Agripino “constitucionalizado”
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios… Mateo 5, 9
Para los días en que las partes beligerantes firmaron: el Acta de Reconciliación Dominicana y el Acto Institucional, el 31 de agosto y 3 de septiembre de 1965, respectivamente, instrumentos con los que se ponía fin a la “Guerra de Abril”, de ese año, fruto de una intensa jornada de negociaciones que tras el armisticio fomentado por la OEA, permitiría la celebración de las Elecciones de 1966, ya el padre Agripino Núñez Collado era vicerrector de la UCMM.
Lo que nadie podía imaginar en ese momento es que, Agripino, egresado de Salamanca, tras culminar sus estudios de Derecho Canónico en la pontificia salmantina, tendría en los años futuros y para la consolidación de nuestra democracia, el papel estelar que la historia le tenía reservado, como Rector Magnífico durante 44 años de la que llegaría a ser en sus manos la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y además, el sano protagonismo desempeñado por él en la resolución de infinidad de conflictos nacionales.
De humildísimo origen campesino, de padres piadosos y santos, católicos; trabajadores encomiables, que le educaron en el rezo y devoción del Santo Rosario, así como en el respeto a los valores fundamentales de honestidad y apego a la verdad.
Muy responsable desde niño, que dio muestras de gran valor personal y emprendimiento—cuando a los 11 años, refiere su hermano Juan—para auxiliar su familia y a otras comunidades vecinas, arrendó varios mulos que arreó y porteó personalmente por la serranía cibaeña hasta comunidades remotas, que no habían sido tan castigadas por la sequía de 1944, para adquirir los víveres necesarios y sobrevivir a la dramática escasez que azotó el país durante el Centenario de la República.
Hombre de posiciones recias, no se dejó amedrentar por la salvajada cometida contra él, por un oficial de la policía, cuando en 1969 intervino a favor de jóvenes universitarios de la UASD y la UCMM que participaban en actividades deportivas en el Olímpico Juan Pablo Duarte, y terminó siendo golpeado y apresado.
Como tampoco dudó, al suscribir con sentido patriótico, junto a personalidades del Cibao, el 18 de mayo de 1978, un comunicado en contra de la paralización del cómputo de las elecciones, que había sido detenido por un conato de desconocimiento a la voluntad popular propiciado por un sector militar.
Los dones infusos de sabiduría y prudencia se manifestaban a través de su persona en forma notable; pero, nunca dejó de crecer en sagacidad y justicia para sortear los problemas de este mundo, sin dejar de ser fiel al ministerio sacerdotal, que ejerció en la Parroquia Nuestra Señora de la Anunciación, Campus de la PUCMM en Santiago.
Mons. Francisco J. Arnaiz, S.J., me reveló al final de una graduación universitaria, que en algún momento, determinados interesados le habían comentado al papa Juan Pablo II, que estaban preocupados porque el Rector Núñez Collado ya llevaba unos 30 años en el cargo, y que S.S., les preguntó: –pero, ¿todo va bien?— y, respondieron que sí. Entonces, el Santo Padre afirmó: –dejen eso así.
Poco tiempo después de que se publicara el best seller, “Sí… de acuerdo” (1981), de los profesores de Harvard, Fisher y Ury, consolidando uno de los paradigmas de la Resolución Alternativa de Conflictos, ya Monseñor Núñez Collado se estrenaba de forma empírica y consistente impulsando desde 1985 el Diálogo Tripartito que armonizó a empresarios y trabajadores, hasta la consecución de forma armónica y concertada, de un nuevo Código de Trabajo en 1992.
Combinó su sencillez personal con una discreción a toda prueba que le hacían merecedor del afecto y la confianza del liderazgo político y empresarial, dones estos que se le hacían muy útiles al momento de obtener algún consenso, sin confundir Democracia con unanimidad, porque, tal y como le escuché decir más de una vez: “Respetando a las minorías, se gobierna con la mayoría.”
