Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

La sierva de la esperanza

Madelin Taveras, derecha, la sierva de Dios, consuela a una mujer que llora la situación de un pariente con Covid.

Madelin Taveras, derecha, la sierva de Dios, consuela a una mujer que llora la situación de un pariente con Covid.

“Don Felipe, mi viejito lin­do, yo oré mucho por us­ted (…) Yo sabía que usted se me iba a sanar”, grito la sierva de Dios, Madelin Ta­veras, a don Felipe sin co­nocerlo, un paciente que estaba postrado, desde el 30 de diciembre de 2021, en una cama, afectado de Covid-19.

“Gracias varona por las oraciones”, respondió la nieta de Felipe a la sierva Madelin, a quien conoció desde hace 11 días en la acera que sirve de sala de espera en el Hospital Do­cente Dr. Francisco E. Mos­coso Puello.

A las 8:00 de la maña­na la sierva coge una si­lla blanca de plástico y se sienta con un espíritu ca­rismático y simpático a alegrar con sus cuentos de vivencias que cargan la palabra de Dios, pero también a llevar consue­lo y aliento cargado de es­peranza, a las familias que esperan o reciben noticias sobre el proceso de recupera­ción de sus enfermos.

Alivio del calor humano Aplausos del ámbito sani­tario cuando un paciente sa­le de la UCI y prédicas cristia­nas que cargan un mensaje de apoyo es lo que le da a las personas que comparten el espacio junto a ella, a los que considera “una familia”.

La razón que hizo que la sierva Madelin realiza la ta­rea de trasladase todos los días desde Cansino II en la zona oriental, Santo Domin­go este, al hospital no es solo la necesidad de servir a Dios.

Contó que su madre se en­cuentra afectada por el virus y la amarga experiencia que le ha tocado vivir con ella, las familias y enfermos infecta­dos del virus “ha sacado a re­lucir su cara más solidaria en este 2022”, contó a periodis­tas de Listín Diario.

La sierva narra de las pri­meras manifestaciones mos­tradas por el Covid-19 en su matrona, una longeva de 89 años, que empezó a perder movilidad en su cuerpo, per­der el apetito y poco a poco llegó a un estado en el que no podía hacer nada por ella misma.

“Una noche la note que estaba respirando apretada, pero esos viejos aunque se estén muriendo tú le pregun­tas qué tienen y te responden que no tienen nada, porque no quieren mortificar a uno, entonces yo le pregunté: ma­má, ¿usted se siente apreta­da del pecho? Y ella me di­jo: ¡no, no mi hija!”, lo que la llevó a sospechar de la enfer­medad.

La pastora fue a un centro de salud antes de estar en el Moscoso Puello y los médi­cos la refirieron al diabetólo­go por la creencia de que era una baja de azúcar. No pen­saron el coronavirus incluso cuando ella y su hermano le dijeron a que no había sido inoculada.

Apelando a Dios “Mi hermano fue a Salud Pública más de tres veces para que fueran a vacunar­la a la casa, pero no lo con­siguió… Nunca fueron, pe­ro gloria a Dios. Además, ella no sale para ningún lado, no sé cómo se infectó”, relató la dama.

En ese momento de la con­versación, periodistas de Listín Diario fueron testigos de cómo una joven se desplomó en los brazos de la sierva tras recibir la noticia del fallecimiento de su madre, lo que causó gran con­moción y atención de los que es­taban en los alrededores por los gritos de la joven y el consuelo de Madelin, que trataba de ayudarla mientras pensaba en su madre.

“Yo seguiré aquí orando por ti, por mi madre y por to­dos”, le decía una y otra vez, sin conocer a la joven y su pa­riente.

Tags relacionados