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La economía no cede al ómicron

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WILLIANS DE JESÚS SALVADOR Y GALILEO VIOLINISanto Domingo, RD

El aumento de los contagios del ómicron ha originado un debate nacional sobre las medidas para afrontarlo. El ministro de Salud Pública emitió una alerta epidemiológica y el presidente de la República destinó RD$1,500 millones para medicamentos contra la trilogía influenza, gripe y ómicron, destacando que es imposible e innecesario volver al confinamiento.

El gobierno sigue firme en el regreso a la presencialidad en las escuelas, a pesar de la solicitud de un tiempo de reflexión de la Sociedad Dominicana de Pediatría.

El problema no debe ser politizado, hay que manejar la situación con madurez, tomando las medidas pertinentes y ponderando la complejidad de los factores que inciden en el tejido económico y social del país, respecto al cual justo es reconocer la recuperación de la producción nacional con un crecimiento del PIB, el año pasado, de un 10.7 %, y del turismo que en diciembre creció un 17 % respecto al 2019.

Esto sugiere que no se vuelva a medidas como confinamiento, toque de queda, estado de excepción, si se confirma que la pandemia se está convirtiendo en una enfermedad infecto-contagiosa endémica, tal y como ha sucedido con otros virus.

Las decisiones a tomar en ese caso serían fundamentalmente políticas, aunque basadas en la situación epidemiológica que podría variar.

Y, siendo políticas, no pueden considerar únicamente lo que ocurra en el país, ignorando la realidad internacional.

El ómicron está difundiéndose a una rapidez nunca registrada por otras variantes del COVID-19. El número, en valor absoluto, de los contagios registrados diariamente en el último mes y medio, ha batido una larga lista de records.

En muchos países europeos, a diario hay un nuevo récord de contagios a nivel mundial.

En América Latina las excepciones a este crecimiento son contadas y República Dominicana no es una de ellas.

La positividad de las muestras es muy elevada, aunque este dato depende del número de las muestras tomadas, que sigue siendo bastante limitado, lo cual puede sobreestimar la pandemia.

¿Qué implica esto para los temas que interesan al común de la gente?

Hay tres factores que diferencian la situación actual de la que hemos vivido en el comienzo de la pandemia: las vacunas, la creciente disponibilidad de remedios, y las características del ómicron. Esto permite considerar nuevas medidas o modificar sus características.

Un ejemplo es la indicación del Ministerio de Trabajo sobre la reintegración al trabajo de infectados, muy parecida a la de los CDC de Estados Unidos.

Un nuevo confinamiento no es solución. El control por este medio de la reciente ola en Austria y Alemania ha sido exitoso, pero, con la aparición del ómicron, los contagios en estos dos países han vuelto a subir. En las últimas dos semanas del 36% en Alemania y del 178% en Austria.

Tampoco lo es el cierre de las fronteras. Cuando los casos activos son el 5 o 10% de la población. o inclusive más, ¿qué sentido puede tener impedir el ingreso de pasajeros vacunados y con muestra negativa, porque podrían estar incubando la enfermedad? Países turísticos como el nuestro deben insistir para que otros países no tomen emotivamente medidas inútiles para ellos, y dañinas para todos. El cordón sanitario alrededor de Sur África no ha impedido la difusión de la variante, pero ha afectado la economía de los países de África Oriental, donde, durante la pandemia, han bajado un 92% los ingresos por turismo, rubro que contribuye por un 8.1 % al PIB y tiene sobre las exportaciones un efecto indirecto, estimado del 17% en 2019. Su merma impacta directamente las condiciones de vida en el país, pero también afecta indirectamente a todos, favoreciendo un aumento de la epidemia cuyos nuevos contagios pueden dar lugar a nuevas variantes.

El que ómicron no requiera recurrir a esa clase de medidas se desprende también de la observación de que su difusión no ha conllevado aumento de la letalidad, aunque si de las hospitalizaciones, incluyendo de vacunados, por la obvia incapacidad de cualquier vacuna de garantizar inmunidad total.