Pacta sunt servanda, repetía constantemente. Los pactos deben cumplirse. Era un abanderado del contractualismo a guisa de la Teoría de la Justicia de John Rawls, que por la autonomía de la voluntad entendía realizable crear mundos nuevos, justos y razonables. Y que incluso, de manera temporal, algunas “desigualdades” pueden ser toleradas, siempre y cuando la mayoría resulte beneficiada, sin violar la ley y respetando los derechos humanos. Por ejemplo, las zonas francas.
Un mundo nuevo fue, en la educación universitaria de calidad, el acceso a los créditos educativos a través de un programa que resultó en una auténtica posibilidad de auto liberación a través del conocimiento, que se concretó en miles de jóvenes cuyas familias no estaban en condiciones económicas para costear la matrícula de la PUCMM. A eso le llamamos hoy: ¡inclusión!
La crisis postelectoral de 1994, puso de manifiesto la confianza hacia su persona demostrada por los candidatos más votados y en conflicto: José Francisco Peña Gómez y Joaquín Balaguer, por las acusaciones de fraude del primero en contra de las elecciones de ese año, que permitió que se arribara al “Pacto por la Democracia”, que culminó con una fructífera Reforma Constitucional, que estableció nuevas instituciones y las bases para que el país siguiera adelante sin interregno hasta celebrar nuevas elecciones en 1996.
Coordinó las jornadas del Diálogo Nacional a partir del año de 1997, las cuales resultaron muy provechosas para obtener los acuerdos mínimos necesarios y aprobar muchas leyes e iniciativas trabadas en el Congreso Nacional, y que sí bien el doctor Peña Gómez, líder histórico del PRD, no estuvo de acuerdo en participar formalmente en dicho diálogo, no menos cierto es, que por propia experiencia en la Coordinación de la sub-Comisión de Estado de Derecho, soy testigo de la integración de notables juristas perredeistas que con la autorización del líder estuvieron presentes y activos en esos trabajos.
Estos aciertos siempre los obtuvo a través de mediaciones autorizadas por la Iglesia Católica, y no eran el fruto de acciones personalistas, sino que su carrera como mediador siempre estuvo entroncada en la academia y en los ambientes propicios del espacio universitario, tal y como correspondía a su condición de presbítero. En el año 2005, la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES), institución fundada en 1987 y que ha trabajado en más de 145 países, distinguió con la primera versión del “Premio por la Democracia Charles T. Manat” a Monseñor Agripino Núñez Collado, en ceremonia celebrada en el Hotel Madison, Washington, D. C., en el mes de octubre del referido año.
La Reforma Constitucional de 2010, y todo el esfuerzo de Consulta Popular, así como los trabajos que rindió con “carácter honorífico” la Comisión de Juristas para la Reforma de la Constitución creada por Decreto del Poder Ejecutivo, fueron realizados en el Recinto Santo Tomás de Aquino, de la PUCMM, y coordinados por el Rector Núñez Collado.
Pero aparte de todos estos trotes conciliatorios, comisiones de seguimiento a los acuerdos de los partidos, y de innumerables pactos: eléctrico, educativo, etc., que se hacían mediáticos, no existen registros de los miles de acuerdos cotidianos, amistando, pacificando, evitando huelgas y desencuentros, que estuvieron a cargo de este hombre que tenía la magia de construir gobernabilidad con una taza de café y mucha decencia.
Crear consensos, apagar fuegos… sofocar la violencia, acaso sea su mayor obra. Haciendo democracia mediante la concertación, para que al final sus esfuerzos, que hicieron cultura para dialogar, por la práctica inveterada, hayan terminado en el mayor de los reconocimientos:
Que lo que este cura hizo durante toda su vida se encuentre vivo en la esencia de la Constitución Política del país que amó… y que concluya sus años, de innumerables fatigas y desvelos: “Constitucionalizado”. Porque el Artículo 251 de nuestro documento fundamental, dice así:
“La concertación social es un instrumento esencial para asegurar la participación organizada de empleadores, trabajadores y otras organizaciones de la sociedad en la construcción y fortalecimiento de la paz social.”
Descanse en paz, Monseñor. ¡Misión cumplida!