El Canódromo: De carreras de galgos a un almacén de vehículos confiscados
El polémico centro convertido en una fortaleza inexpugnable de la DIGESETT tiene una historia mucho más sublime que la actual .
Para hablar de lo que popularmente se conoce como el Canódromo “El coco” debemos de retornar a 1985. En aquella época azuzaba de modernidad. Era un parque acogedor de carreras de galgos, atractivo deportivo y turístico en el país. Junto a las apasionantes carreras de los perros. En “El coco”, eran habituales las presentaciones artísticas de figuras destacadas o de renombre, eventos, rifas y demás espectáculos, con el propósito de cautivar la atención del público.
El complejo contaba con un restaurante, cafetería y un bar. En la pista se apreciaba una piscina que permitía disfrutar de un hermoso paisaje.
En su instalación se invirtieron más de RD $20 millones de pesos de la época, cifra que incluía la construcción de un hotel de 120 habitaciones para recibir turistas y visitantes.
La apertura oficial fue en septiembre de 1986; su presidente era Herb Koerner y el gerente general Luis Humberto Sánchez. La inauguración contó con unos 500 galgos. En ese momento se llegaron a presentar de 12 a 10 carreras diarias cada una con 8 competidores.
Desde sus inicios los impedimentos no se hicieron esperar a pesar de que las carreras fueron aprobadas por el Ayuntamiento del Distrito Nacional.
Según una nota publicada en el periódico “Última hora”, el 22 de agosto de 1985, la secretaría de Interior y Policía (hoy Ministerio), prohibió las apuestas. En ese tiempo, la justificación del Mayor general Rudecindo Pimentel Castro era “una disposición legal que prohíbe toda clase de juegos de azar con excepción de los casos reglamentados por leyes especiales”.
José Francisco Peña Gómez, fue el síndico que se pronunció a favor de que se le otorgará la licencia para que el canódromo operara. Para regular y tener un control de las carreras se designó a la Comisión Canófila Nacional que funcionaba bajo la dependencia de la Secretaría de Estado de Deportes, Educación Física y Recreación, actualmente Ministerio de Deportes y Recreación (MIDEREC).
El vespertino “Última Hora”, en su publicación del lunes 22 de septiembre de 1986, hizo del consentimiento público el convenio del canódromo con el Ayuntamiento, el cual establecía que durante los primeros cinco y diez años se beneficiarían de un 35 por ciento de las entradas, igualmente de un diez por ciento de las apuestas.
Para quienes no podían asistir, las agencias de sellados ubicadas en diversos puntos, utilizaban el sistema de computadoras en la que se podía observar la carrera en vivo y conocer el ganador. También eran transmitidas por la radio y la televisión.
Reglamentos
Ramon Abreu, quien laboró como juez de paddock y de peso, expone que, para escoger al ganador, el mecanismo o las características eran por las actuaciones. “El perro tiene igual que el caballo una red de informaciones acumuladas que, por su última actuación, uno va deduciendo su capacidad para competir. Los galgos corrían por los carriles A, B, C, D, E, todo en orden alfabético”
En las carreras, el grado (A) correspondía a la clasificación más alta, mientras que el grado (E) era la más baja y el (M) contenía a los no ganadores.
“Con el número que el perro arrancaba del aparato de salida, ameritaba que tanto el comentarista como el apostador permanecieran antetos para poder suponer una apuesta a un galgo posible trinfudador”, agregó.
En cuanto al peso, el porcentaje de libras era importante: “Si un perro pesaba 70 libras y decía en el programa que tenía un poco más o menos, automáticamente ese perro no podía participar y quedaba fuera del evento”, afirmó Abreu, a la vez, añadió que era parte de su responsabilidad darse cuenta del peso en libras de los perros de las competencias.
Por otro lado, Abreu manifestó que para los apostadores pudieran diferenciar a los perros, debían distinguir los tatuajes detrás de la oreja de cada animal ya que ahí se colocaba su fecha de nacimiento.
También, la mesa de los jueces estaba integrada por un encargado de peso, uno de salida o gatera, además de un supervisor de pista “con su bandera”, quien daba el visto bueno y determinaba las irregularidades.
Si un galgo cambiaba de dirección o estorbaba a otro. perdería sus derechos sin importar el orden de su llegada.
“Si toca uno de los correcaminos entonces la prueba no es oficial, es irregular”, expresó.
Tipos de jugada
Los tipos de apuestas autorizadas fueron: Ganador (Win), consistía en ser el primero en cruzar la línea. La jugada Place “es donde el perro puede llegar primero y de segundo, y también gana”, indicó el juez de peso.
En el tercero (Show) se premiaba la boleta que señalaba al ganador del tercer lugar o también se pagaba en caso de que el animal llegara en primer o segundo lugar.
Quiniela consiste en que “los dos primeros lugares que usted juega, si llega uno primero es ganador, pero si llega del dos adelante y el uno por detrás también recibe beneficios”, manifestó.
En la jugada trifecta se pagaba a la boleta que señalaba la combinación de los tres números en cruzar la meta en el orden exacto y, si acertaba, entonces era el ganador.
En otro orden, las carreras funcionaban con un sistema electrónico en el que colocaban a los perros para que salieran a correr y eran llamados por nombres comunes.
En cuanto al mantenimiento, a diario se adiestraba al personal para cumplir con el sistema de exámenes aplicados a los perros.
Cierre
El 17 de febrero de 1989, se anunció que la firma financiera Hipoteca y Pagarés había embargado el canódrono por más de ocho millones de pesos, por lo cual sería subastado.
Marino Rodríguez, visitante frecuente aseguró que la nueva administración “no tenía cómo sostener a los perros, y el canódromo cayó porque no hubo acuerdo, tuvieron problemas y entonces empezó una etapa de decadencia y al final ya no era lo mismo”, dijo.
“Lo que se percibía de las apuestas no sustentaba la manutención de las bancas, de los perros, porque consumían mucho”, indicó.
A pesar de que las informaciones sobre el cierre son escasas, los problemas legales y económicos fueron los principales motivos del cese de las corridas.
De pasatiempo deportivo a un depósito de autos
El 15 de septiembre de 1997, bajo el decreto 402-97, se dio a conocer la adquisición de una porción de terreno para ser utilizada por la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET), hoy Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett) creada bajo la ley 63-17, con el propósito de tener un espacio físico.
El artículo 1 del decreto establece “Se declara de utilidad pública e interés social, la adquisición por el Estado Dominicano de una porción de terrenos con área de 154,218 metros cuadrados, dentro del Ámbito de la Parcela No. 102-B, del Distrito Catastral No. 4, del Distrito Nacional y sus mejoras consistentes en las instalaciones del Complejo Canófilo, conocido como “El Canódromo”.
Tiempo después, para el año 2006, el decreto 462-06, derogó el decreto 402-97 sin especificar los motivos o causas.
PREDOMINAN LAS QUEJAS
Actualmente, son muchas las denuncias de los ciudadanos indefensos que son vejados por las autoridades de la señalada institución, por las redes se denuncian atropellos al momento de retener un vehículo.
Los pocos ciudadanos que logran recuperarlos se quejan del trato recibido.Y las interrogantes quedan en el aire: ¿Qué pasa verdaderamente en el canódromo?