Esto pone problemas de políticas sanitarias públicas, que merecen muchísima atención en un país como el nuestro, pero la pandemia no tiene que ver.

Solamente un uso superficial de la matemática puede permitir olvidar que la incidencia de estos casos es incomparablemente menor que entre los no vacunados, y hay que añadir que los síntomas son más leves y los fallecimientos rarísimos y posiblemente consecuencia de comorbilidades.

En esa situación, no se puede más que asumir que en este momento y relativamente a esta variante, se está volviendo una pandemia endémica y como tal debe ser afrontada. Esto significa recurrir a medidas que permitan volver a la normalidad en todos los posibles aspectos sociales, sin que esto signifique olvidar que, en presencia de una grave enfermedad endémica, hay que tomar las precauciones pertinentes.

No vale la pena insistir sobre ellas ni sobre la importancia de las vacunas que, por el problema de los no vacunados, justifica preguntarse hasta qué punto es realmente necesaria una cuarta dosis o si no convenga concentrarse en ese problema, en las terceras, y en el tema de los contagios infantiles.

Asumir que es normalizable la vida social es crucial para mantener activa la economía del país tanto a nivel interno como internacional.

Normalizar no significa volver a las mismas condiciones de antes, como si la epidemia endémica no existiera.

Esto lleva inevitablemente a considerar el problema de las escuelas, tema solo marginalmente epidemiológico, ya que define el futuro del país.

Las diferencias entre quien aboga por la enseñanza virtual y quien por volver a la presencial son a menudo condicionadas por visiones sectoriales. Tal vez convenga referirse a la sabiduría de Aristóteles en la Ética a Nicómaco y buscar el justo medio.

Es indudable que, por varias razones, la enseñanza virtual tiene un efecto social de penalización. Sin embargo, hay méritos en reducir el contagio en clase. Un sistema híbrido podría reducir el segundo y los estudiantes presenciales podrían decidirse no por mecánica división sino considerando solidariamente, las diferentes necesidades familiares y de acceso informático. Esta sugerencia es parecida a las medidas anunciadas por la vicepresidenta, en acuerdo con los ministerios de Educación y de Salud Pública, que cada centro educativo implementará de manera “controlada, flexible y voluntaria”.

Es sorprendente que la Asociación Dominicana de Profesores afirme que no hay condiciones a nivel nacional para un prudente regreso. Las condiciones no son iguales en todo el país, y en todo momento. Por ejemplo, la positividad en Puerto Plata y La Altagracia es apreciablemente menor que en Santo Domingo y DN.

Es superficialidad creer que “una medida se ajusta a todo” para cuarentena y aislamiento, y asimismo en estos temas incomprensiblemente divisivos. La difusión del COVID- 19 en Dajabón no tiene nada que ver con la de Punta Cana, distante 508 Km. Muchos científicos piensan que esta ola pueda ser la última de una tal envergadura.

El ejemplo sur africano puede sugerirlo, pero, también ése presenta profundas diferencias regionales. En Guateng, la región donde estalló el brote del ómicron, la epidemia se ha reducido mucho más que en otras.

De todos modos, hay una diferencia clara entre una pandemia inesperada y una endémica. La primera requiere medidas excepcionales, la segunda simplemente normales decisiones políticas.

Las medidas excepcionales son obligadas, no hay dialéctica. Las normales resultan del debate político. También éstas, por un contagio elevado, pueden ser excepcionales, pero deben ser necesarias, proporcionadas y adecuadas a las realidades locales y por el tiempo que sean justificadas.

La respuesta del país a las medidas impuestas hasta ahora muestra que ha habido comprensión por la excepcionalidad de la situación. El próximo paso es superar la nueva ola de contagios. Requerirá que se impulse un consenso nacional sobre las políticas públicas a tomar en este intrincado momento de la pandemia del covid- 19, y un tal consenso solo se puede lograr si se basará no en la emergencia, sino en la racionalidad, sostenibilidad, y oportunidad de las medidas puestas en marcha. La apertura de la economía no tiene marcha atrás.

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