Las nuevas dimensiones del periodismo
Miguel Franjul acaba de publicar, con el patrocinio del Banco de Reservas, un texto que removerá el escenario del periodismo. El mismo puede ser adquirido tanto físico como en Kindle, en español o traducido al inglés, por plataforma on line de amazom.com
La literatura me llevó al periodismo. La necesidad de comunicarme logró convencerme. Malo o bueno, solo sé escribir. Siempre he tenido algo que decir. Primero publicaba lo que me venía en mente. Después, el culto a la palabra pudo más que el entusiasmo y, año tras año, me daba cuenta de que nunca alcanzaría un clímax perfecto. No sé cuándo me acerqué a la profesión. De lo que sí me siento orgulloso es de no arrepentirme de lo escrito. Esas historias impresas reflejan mi sentir, mis etapas superadas y mi sensibilidad no perentoria.
En el largo camino del periodismo, mucha gente me tendió una mano. Pero dos fueron decisivas en mi formación profesional. En Cuba, mi maestro fue Joaquín G. Santana. Él me enseñó a repensar, a reeler, a reescribir, a reeditar, a corregir, a engavetar mis papeles, a no dejarme seducir. Santana, de forma paralela a su amplia y vertical carrera periodística, publicó muchas novelas, poemarios y biografías. Una de ellas me la envió desde Cuba. En su dedicatoria, me pedía que no dejara de luchar. Que estaba orgulloso de mí. Su final fue angustioso: un digusto le partió el corazón. Siempre será el ejemplo donde la amistad y el rigor hacían cauce. De él aprendí a combinar noticias, reportajes, artículos, crónicas e historias de ficción.
En Santo Domingo, mi maestro es Miguel Franjul. Confió en mi capacidad, en mi manera de integrar la juventud y confiar en ella, en ser honesto, en no volver la vista atrás y no dejarme provocar en un medio tan complicado como la letra impresa.
Y lo más importante: Franjul es un maestro del periodismo del siglo XXI con todas sus implicaciones tecnológicas y mercadotécnicas. No ha sido un jefe de sermones ni un burócrata armador de horarios de entrada y salida al personal a su cargo. De solo mirar al periodista ya sabe en lo que anda, y confía en lo que debía hacer.
Si he sobrevivido veinticuatro años a su lado, a pesar de mis exabruptos, ha sido por comprender que el periodismo impreso ya no debe preocuparme tanto.
Con sabiduría y paciencia preparó el escenario para demostar el valor de la unipersonalidad al frente de un suplemento dominicanal on line, en tiempos donde la atracción no solo recae en autores de textos bien escritos, sino en el despliegue fotográfico unido a un hermoso diseño.
Pero esta no fue su única lección. Descubrió mi valentía para enfrentar lo bueno y lo malo con altura, a no llevar un velo sobre el rostro. Me permitió buscar buenos colaboradores, columnistas, escritores de poemas, relatos, crónicas de cine y noticias de actualidad. He llegado a este presente con dos publicaciones a cuesta, gracias a esa juventud que apoyo y me apoya.
El libro El plato fuerte del suplemento digital “Lecturas de Domingo” son las ‘Reflexiones del Director`. En cada edición, Franjul se toma la molestia de esbozar su experiencia como profesional del periodismo en cincuenta años de ejercicio intelectual. Él no solo se ha adaptado al reto de los cambios, sino los conoce y puede explicarlos con lujo de detalles. Es el maestro de los que hoy se están formando entre pénsums desactualizados y faltos de una buena literatura comparativa.
Esas ‘Reflexiones del Director’, en su primer tomo, aparecen reunidas en el volumen “Las nuevas dimensiones del periodismo”, de pocos precedentes en el área del Caribe, por su impecable clarividencia y su directriz.
El nuevo periodismo no es solo publicar en la internet. Pretende la creación de empresas novedosas que integren redactores, analistas, mercadólogos, especialistas en sistemas, programadores de contenido, supervisores, gestores de venta, publicidad, cobros y otras categorías previstas con anterioridad para medios de comunicación salidos de la imprenta.
El estudio de esos temas, y su importancia, integran el nuevo libro de Franjul, un texto que será temido por los negociantes de la comunicación, y aplaudido por los que todavían creemos en los cambios, tanto generacionales, como de conocimientos e investigaciones.
Como literato y periodista nunca he sido un hombre de fortunas. Es cierto que he viajado por el mundo, pero los costos de esos viajes no salieron del bolsillo de poderosos empresarios, sino de los míos propios, de embajadores amigos o de fundaciones. Me he conformado con lo que gano y jamás he pedido un aumento, ni a Santana, ni a Franjul. Ellos conocían mi condición y trataron de ayudarme pero sin tocar mi monedero. Al primero siempre le agradeceré su lealtad, el no haberme mirado de reojo cuando el poder rompió mi vida y mi familia. Santana me echó sobre sus hombros y cabalgamos juntos hasta mi último día en La Habana. Al segundo le debo el respeto, su puerta siempre abierta, ayudarme a enfrentar mis propios fantasmas, a mirar más allá de la noticia, a moverme con sapiencia dentro de un mundo mezquino. Por eso han sido mis maestros. Para ellos, mi homenaje es conservar sus enseñanzas, de recordarlos con sus bolígrafos en alto y sus escritos en favor de la palabra.
En mi caso, moriré siendo periodista. No sé si esto ha valido la pena, pero, si volviera a nacer, no sería médico, ni abogado, ni arquitecto, ni ingeniero, ni mercadólogo, ni experto en redes sociales. No sé lo que sería. Tal vez volvería tras las huellas escribanas. Solo tal vez.