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El poder político y las tentaciones de Jesús

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Rafael G. Guzmán FermínSanto Domingo

El pasado domingo 6 de marzo, la lectura del Santo Evangelio de San Lucas Cap. 4: 1-13, referente a las tres tentaciones de Jesús, nos deja lecciones interesantes que bien pueden ser comparadas con el ejercicio del poder político y sus seductoras tentaciones.

Al tomar como analogía esta lectura bíblica, vemos que nos dice que Jesús -Autoridad Suprema-, luego de ser bautizado en el Jordán -presidente electo- y lleno del Espíritu Santo -juramentado en la Asamblea Nacional-, fue llevado al desierto durante 40 días, tiempo en el cual fue tentado por satanás.

El evangelista Lucas continúa narrando que, durante todo ese tiempo trascurrido, Jesús estuvo sin comer y que al final sintió hambre, especificando que en aquel momento se le apareció el diablo proponiéndole la primera tentación: “Si eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan“, con el objeto de que rompiera su “promesa” de ayuno. Pero Jesús, lleno de sabiduría, apela a las Santas Escrituras –la Constitución de la República- y le contesta: “Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan”.

Acto seguido, el maligno lo llevó a lo alto de las cumbres mostrándole los reinos del mundo, y lo tentó con el poder y la gloria, manifestándole la segunda tentación: “Te daré poder sobre estos pueblos, y sus riquezas serán tuyas, porque me las han entregado a mí, y yo las doy a quien quiero. Si tú te rodillas delante de mí y me adoras, todo será tuyo“.

Jesús, nuevamente apegado estrictamente a las escrituras -la Constitución de la República- le contestó: “La Escritura dice: Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás.“

A continuación el demonio lo llevó a Jerusalén, y le puso en el voladizo más alto del templo y le lanzó la tercera tentación: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate desde aquí, porque está escrito: Dios ordenará a sus ángeles que te protejan”; y luego le dijo: “Ellos te llevarán en sus manos, para que tu pie no tropiece en ninguna piedra”. A lo que Jesús replicó basándose otra vez en las Sagradas Escrituras -la Constitución de la República-: “También dice la Escritura: No tentarás al Señor, tu Dios“. Fracasadas las tentaciones, el demonio se marchó, y Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu.

En este contexto, Jesús fue tentado a desafiar a Dios forzándolo a actuar en contra de sus convicciones. Semejantes a él, a nosotros nos ocurre lo mismo cuando nos volvemos codiciosos, soberbios y no aceptamos consejos, y nos olvidamos de la palabra empeñada en el pasado o nos alejamos de nuestros propios principios.

Ocasionalmente, esto ocurre cuando alguien determina que Dios lo ha llamado para alguna posición de poder, y después de alcanzado ese poder, deja de creer en la presencia divina de Dios. Situación que a menudo les ocurre a los hombres que detentan el poder del Estado, tentación que sobreviene más pronto de lo que imaginamos, incluso al comienzo de nuestras vidas profesionales.

Podría ser que nos veamos tentados a enriquecernos rápidamente o tentados a detentar más poder del que la Constitución nos otorga o tratar de modificar a su conveniencia las Sagradas Escrituras de la República, en vez de respetar lo que ella indica. Aunque estas acciones nos pongan a enfrentarnos a nuestras propias debilidades, porque a veces algunos de los “personajes” que nos rodean, nos empujan, muchas veces por medio del engaño y de trampas, para que caigamos en tentaciones.

En tal sentido, pienso que la preparación es la clave para vencer las tentaciones. Tentaciones que vienen camufladas de seductores consejos e insinuaciones irresistibles, que pueden ser presentadas por subterfugios falsos, por algunas informaciones que hoy podrían ser confidenciales, pero que en el mañana podrían ser de conocimiento público; también pudiera ser tentado a tomar algo de manera furtiva, porque le abrieron la oportunidad de alguna puerta sin seguro, pero que lo conduciría hacia un pasadizo incierto o que la presión de muchos “compañeros” del equipo, haga surgir en él, el hambre de querer más que su propio almuerzo.

Una de las mejores maneras de preparación es hacer una gimnástica mental con anterioridad, referente a los posibles escenarios que pudieran sobrevenir ante las mismas. Otra, sería protegerse con grupos de consejeros que provengan de buena fuente, a los que pueda consultar cuando se sienta ante las naturales debilidades humanas, pudiendo hablar con ellos antes de tomar decisiones, lo que le daría un mayor margen de probabilidades de tener éxito sin atravesar el gran “desierto” de vicisitudes.

Recordemos que Jesús siempre, en cada momento que fue tentado por el demonio, acudió a las Sagradas Escrituras, que para los políticos en el poder, será siempre la Constitución de la República.

No obstante, es obvio que nuestras tentaciones no son idénticas a las de Jesús, a pesar de que pudieran ser similares hasta cierto punto, pues dependerán de quiénes somos, de nuestras circunstancias, de nuestra formación en principios y valores, y de la naturaleza de nuestros trabajos. Y aunque ninguno de nosotros somos Jesús, no olvidemos de que sí somos hijos de Dios, y que la forma en que respondemos a las tentaciones tendrá consecuencias trascendentales en nuestras vidas.

Tan solo imaginemos las consecuencias si Jesús se hubiera desviado de su llamado como el Rey de Dios en la tierra y se hubiera dedicado a la vida mundana, amasando fortunas y lujos para sí mismo, haciendo lo que deseaba Lucifer con sus tentaciones de bienestar en exceso, éxito ilimitado, poder y gloria por encima de lo mandado en las Santas Escrituras.

Por eso, no sea usted otro ángel caído al intentar profanar las Sagradas Escrituras de la República, más bien exhorto a los encumbrados en las alturas del poder a rezar cada noche la oración que el Señor nos dejó: el Padre Nuestro….”mas no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.”

El autor es miembro del Círculo Delta.

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