Nuestra realidad post invasión a Ucrania
La invasión rusa a Ucrania vino a complicar aún más la realidad internacional. Las economías venían lidiando con los efectos inflacionarios post covid, provocados por atascos en la cadena de suministro de bienes e insumos productivos y encarecimientos en la logística de transportación marítima, así como de un extraordinario crecimiento de la demanda de bienes y servicios provocados por los planes de compensación social. En el caso de la economía norteamericana, se habían proyectado seis o siete incrementos del tipo de interés de referencia de la Reserva Federal, 1.75%/2.0% para finales del 2022, con el objetivo de contrarrestar los efectos de la inflación que cerró febrero en los EEUU con 7.79%.
En este sentido, las previsiones de crecimiento de la OCDE y los EEUU, debido a los efectos del conflicto, fueron ajustadas a la baja, mientras que la inflación al alza. Así, el crecimiento proyectado de la zona euro de 4.2% fue reducido a 3.7% mientras que la inflación de 3.2% aumentada a 5.1%. Lo mismo en EEUU. En lo que concierne a Rusia, las proyecciones apuntan a una caída del producto que ronda el 10%, motivada por las sanciones económicas y financieras, así como por la salida de centenares de empresas occidentales y las restricciones de suministro de tecnología y partes de repuestos.
En el caso de la República Dominicana, donde ya veníamos siendo impactados por presiones inflacionarias que alcanzaron a febrero 2022 el 8.98%, estos efectos negativos nos afectan directamente en varios frentes. Primero, la eliminación del turismo ruso y ucraniano que en el 2021 alcanzó los 178,000 visitantes eslavos; segundo, el incremento en el precio del petróleo y sus derivados que nos obligará a destinar más divisa para la importación de estos energéticos, incluyendo el carbón mineral que pasó de US$178/tonelada en septiembre 2021 a US$322/tonelada en marzo 2022; y tercero, el aumento de los precios de los insumos alimenticios para la producción agropecuaria, trigo, maíz, soya y sorgo, así como los fertilizantes. En otras palabras, se nos reducirán los ingresos en divisas por turismo y remesas, en enero-febrero 2022 bajaron 2.9%, mientras se nos incrementan los costos de importación. Adicionalmente está el incremento del servicio de la deuda por el aumento de la tasa de interés del Federal Reserve. Menos ingresos, más gastos.
¿Ante tan complicado panorama que hacer? En primer lugar, un diagnóstico certero de la situación para tomar las medidas precisas, comprendiendo que no hay magia ni almuerzo gratis en la economía. No con acciones cosméticas y contraproducentes sino con medidas de fomento de la competitividad de nuestro sector productivo; incentivando la eficiencia y el abaratamiento de costos de producción, racionalizando y optimizando los escasos recursos públicos disponibles a estos fines.
En este sentido lo más apropiado sería: i) continuar con el subsidio de los insumos productivos –trigo, maíz, soya, sorgo y fertilizantes- no de productos terminados que afecten los productores nacionales; ii) fomentar la siembra de productos alimenticios de ciclo corto, maíz incluido, para abaratar la canasta básica y disminuir la inflación alimentaria que impacta con más fuerza a los segmentos más vulnerables; iii) incentivar y promocionar aún más la instalación de empresas norteamericanas en nuestras zonas francas –dispositivos médicos y sanitarios, equipos y partes electrónicas, etc.- a los fines de aprovechar la reubicación estratégica comercial que viene ocurriendo en la actualidad debido a las divergencias geopolíticas; iv) acelerar la instalación de emprendimientos de energía renovable eliminando trabas innecesarias para la generación distribuida; v) asegurar el suministro de energéticos para el parque de generación actual –gas natural, carbón mineral e hidrocarburos- a los fines de evitar desabastecimientos coyunturales; vi) supervisar y dar estrecho seguimiento al proceso de reducción de pérdidas y eficientización operativa de las EDEs, con el objetivo de reducir el subsidio estatal al sector eléctrico; vii) diseñar y aplicar políticas de ahorro y conservación de energía a los fines de disminuir la intensidad en el consumo de energéticos; viii) focalizar el subsidio a los combustibles, ajustar sus márgenes y liberalizar sus precios para incentivar una racionalización en el consumo; y ix) apretarse los cinturones. No hay de otra para salir a camino.