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El tortuoso laberinto del serbio Dalibor Ristic por RD

Un enamorado del pais, el serbio Dalibor Ristic dice: Me gusta el clima, la gente. Me gusta todo”. Dijo que es positivo, que cree en Dios y que algo en su vida va a cambiar.

Dalibor Ristic, un joven de nacionalidad serbia, montado en su moto en una vía de Santo Domingo, y en cuyo medio gana para apenas subsistir.

Dalibor Ristic, un joven de nacionalidad serbia, montado en su moto en una vía de Santo Domingo, y en cuyo medio gana para apenas subsistir.

Dalibor Ristic, un joven de nacionalidad serbia, llegó a República Dominicana hace diez años junto a su esposa, con la intención de vacacionar. Tras el grato recibimiento de un paisano que le ofreció trabajo, decidieron quedarse para explorar nuevas experiencias y emprender una nueva vida.

“Yo llegué bien, vine con la madre de mi hijo como turista a este país; ella era economista para Latinoamérica y el Caribe. Llegamos para ver algo nuevo y conocer el Caribe”, narró Ristic.

Prosiguió su relato, indicando que después de conocer a un conciudadano serbio que residía en el sector Miraflores, donde tenía una casa-restaurante, les ofreció trabajo. “Nosotros aceptamos, nos quedamos y comenzamos de nuevo”, dijo.

Esta pareja, después de un tiempo, procreó a un hijo. Cuando el pequeño cumplió dos años se separaron y la madre regresó a Serbia con el niño. Con el paso del tiempo, Ristic se casó con una mujer dominico-haitiana.

“Luego, el restaurante fue vendido, me puse a conchar en un motor en la esquina de Caribe Tours. Allá salí en Telemicro y en el periódico El Día; hay videos en YouTube que hablan de mi como el primer motoconchista europeo. Todo estaba bien”, recuerda, con nostalgia, ese inicio que le regaló momentos de estabilidad.

Cuenta que se mudó de Miraflores a Los Mameyes, hasta el 31 de diciembre de 2019, cuando tuvo un accidente. Antes a eso, su madre murió, luego su mujer lo abandonó, y empezó la epidemia.

“Me quedé solo, tenía que vender el motor y todos los trastes; me echaron de casa. Han sido tiempos difíciles”, lamenta.

De ser motoconchista ahora vive de limpiabotas en las calles. Ristic no tiene un precio establecido para los zapatos que lustra; solo pide a la gente su colaboración, con lo que consideren adecuado.

“Estoy sobreviviendo, no tengo casa fija. Cuando hay dinero, pago pensión, cuando no, duermo donde me coge la noche y así. Mi vida da muchas vueltas”, así seguía contando los episodios de su vida, como una novela sin un final feliz.

Confesó a periodistas de LISTÍN DIARIO que está viviendo una gran depresión por todo cuanto está pasando en su vida.

“Yo estoy en una gran depresión con todas estas cosas que me están pasando, y que me pasaron. Y después de tanto tiempo de no ser empleado de nadie y de ser mi propio jefe, es muy difícil para mí aceptar un trabajo de 15 o 12 mil pesos”, dijo Ristic , agregando que el 3 de febrero cumplirá diez años viviendo aquí.

Además, comentó que nunca ha perdido la comunicación con su hermana y su hijo. “Pero no puedo llamarlo siempre porque me destruye el alma. Tengo siete años sin verlo. Me destruye cada tanto”.

A pesar de las barreras que Ristic tiene que enfrentar en el día a día, expresó su agrado por esta tierra. “Me gusta el clima, la gente, me gusta todo. Lo único que no me gusta es el momento y posición en la que estoy”.

También indicó que es positivo, que cree en Dios y en que algo en su vida va a cambiar.

Sus esperanzas se refugian en poder comprar un motor nuevo para comenzar a conchar y que todo sea más fácil y rápido para conseguir dinero y estabilizarse.