pons y el Banco Popular, muchos hemos apreciado esos avances, con insumos para inyectar una buena dosis de optimismo a los dominicanos.
El que ha visto la transformación urbana de la capital en 50 años, los avances en las vías de comunicación, en las telecomunicaciones, en la proliferación de canales de televisión, emisoras de radio, redes sociales, los servicios de la banca, el desarrollo turístico, no tiene más que maravillarse de cuánto ha avanzado este país.
Si comparamos la situación política de otros países de la región: Venezuela, Nicaragua, Perú, El Salvador, entre otros, el panorama nacional es más que alentador, hemos mantenido democracia y crecimiento económico en momentos de retrocesos para muchos países, que, si no fuera por la mancha indeleble de la corrupción, podrían presentar un panorama casi idílico del país.
Entonces viene la Policía y nos da una bofetada en la cara y otra y otra… Y asoma de nuevo el pesimismo sobre nuestra realidad.
¿Cómo puede reaccionar una sociedad, ante la cadena de hechos como la muerte del joven José Gregorio Custodio, en Ocoa; de David de los Santos Correa, en el destacamento policial de Naco?
¿Cómo entender, a estas alturas, la agresión al Defensor del Pueblo y a la prensa en el canódromo?
¿Cómo olvidar el asesinato el pasado año de la pareja de esposos cristianos Joel Díaz y Elizabeth Muñoz, por el delito de viajar en un carro similar al de presuntos delincuentes, a quienes al parecer, la patrulla policial tenía orden de matar?
Uno de los versos de “Hay un país en el mundo” de don Pedro Mir dice: “Y, sin embargo sencillamente tórrido y pateado como una adolescente en las caderas”.
Es ese, el sentimiento de este país ante hechos que nos devuelven súbitamente a una época que creíamos superada, cuando cada día nos sorprendía con atropellos policiales en la UASD o en uno u otro rincón de la República al calor de la represión política que imperaba en los años 70.
El país debe rechazar con todas sus fuerzas las aptitudes cavernarias que parecen florecer en muchos cuarteles y que va costando la vida a jóvenes que, por lo que se sabe de ellos, no merecían terminar sus vidas de ese modo.
En el segundo de los 12 trabajos de Hércules, este debe enfrentar a la Hidra de Lerna, un monstruo del inframundo, en forma de serpiente de nueve cabezas, al que al cortarle una cabeza le salían 2 en lugar de la cortada.
La mitología nos cuenta que Hércules necesitó la ayuda de su sobrino Yolao, quien quemaba el cuello de la cabeza cortada para evitar que salieran las nuevas.
El gobierno con los inmensos resortes del poder no puede renunciar al papel de Hércules, mientras que el de Yolao toca a toda la sociedad, única forma de vencer a la Hidra de Lerna apostada en el cuerpo policial.