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Observatorio Global

La Guerra de Putin

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Leonel FernándezSanto Domingo, RD

¿Por qué ha ordenado el presidente Vladimir Putin de Rusia una intervención militar en territorio de Ucrania? ¿Cuáles son sus objetivos estratégicos? ¿Qué implica esa acción en sus relaciones con el mundo occidental, esto es, con Estados Unidos y la Unión Europea?

A pesar de que esa reciente ocupación militar sobre Ucrania no es más que el último de una serie de acontecimientos que vienen teniendo lugar desde el 2004, lo cierto es que el origen de ese conflicto debe ubicarse, más allá de la coyuntura, en la caída de las llamadas democracias populares de Europa del Este y en la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en 1991. Con el colapso de la Unión Soviética, que se produjo sin que se hiciese un solo disparo o lanzase alguna bomba, surgieron 15 nuevos Estados soberanos e independientes. Entre ellos, la Federación Rusa, presidida por Boris Yeltsin, la cual es la de mayor territorio, población, capacidad económica y poder militar.

Aunque se extiende desde el Este de Europa hasta el Océano Pacífico, con una superficie territorial dos veces el tamaño de los Estados Unidos, la desaparición de la Unión Soviética disminuyó el alcance de sus fronteras a la época del inicio de la dinastía de los Romanov, hace más de 400 años.

Para Vladimir Putin, antiguo oficial de los servicios de inteligencia de la KGB, quien llegó a la presidencia de su país en 1999, la ruptura de la Unión Soviética representó la más grande catástrofe geopolítica del siglo XX.

Como consecuencia de eso, el objetivo de Rusia consistió en levantarse de la ruina económica en que quedó sepultada, el de construir mecanismos económicos, políticos y militares de integración con las antiguas repúblicas soviéticas y el de reposicionarse como potencia en la escena internacional.

En la visión de sus dirigentes, la convulsión sería algo transitorio y los territorios perdidos, reincorporados. Así, se creó la Comunidad de Estados Independientes (CEI), con la participación de 12 Estados postsoviéticos y se firmaron acuerdos para la defensa colectiva, la unión económica y la creación de una zona de libre comercio.

En el centro de esa comunidad estaría Rusia, con control absoluto del arsenal nuclear de la era soviética, con una gran riqueza en petróleo y gas, con poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU); miembro del G-8; de la Organización Mundial de Comercio y asociada a las instituciones euroatlánticas de la Unión Europea y de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN).

Visiones en Conflicto En cierto sentido, la rehabilitación gradual de la Rusia postsoviética se fue conquistando, paradójicamente, con el apoyo y colaboración de los Estados Unidos y la Unión Europea. Así ocurrió en los períodos de Mijaíl Gorbachov y de Boris Yeltsin, pero también al principio de la actual época de Putin.

Se apostaba a la idea de que Rusia haría una transición de un modelo de economía socialista (o de economía planificada), a otro de economía de mercado; y de que se organizaría políticamente conforme al sistema democrático liberal del mundo occidental.

Del lado ruso también hubo cooperación con los Estados Unidos. Vladimir Putin fue de los primeros jefes de Estado en solidarizarse con la gran patria de Lincoln, al producirse los ataques terroristas del 11 de septiembre. Posteriormente, autorizó el uso de bases militares en Asia Central para que los aviones norteamericanos pudiesen volar hacia Afganistán.

Hubo, sin embargo, en los Estados Unidos, quienes hicieron un llamado a la cautela frente a esa política de acercamiento con la Rusia postsoviética. Fue el caso, por ejemplo, de una de las luminarias del pensamiento geopolítico norteamericano, Zbigniew Brzezinski, quien manifestó que era un error tratar a Rusia como un aliado, cuando había sido, por el contrario, el derrotado de la guerra fría; que no se podía incurrir en amnesia histórica; y que lo procedente en el espacio postsoviético era una estabilidad regional en base al pluralismo geopolítico.

A decir verdad, las desavenencias entre Estados Unidos, Europa y Rusia surgieron, cuando en la etapa postguerra fría empezaron a enfrentarse dos visiones en conflicto: la de la OTAN, con sus planes de expansión hacia Europa del Este; y la vinculada con la Unión Euroasiática, el gran proyecto de Vladimir Putin.

Durante dos décadas, la OTAN fue abriendo sus puertas a antiguos miembros del Pacto de Varsovia, tanto en Europa del Este, como a las antiguas repúblicas soviéticas. Esas acciones por parte de la alianza militar transatlántica, naturalmente, consternaban a Rusia. Pero el malestar se hizo mayor cuando Georgia y Ucrania, dos pilares de la geopolítica regional, empezaron a girar hacia Occidente.

Estrategia de Putin ¿Qué es lo que Rusia exige de los Estados Unidos, de Europa y de la OTAN, para poner fin al conflicto bélico actual?

En los dos borradores de tratados de acuerdo para reformar la arquitectura de seguridad en Europa, Moscú hace varias demandas a la OTAN. Primero, poner fin a toda expansión hacia el Este, especialmente de futuras membresías de las exrepúblicas soviéticas, como Ucrania; segundo, retirar las tropas occidentales de los países de Europa oriental; y tercero, retornar a los Estados Unidos los misiles nucleares de corto y mediano alcance desplegados en Europa.

Al hacer esas peticiones, Rusia sabía de antemano que no podían ser satisfechas por las potencias occidentales, a riesgo de caer en un poco estratégico acto de debilidad política, diplomática y militar.

Para algunos, la inadmisibilidad de las peticiones constituye el pretexto para la incursión militar. Siendo así, habría que partir de la premisa de que la intervención militar en territorio ucraniano no sólo busca frenar la expansión de la OTAN hacia el espacio postsoviético, que sería comprensible, sino aplicar también la estrategia de consolidación de Rusia como potencia regional.

En su política exterior, Moscú hace especial énfasis en lo que denomina “el extranjero cercano”, que son las antiguas repúblicas soviéticas. Frente a estas exige, del “extranjero lejano”, respeto a su esfera de influencia o espacio vital.

Pero, además, aspira a la reconfiguración política de que lo que fue la Unión Soviética. Promueve un nacionalismo neo-soviético. Procura crear la Unión Euroasiática, que no es sólo un proyecto de integración económica o cooperación comercial, sino un verdadero proyecto político de conversión de Rusia en una verdadera potencia mundial.

Ese es el gran sueño de Putin. Resucitar el cadáver de la Unión Soviética. Pero a pesar de toda su audacia no logra comprender que eso ya no es posible. En la cristalización de ese sueño se encuentra con la oposición de las demás exrepúblicas soviéticas, las severas sanciones que harán tambalear su economía, así como la del resto del mundo; y el aislamiento internacional en que se encuentra por haber desafiado la razón y haber perdido el sentido de la prudencia.

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